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Así investigan los detectives del fuego en GaliciaUIFO

Así investigan los detectives del fuego en GaliciaUIFO

INCENDIOS EN GALICIA

Rastreadores de incendios

La nueva Unidad de investigación con 15 agentes ambientales se desplaza por Galicia en busca del foco del fuego: su visión, la del dron y los ‘vestigios’ determinan las causas

¿Tú sabrías leer un libro en chino?, pregunta el coordinador de la Unidad de investigación de incendios forestales, Carlos Magariños. Como si fueran pictogramas o caracteres de un idioma para muchos desconocido, los quince agentes ambientales que integran este grupo de reciente creación –y dependiente de la dirección xeral de Defensa del Monte de la Xunta–, saben interpretar la caligrafía del fuego. Leen las huellas del incendio. Desplazados al foco de uno de los de mayor extensión de este verano, entre Salvaterra de Miño y Mondariz, se adentran en busca de las causas del incendio que devastó 215 hectáreas el 12 de junio. Hicieron falta 24 horas para controlarlo y casi 48 para darlo por extinguido. Junto con el coordinador Carlos Magariños van los coordinadores adjuntos Rafael Cudeiro y José María Carlés, el piloto de dron Luis Zarco y Alberto Porto, con el agente ambiental Iván Urtaza, que participó en la extinción.

Donde cualquiera ve un monte arrasado, ellos hallan ‘vestigios’. La colocación y las caras de una piña quemada de forma irregular les da idea de la dirección de las llamas. Carlos Magariños la coge en sus manos, observa cómo el fuego solo ha incidido en un lado. Comprueba que estuviera ahí durante el incendio y que no haya sido manipulada porque tiene una ‘cama’ hecha en la tierra. “¿Lo ves?”, señala Alberto Porto. Cerca de allí, Rafael apunta a unos brotes. La forma de su anatomía quemada revela por dónde los atraparon las llamas, como un tatuaje en la corteza. Unos metros monte abajo encuentran la siguiente pista. “Esto es para nosotros como una letra negrita subrayada”, ilustra Magariños. Allí, la ceniza derramada sobre el canto de una piedra, marca la dirección del viento. Proseguimos sobre el terreno arrasado. El dron que pilota Zarco sobrevuela la zona. Desde una pantalla se observa el monte a vista de pájaro con una nitidez casi fílmica que delata la rigurosa y lineal estructura de los pinos en ese monte reforestado. ¿Qué edad podrían tener estos árboles?, pregunto. Entre 15 y 20 años, contestan con unanimidad en unos pocos segundos.

Rastreadores de incendiosMarta G. Brea

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La cámara térmica distingue con colores las temperaturas del suelo. “Hay que saber leer lo que esas pisadas te van diciendo. Lo que ocurre es que a veces, o bien por los medios de extinción, o por el fuego, están deshechas”, completa Magariños. Así, hasta aproximarse al origen de las llamas que quemaron pinares, eucaliptales y frondosas en ese monte repoblado de la comunidad de montes de Uma, en Salvaterra, pero a solo 10 kilómetros de Ponteareas.

“Ha sido un rayo”, deducen por la marca que dejó en el tronco de un pino e incluso en la tierra. Ya se sabía por las primeras hipótesis, pero lo confirman. Una tormenta eléctrica y seca, con un rayo de carga positiva, estuvo detrás de aquel fuego, aseguran. “Se junta que hubo tormenta eléctrica en la zona y un acceso difícil a la zona de inicio. Un incendiario no se va a meter en medio del monte a plantar fuego, porque quizás no sea capaz de salir luego”, razonan.

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Incendio en Salvaterra: horas de angustia ante el avance del fuego hacia las casasPatricia Pedrido

“La lectura de vestigios es algo científicamente probado”, continúa Magariños mientras camina al lado de Alberto Porto. Hace solo dos días que él ha estado en la zona de la investigación. Seguimos hasta la zona acotada por cintas en las que se indica “No pasar”... Pero no está.

¿Y el árbol? “Alguien lo ha talado”. En lugar del pino que muestra en sus fotografías Porto, con la marca evidente de haber sido cruzado por un rayo, está el tronco a ras de suelo. “Alguien se lo habrá llevado”, conjeturan. El agente ambiental Iván Urtaza se queda, también, ojiplático. La difícil realidad con la que se encuentran estos ‘rastreadores’ del fuego queda patente en solo unas horas. Proceden a la ‘lectura final’: “La cabeza del fuego tiró, favorecido por el viento, en dirección suroeste y propiciado por la pendiente, en dirección este. Cuando lleva más de dos horas y media ardiendo, el viento cambia 180 grados y el flanco derecho, que era la parte menos complicada, se vuelve la cabeza del incendio. Casi un kilómetro de fuego, en vez de 300 metros. Empieza a cruzar el río y la ladera y la evolución del fuego cambia drásticamente y se hace prácticamente fuera del poder de extinción, al ser de noche y no haber medios aéreos”.

