Aunque cada vez va a menos, la comunidad gallega ha arrastrado en su historia reciente problemas con la depuración de aguas residuales, tanto por la dispersión poblacional que dificulta que el tratamiento llegue a todos los núcleos como el retraso en la puesta en funcionamiento de las grandes instalaciones para atender a las grandes áreas urbanas. Sin embargo, todavía persisten determinadas disfunciones, como que el volumen de agua depurada suponga 3,4 veces el de agua facturada, un desfase atribuible a las deficiencias que arrastra la red de canalizaciones y también a la mala gestión.

Desde hace años Xunta y la Federación Galega de Municipios e Provincias (Fegamp) trabajan para dotar a la comunidad de un sistema homogéneo e integral para el ciclo del agua, de forma que el servicio sea similar en todos los municipios, junto con la tarifa. Sin embargo a pesar de las reuniones mantenidas entre ambas administraciones, no ha habido avances destacables más allá de hacer una diagnosis de cómo está la situación del ciclo de agua en Galicia.

Y uno de los resultados es la tremenda diferencia entre el agua residual tratada en las depuradoras y la que realmente se factura a los consumidores. Tres son básicamente las razones, según los datos de la Fegamp: las infiltraciones, dado que quedan en activo muchos tubos de hormigón en los que se cuela agua; una mala gestión administrativa; y que el agua de lluvia acaba en el sistema general y termina también en la depuradora.

La Fegamp asegura que los tubos de hormigón se van sustituyendo, pero que bloquear las pluviales es muy complicado, por no decir imposible, dado que exigiría un doble sistema de recogida separada de aguas.

Otro problema es que un alto porcentaje de la red abastecimiento está construida con fibrocemento, lo que significa que hay roturas y que en consecuencia se producen fugas y falta de presión en el suministro, y que lo conveniente es sustituir estas conducciones. En Lugo y Ourense, según los datos la Fegamp, apenas quedan, pero en la provincia de Pontevedra el 46% de la distribución está hecha de fibrocemento, mientras que en A Coruña ronda el 10%.