Ser político

Santiago Lago Peñas

Santiago Lago Peñas

Ser político es difícil. Y lo es de forma extraordinaria en tiempos como los actuales. Fundamentalmente, porque el Mundo es complejo. Al menos, por cuatro motivos. Primero, porque los recursos son finitos y hay que escoger. Segundo, porque (casi siempre) existen intereses contrapuestos. Tercero, porque el conocimiento es imperfecto. Cuántas veces nos damos cuenta, pasado el tiempo, que visto lo visto, la decisión tomada hubiese sido otra. Y cuarto, porque las herramientas con las que cuenta el político tampoco son perfectas.

Todo lo anterior, obliga al político a escoger en la incertidumbre, buscando equilibrios entre ganadores y perdedores, teniendo en consideración efectos secundarios intencionados o no, e implementando su decisión con los mimbres disponibles, sin incurrir en ilegalidades. En una situación como la que estamos viviendo, todo lo anterior se acentúa hasta límites difíciles de soportar. Vaya por delante que yo no creo que aguantase y que lo hiciese significativamente mejor que los que están.

El político tiene hoy que atender y conciliar, entre otras, las legítimas demandas de hosteleros, artistas o empresarios del sector turístico, que ven que los reiterados cierres totales o parciales de sus negocios les está llevando a la ruina; las advertencias de los responsables de hacienda de cada gobierno de que el dinero no da para más; las advertencias de los sanitarios sobre un colapso inminente del sistema; el fundamentado consejo de los epidemiólogos de que un cierre como el de marzo-abril del año pasado devolvería a la curva de casos activos a niveles bajos, como los del verano; el recordatorio de los economistas de que ese mismo cierre total supondría retrasar al menos a 2023 la recuperación de los niveles de 2019, con el consiguiente aumento del paro, la pobreza, el déficit y la deuda pública. Y todos los anteriores sienten que tiene razón y que el político debe dar prioridad a su queja, advertencia o consejo.

La solución para el gobernante no es otra sino buscar un equilibrio que, lo más probable, no va a dejar satisfecho a nadie. Por supuesto, tenemos derecho a quejarnos. Pero no perdamos nunca de vista la complejidad y las múltiples dimensiones que tienen que atender, a la vez, los responsables políticos.

*Director de GEN (Uvigo)

Suscríbete para seguir leyendo