Anque chova, vota. Aquel eslógan de la campaña del Estatuto de 1981 se convirtió pronto en un clásico. Una llamada a romper la tradicional inclinación abstencionista de los gallegos y un recordatorio de que el derecho a voto cobra más sentido cuando se ejerce. Casi cuarenta años después afloran los cambios: x a non chove como chovía. Galicia afronta hoy sus undécimas elecciones municipales bajo elecciones municipalesel influjo de un ambiente preveraniego, pero extasiada por el frenesí electoral que le lleva a votar en el plazo de un mes a sus voceros en las Cortes, y ahora, a sus representantes en Bruselas y a sus concejales en los municipios.

Pero la cita electoral es también una reválida. En ella se medirá si la inédita victoria que el PSdeG, y si se refuerza con ella la hipótesis de un posible cambio en la Xunta en 2020. Aunque no solo habrá un termómetro puesto en el bipartidismo. En las ciudades, las mareas afrontan su gran test de estrés -sobre todo en sus bastiones de Santiago, A Coruña y Ferrol--, la derecha calibra su fragmentación con la incógnita de Cs y Vox, y el nacionalismo quiere sellar su billete de vuelta en los concellos. La gobernabilidad quedará para después (las corporaciones se constituyen el 15 de junio), con el temor a posibles bloqueos: solo las mayorías que los sondeos vaticinan para Vigo y Pontevedra se perfilan como excepción al esquema que divide al bloque progresista del que compone el centro-derecha.

En todo caso, la configuración -y el color- del nuevo mapa político queda en manos de los 2,25 millones de gallegos que hoy están convocados a las urnas. Lo harán para elegir a los 3.271 concejales de los 313 ayuntamientos de la comunidad. Entre ellos, más de 46.000 ya emitieron su voto por correo, mientras que casi 60.000 podrán hacerlo por primera vez tras haber alcanzado la mayoría de edad desde las pasadas generales.

La incorporación de nuevos electores es una cara de la moneda que contrasta con la reducción del censo. La sangría demográfica también pasa factura en las urnas: en comparación con 2015, año de las últimas municipales, tendrán derecho a voto 36.000 personas menos en Galicia.sangría Y lo mismo sucederá con los concejales en liza. Habrá una reducción de 45 respecto a hace cuatro años, en parte por la fusión de Cerdedo-Cotobade, pero también por la pérdida de peso poblacional de Lugo y Ourense.

El andamiaje de la jornada electoral lo redondeará el despliegue de 6.907 agentes de seguridad que velarán por que las votaciones se celebren con normalidad en las 3.955 mesas electorales habilitadas y distribuidas en 2.424 locales. En Boiro (A Coruña) se implantará un sistema de pictogramas para facilitar el voto a personas con discapacidad intelectual. Según la Delegación del Gobierno, el gasto del 26-M en la comunidad ascenderá a 3,8 millones de euros.

Por partidos

Todo está preparado para que la atención se centre en lo importante: los resultados. Y ahí las interpretaciones fluctúan en función del prisma temporal con que se miren. El PP, tradicional amo de llaves del tablero político de Galicia, ya no obtuvo un buen resultado en 2015, al perder el mando en A Coruña, Santiago y Ferrol, y ceder los tronos provinciales de A Coruña y Pontevedra Pero entonces aventajó en más de diez puntos a su gran rival, el PSdeG, y recuperó pegada urbana en las autonómicas del año siguiente.

Pero nada de eso ocurrió el 28-A. El socialismo le sacó cinco puntos, le arrebató la primera plaza en las siete ciudades, y le dio un mordisco en la batalla de las expectativas para, descontado el triunfo de Abel Caballero en Vigo, disputar las alcaldías de A Coruña, -con Inés Rey-, Santiago -a través de la baza de Xosé Sánchez Bugallo- y quizá Ourense, propulsando al poder a Rafa Villarino. El interrogante se sitúa sobre la continuidad de Lara Méndez en Lugo.

Entretanto, todo apunta a que el PP, seguirá siendo mayoritario en el rural y el interior, sus fortines, en una cita en la que competirá en 72 plazas con Cs o Vox y a la que concurren cinco exconselleiros de Feijóo. Rey Varela tiene opciones en Ferrol, y Beatriz Mato en A Coruña y Agustín Hernández en Compostela entran dentro de las quinielas. Está por ver si Jesús Vázquez es capaz de sostener la alcaldía de Ourense.

Las últimas notas de color del mapa las pondrán las diputaciones. Los populares confían en arrebatar a la socialista Carmela Silva la de Pontevedra, una aspiración que depende en gran medida de la magnitud del resultado de Caballero en Vigo; y el PSdeG con desalojar a Manuel Baltar la provincia ourensana.

El tercer ingrediente del caldo electoral serán las mareas. Fueron las que mejor surfearon la ola de cambio en 2015 pero las que peor maduraron en las instituciones. Peligran sus tres alcaldías atlánticas, y por consiguiente, el futuro en el poder del coruñés Xulio Ferreiro, el compostelano Martiño Noriega, y el ferrolano Jorge Suárez. La fase 2.0 de la nueva política puede dar otra puntilla al proyecto rupturista, en el que Luís Villares -y sus aliados en las mareas de Lugo y Pontevedra, y otras secundarias como en Ferrol y Ourense- tampoco está fuera del radar.

Más optimista parece la foto del nacionalismo. Los sondeos apuntan a que el nacionalismo podrá conservar Pontevedra y regresar a Vigo y Ourense. Pero para ratificar -o rectificar- los pronósticos habrá que esperar a lo que depare hoy el escrutinio.