El análisis de pruebas ‘in situ’ como el tronco del árbol cortado

Frente a lo que cabría pensar, detrás de un porcentaje considerable de fuegos se encuentran negligencias, rayos o accidentes. No todos los incendios fueron intencionados, aunque sí la mayoría. El monte gallego es un rompecabezas con muchas caras. Y más en verano.

Los agentes de la UIFO tienen una media que ronda los treinta años de experiencia sobre el monte. Han llevado a incendiarios ante Fiscalía y también detectado algunos problemas eléctricos –entre otros– que causaban incendios. Antes participaban también en la extinción, pero ahora se centrarán únicamente en la investigación, sobre todo en las zonas más afectadas. La mayor parte de las pruebas encontradas (desde artefactos a colillas) se envían al Juzgado o al laboratorio. Se guarda una cadena de custodia y adjuntan fotos a su informe, con toda clase de detalles. “Es muy laborioso”, indica Rafael Cudeiro, “cada uno de los combustibles arde a una velocidad, y a veces se encuentran marcas de fuego cruzado, por haber utilizado cortafuegos en la extinción”. De hecho, si pueden llegar cuando el incendio aún está activo, eso adelanta su trabajo.

Agentes de la UIFO observan elementos naturales y usan un dron.

Como anunció esta semana el conselleiro de Medio Rural, José González, la persecución de los incendiarios y el conocimiento de las causas y los porqués de los fuegos es la razón de todo su empeño. “Podrán centrarse específicamente y con mayor intensidad” en investigar y “focalizar su labor en aquellas zonas del territorio más afectadas en períodos de alto riesgo o en situación de alta actividad incendiaria”, destacaron.

Los agentes están distribuidos en las cuatro provincias, pero cuentan “con movilidad total”. Estos días, se preparan para el posible inicio ‘real’ de la temporada. Aunque en el calendario hace casi un mes y medio que arrancó el riesgo, las condiciones climatológicas contribuyeron, junto con la prevención, a mantener a raya los fuegos. Los agentes de la UIFO desmienten que no haya ardido este verano. “Sí, ardió muchísimo. Lo que pasa es que ardió mucho menos que la media de los últimos años”, matiza Magariños. “El mes de julio de este año registró la pluviometría más baja de los últimos 5 años, aunque tengamos la idea de lo contrario. Lo que pasa es que se registraron temperaturas menores. Pero a efectos de lluvia, también hubo menos”.

“Se puede conocer por qué se originaron todos los fuegos, pero no la motivación”

En otros puntos como Cataluña y en previsión de la ola de calor que arranca hoy, han decretado el mayor riesgo de incendios de los últimos 18 años. Las leyes en Galicia han puesto a raya el cambio de los usos de suelo para frenar los fuegos con fines urbanísticos o la especulación con lotes de madera. Sin embargo, las quemas para pasto, la búsqueda de los ‘marcos’ (límites) de las fincas en verano, los pirómanos o simplemente el vandalismo… están detrás de muchos de los perfiles incendiarios. “En todos los fuegos se puede conocer la causa, pero no la motivación”, alega Magariños.

El acceso al monte comienza ya por la mañana. El traje ignífugo se completa con un ‘babero’ –como llaman coloquialmente a una armada tela de la que cuelgan una compleja tecnología de emisoras, móviles, tablet…– Pertrechados también con un dron, se dirigen al ‘origen del fuego’. Pista forestal arriba, dejamos una masa de arboleda de luto. “El fuego arde en todas las direcciones, pero siempre hay una más dominante, que nos va a decir de dónde venía, su dirección. Y eso será determinante para el origen del fuego. Otra de las curiosidades da idea de la peligrosidad a la que se enfrentan: los vehículos de los agentes de extinción siempre han de quedarse abiertos por si, en la huida del fuego, no pueden volver atrás y es otro compañero o persona de la brigada quien tiene que moverlo.

El análisis de pruebas ‘in situ’ como piñas o piedras con marcas del fuego.

Pero no todos son cenizas en la investigación. Siguiendo con los indicios, si los pinos que ardieron tienen las piñas abiertas –como era este caso– y sus cortezas no están totalmente calcinadas, eso indicará que pudieron echar a tiempo sus semillas. O, lo que es lo mismo, probablemente renacerán. De momento, reviven solo ‘carqueixas’ y brotes de eucalipto. 

Doce drones y 122 cámaras vigilan hasta el 70% de Galicia

La red de vigilancia en el monte con cámaras de última generación se mejoró con la instalación de 22 nuevos dispositivos, lo que permite disponer ya de 142 en toda Galicia, localizadas en 71 puntos estratégicos, con especial atención a las Parroquias de Alta Actividad Incendiaria (PAAI) y a las zonas de Alto Riesgo de Incendios, aseguran en Medio rural. “Hasta ahora, las cámaras instaladas permitían cubrir el 60% del territorio gallego y con estas incorporaciones se llegará a abarcar un porcentaje aproximado del 70%”.

Hay cámaras fijas, que giran 360° grados, reiteran los agentes de la UIFO: “Permiten distinguir incluso las matrículas de coches que discurren por las pistas forestales. Además, contamos con 12 drones y 18 pilotos, aunque hay más en proceso de formación”. Cientos de ojos para vigilar el monte.

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