El 26 de mayo es ya una fecha histórica para el Partido Socialista de Galicia. Liderados por el fenómeno Abel Caballero, que firma una victoria estratosférica en Vigo firma una victoria estratosférica en Vigo (con 20 concejales de los 27 en juego), los socialistas están a un paso de recuperar todo el poder de las grandes ciudades, a excepción de Pontevedra, que seguirá en manos del nacionalista Miguel Anxo Fernández Lores. A Coruña, Santiago de Compostelaantiago de Compostela, Lugo, Ferrol e incluso Ourense -aunque en esta ciudad todo es posible- estrenarán, si fructifica la política de pactos con otras fuerzas de izquierda, alcaldes, todos ellos socialistas. Un éxito indudable, aunque con matices y no exento de enrevesadas negociaciones para formar gobierno. La estabilidad en algunos casos va a ser harto complicada. En todo caso, la victoria parece alumbrar un cambio de ciclo en la política municipal con el PSOE al frente. Y muy por encima Abel Caballero y su victoria de Guinnes.

Los derrotados de esta batalla se sitúan en los extremos: por un lado los "autodenominados alcaldes del cambio". A la vista de los resultados, los gobernantes de Santiago, A Coruña y Ferrol han dilapidado la confianza de sus ciudadanos en apenas cuatro años. Fin al experimento de las Mareas.

Y el segundo perdedor es el PP. La formación ha fracasado en su intento de recobrar alguna alcaldía. La apuesta personal de Núñez Feijóo al colocar en Ferrol y A Coruña a dos conselleiros no le ha dado réditos tangibles. En el primer caso, con José Manuel Rey Varela, se ha quedado a un puñado de votos; en el segundo el fiasco de Beatriz Mato es claro, porque lejos de crecer, el PP cae. Los coruñeses querían un cambio pero no el que le encarnaba ella.

Pero, sin duda, el golpe que recibe en Vigo es brutal: el PP ha pasado de 13 concejales hace ocho años a cuatro. Este hundimiento que lo empuja a la marginalidad en una plaza en la que el PP, con el propio Feijóo a la cabeza, se han entregado a fondo, con críticas sin cuartel a Abel Caballero, debería provocar una reflexión sobre su érratica -casi suicida- estrategia.

Aviso del 28-A

El éxito del PSdeG en estos comicios es más que notable, una segunda alegría en un mes. En las generales del 28 de abril ya protagonizaron un hito al convertirse en la formación gallega más votada, concentrando el 32% de los sufragios y acabando con la hegemonía del PP. El aviso a navegantes enviado entonces por los gallegos se ha convertido en una pesadilla. Su severa derrota le priva de nuevo del poder urbano -pierde el control real sobre un millón de habitantes- y acrecienta sus dudas sobre el devenir más inmediato. En el conjunto de Galicia, populares y socialistas están casi en un empate técnico, apenas 4.000 votos más de los primeros sobre los segundos. Y esta relación complica enormemente el futuro.

Porque en 2020 los electores volverán a las urnas, en esta ocasión para elegir al presidente de la Xunta. Sin despejar, una vez más, la incógnita de si repetirá Núñez Feijóo, lo cierto es que sea él o cualquier otro el cabeza de cartel del PP se va a encontrar con un escenario endemoniado: con sus adversarios otra vez al frente de las ciudades y probablemente en la mayoría de las diputaciones; con Pedro Sánchez en La Moncloa, es decir con los ministerios a la contra; con la dirección del PP nacional muy debilitada, y a la espera de si Pablo Casado supera este segundo trance; y con el acoso de Ciudadanos que no deja de arañarles votos. El futuro a corto plazo del PP pinta realmente mal, un paisaje que se convierte, en cambio, en radiante para Gonzalo Caballero, el secretario xeral del PSdeG, que de repente se encuentra con todo el viento de cola soplando en dirección a San Caetano. La cuestión es si sabrá aprovecharlo.

Los politólogos y estudiosos de los procesos electorales tienen desde ayer una cita ineludible con Vigo. Como los estudiosos de los fenómenos paranormales. Porque el triunfo de Abel Caballero es casi sobrenatural. Lograr en su cuarto mandato 20 ediles de 27 es una proeza difícil de explicar desde la racionalidad. Caballero ha conseguido empatizar, conectar, de una forma tan extraordinaria con los vigueses que éstos le han firmado un cheque en blanco. Probablemente esta victoria le permitirá repetir como presidente de la Femp, un logro colateral. Marea también pincha en Vigo y el BNG entra con un modesto concejal. Tras el desastre, otro más, del 26-A, toda la oposición viguesa podría desplazarse junta en un vehículo de siete plazas.

Una aventura de cuatro años

El viaje por el poder de Xulio Ferreiro, Martiño Noriega y Jorge Suárez, los autoerigidos en alcaldes del cambio, ha durado solo cuatro años En ese tiempo han despilfarrado el caudal de simpatía, confianza e ilusión recogido en 2015. Y no es porque los ciudadanos hayan dado un bandazo en sus querencias y se hayan entregado a los brazos del PP, sino que, de modo general, siguen con su inclinación por las fuerzas de izquierdas. La (no) gestión de gobierno ha cavado la tumba de las Mareas. Ahora está por ver el papel que eligen: si apoyar solo la investidura de los candidatos socialistas o si aceptarían formar un gobierno de coalición. En cualquier caso, la estabilidad penderá durante cuatro años de un hilo.

En Pontevedra, Fernández Lores seguirá gobernando con comodidad -con el respaldo del PSOE- pero ya no es intocable. La mayoría absoluta que se daba por segura no se ha producido y el PP da un salto cualitativo, insuficiente para la Alcaldía pero sí al menos para insuflarle esperanzas sobre un futuro cambio.

Ourense es el paradigma del caos. El_PP de Jesús Vázquez sale trasquilado, el PSOE crece y se sitúa primero, Democracia Ourensana pierde fuelle y Cs -liderado por un exlugarteniente de Vázquez- entra con fuerza. Dicho esto, la cuestión es ¿quién va a gobernar? En un escenario en donde las relaciones personales, los intereses y los egos en algunos casos son tan potentes, hoy es imposible dar una respuesta. Cualquiera de los tres candidatos podrían ser alcaldes, si entra en la ecuación la Presidencia de la Diputación. Lo que sí están garantizadas son las fuertes emociones.