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Los desbroces funcionan tres años: reducen a la mitad la gravedad de los incendios

Trabajadores forestales realizan desbroces en un monte gallego. | // GUSTAVO SANTOS

La prevención de los incendios forestales funciona. Las quemas controladas y los desbroces para eliminar combustible del monte rebajan hasta en un 50% la virulencia de las llamas durante un período de al menos tres años, lo que ofrece un plazo indicativo de la frecuencia necesaria para realizar estas tareas en zonas no prioritarias.

Esta es la principal conclusión de un estudio realizado por el Centro de Investigación Forestal (CIF) de Lourizán, dependiente de la Consellería de Medio Rural. “En este trabajo se observa [...] cómo los tratamientos preventivos son efectivos a la hora de reducir la gravedad del comportamiento del fuego tres años después de su ejecución”, establecen las conclusiones de un experimento realizado en Dozón. Las ventajas se aprecian en la velocidad de propagación de las llamas, la carga de calor generada o la temperatura del aire, lo que no solo revela una menor virulencia del incendio en un terreno tratado, sino una mayor facilidad de acceso al terreno para los efectivos de extinción. A menor temperatura del aire, mayor capacidad de avance de estos operarios.

“Con este estudio sabemos que un desbroce tiene una duración determinada”, explica Cristina Fernández, investigadora del CIF de Lourizán, que apunta que “3 o 4 años es el intervalo [entre limpiezas del monte] para garantizar que un fuego progrese más despacio”. ¿El motivo? La vegetación no logra recuperarse tan rápido en ese plazo como para generar el mismo combustible que antes y, por tanto, incrementar el riesgo de incendios. “Para volver al estado anterior, la biomasa necesita de 5 a 6 años”, añade la investigadora, que destaca la utilidad de cuantificar estos aspectos, pues un desbroce anual en todo el monte es “inviable técnica y económicamente.

El experimento se llevó a cabo en el área de Chan de Grade, en el concello pontevedrés de Dozón, donde se utilizaron 15 parcelas de 35 metros de ancho y 50 de largo para medir los efectos de la prevención en un estudio “muy complejo de monitorizar”, según Fernández.

Una parte se quemó para simular un incendio; en la otra se aplicaron trabajos de quemas controladas y desbroces con trituración del matorral y extracción del mismo. A los tres años, se provocaron incendios en estas últimas zonas para comprobar “la variación del comportamiento del fuego”.

Se apreció un “significativo efecto de los tratamientos preventivos en la reducción de la velocidad de propagación” en ese período. De 36,5 metros por minuto en las parcelas sin tratar se pasó a una oscilación de 19 a 21,4 en las tratadas, es decir, de un 50% menos aproximadamente. “Se observó en los tres casos una reducción drástica en la velocidad de propagación una vez el fuego pasa de la zona sin tratar a la zona tratada, manteniéndose siempre en valores inferiores a los presentados” en la parcela sin tratar, indican las conclusiones del estudio, presentado en el Congreso Forestal Español.

Los resultados fueron similares en la temperatura del aire, la carga consumida de combustible y la cantidad de energía liberada (de 154.000 kW a un máximo de 27.000 en las zonas tratadas).

El plazo de tres años marca ahora un espacio temporal de referencia para que la prevención surta efecto. Los investigadores “observaron que el efecto de las quemas prescritas reduciendo la peligrosidad de incendios forestales solo es apreciable a corto plazo y que la peligrosidad se incrementaría a los tres años de haber realizado el tratamiento”, establece el estudio, con una conclusión similar para los desbroces.

Medio Rural advirtió a 35.300 dueños: multa de hasta 10.000 euros si no limpiaban las parcelas cercanas a las viviendas


El perímetro de 50 metros alrededor de casas y otras construcciones en entornos forestales está marcado en rojo. Se trata de las zonas más peligrosas en caso de incendio forestal por el evidente riesgo de que se propaguen hacia las viviendas y pongan en peligro incluso vidas humanas. Por ello, son terrenos que deben limpiarse de maleza cada año y carecer de especies pirófitas como los eucaliptos. Durante el año pasado, se tramitaron 35.326 notificaciones para advertir a dueños de fincas de una inminente multa en caso de no cumplir son sus obligaciones.

La normativa gallega obliga a los propietarios de fincas en ese perímetro, denominado franjas (o faixas) secundarias, a limpiarlos antes de junio y de la llegada del período de mayor riesgo de incendios. De no hacerlo, se enfrentan a que les carguen la factura de los desbroces y a una multa de 100 a 1.000 euros en casos leves, y de 1.001 a 10.000 en los graves. En situaciones de reincidencia, la multa puede alcanzar los 100.000 euros.

En 2018, la Consellería de Medio Rural, la Federación Galega de Municipios e Provincias y la empresa pública Seaga firmaron un convenio para mejorar este aspecto. Primero, en la comprobación de las franjas secundarias en 115 concellos, “inspeccionando ya 861.789 parcelas que suman 58.914 hectáreas”: el 66% está gestionado correctamente, según el departamento dirigido por José González. Después, facilitando los desbroces. Seaga se ofrece a realizarlos con un precio de 350 euros por hectárea.

Aun así, Medio Rural envió 35.326 notificaciones el año pasado a dueños “de parcelas no gestionadas de que en caso de que no hagan la limpieza se procederá a su ejecución por parte de la administración pública, con la consiguiente repercusión del coste y la imposición de la correspondiente sanción”. Además, Medio Rural asegura que el convenio con la Fegamp ha permitido tramitar 242 planes municipales contra incendios. De ellos, 164 están aprobados.

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