X. A. Taboada / Santiago

El agotamiento de las minas de lignito pardo en Meirama y As Pontes y unos años con unos niveles de lluvia bastante por debajo de los niveles normales han hecho aumentar la dependencia energética de Galicia. La materia prima existente en la comunidad para producir electricidad, calor y combustible derivado del petróleo para el transporte sólo alcanza para cubrir el 26,6% de las necesidades de los gallegos. Es decir, la capacidad de autoabastecimiento energético de Galicia sólo da para satisfacer una cuarta parte de lo que consume. El resto, hasta el 73%, procede de la importación, o bien de otras comunidades autónomas o del extranjero -básicamente petróleo-.

Los datos se recogen en el último informe elaborado por el Instituto Enerxético de Galicia (Inega), correspondiente al año 2005, y revelan además que el descenso de la capacidad de autoabastecimiento energético es una tendencia que se inició a principios de esta década. Y existen bastante probabilidades de que esta evolución se mantenga en los años 2006 y 2007, debido a que todavía fueron más secos que el anterior y a que las minas de carbón de Meirama y As Pontes continuaron bajando su rendimiento.

De hecho su clausura definitiva está muy próxima, pero las centrales térmicas seguirán funcionando, aunque con hulla importada y gas, lo que hará aumentar su dependencia del exterior.

La principal vía para compensar esta tendencia es la energía eólica, que de todas formas resultó insuficiente en 2005. "La energía hidráulica, debido a la baja pluviosidad, bajó un 35,1%, una bajada que parcialmente fue compensada por el aumento de otras energías autóctonas, principalmente la eólica, que se incrementó en un 33,3%", se plasma en el informe elaborado por el Inega, quien no obstante destaca que encima el consumo energético de los gallegos aumenta anualmente por encima del 3%, lo que lleva a demandar más energía del exterior.

El consumo de la comunidad autónoma en 2005 fue de 6.221 ktep -energía equivalente a la producida por mil toneladas de petróleo-, de la que un 41,6% se utilizó como combustible para el transporte, mientras que un 30,5% se destinó a la producción de calor, sobre todo en procesos industriales, y un porcentaje similar se consumió en forma de electricidad.