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¿Es posible un pacto para impedir incendios?

Javier Sánchez de Dios / santiago

Se ha hablado mucho de la necesidad de un pacto por el monte, y tras lo ocurrido este año, la cuestión es de máxima actualidad. ¿Se puede acabar con el problema de los incendios forestales sin ese pacto?

-alejandro gómez. Nunca está de más un pacto, sería altamente positivo. Primero porque el problema siempre genera, además de daños directos y personales, una enorme alarma social. Y esos perjuicios económicos y medioambientales pueden y deben atajarse, aunque un pacto por el monte no es una conditio sine qua non, algo imprescindible para lograrlo. Depende de la estrategia y los medios dedicados a combatir el fuego, pero sería un paso importante para encaminar soluciones y reducir el número de incendios, que este año ha sido excesivamente elevado. La tarea del gobierno anterior fue muy positiva, y probablemente ahora se vea con una mayor claridad.

-ANTONIO OCA. A mí me parece imprescindible por las características del país. Tenemos muy poco monte público, y entre los privados hay casi un millón de propietarios, aparte los montes vecinales en mano común con legislación propia. Incendios habrá siempre, es algo como las enfermedades de las vacas: lo que hay que hacer es prevenirlos. Los objetivos principales del INFOGA están perfectamente marcados: primero prevención, luego extinción, investigación de las causas y formación. Hace falta una cultura silvícola que a veces los propietarios de montes no tienen, y también la necesitan los montes vecinales. Hay que ir a la ampliación del concepto de monte, que no tiene por qué ser sólo forestal.

- javier iglesias. Creo que un pacto es fundamental. Por varias razones: la primera porque la utilización del monte únicamente como elemento silvícola no sería suficiente para evitar los incendios, que en todo caso será imposible erradicar del todo. Lo que es verdad es que el despoblamiento del rural tiene mucho que ver con los incendios, y mucho que ver también con los otros aprovechamientos diferentes al forestal. Y si nos fijamos en el monte gallego vemos que está casi todo en manos de propietarios, muy pocos de ellos además agrarios. Por tanto creo que es fundamental establecer ese pacto, un acuerdo que en todo caso ha de establecerse sobre todo el conjunto.

-¿Quién debería plantear y desarrollar ese pacto?

- gómez. Lo lógico será que lo proponga en primer lugar el gobierno gallego, la Xunta. El concepto político del pacto por el monte fue planteado en su momento por José Manuel Barreiro, y no sólo por la necesidad de que todos los afectados aporten ideas, como se hacía, sino para evitar que un tema trascedente, que genera tanta alarma social y tantos problemas personales, económicos y medioambientales sea objeto de controversia política. El concepto de pacto por el monte lo contextualizo como iniciativa de la Xunta, pero pidiéndole al gobierno del Estado que agilice los proyectos en materia de montes, porque eso está condicionando el texto que aquí se quería presentar. Hay ya en cualquier caso un decreto aprobado sobre zonas de riesgo y un Consello Forestal, y eso es tiempo ganado para esta legislatura. Pero insisto en que debe exigirse al gobierno central que se agilice la Ley de Montes, que va a ser el marco general.

-oca. Una de las mejores garantías para que el monte arda lo menos posible es revalorizar sus posiblidades, las actuales y las futuras: la mejor manera de que los propietarios cuiden el monte es que este sea útil económicamente. Eso no quiere decir que además el monte no deba tener una función social; hay que conjugar intereses, y un excesivo conservacionismo puede llevar consigo la desvalorización del interés que los propietarios puedan tener por el monte. Pero quiero añadir que caer en el mero aspecto productivista del monte es un error. No tengo nada contra los cultivos forestales ordenados, pero creo que hay que diversificarlos y compatibilizar esa riqueza con otras funciones. El pacto ha de promoverse por el gobierno y las fuerzas políticas pero también por los propietarios y la sociedad en general. Entrarían otras cosas, y no sólo el aprovechamiento maderero que se destina a tableros o celulosas. Y hay que concentrar, porque el monte está demasiado parcelado.

-iglesias. Yo creo que un pacto por el monte tiene que estar encabezado por el Parlamento de Galicia, no me cabe ninguna duda. Y creo que debe ser un pacto orientado a largo plazo, absolutamente consesuado: las políticas cambiantes de los últimos tiempos no favorecen la búsqueda de soluciones reales. Dicho eso debo añadir que toda la sociedad gallega debe estar en ese pacto, porque tengo muy claro, incluso como parte implicada, que el éxito podría pasar por la utilización agraria, no sólo forestal, del monte. En doble sentido: por un lado lo agrario propiamente dicho y por otro el trabajo para la limpieza del monte. Hay que plantearse de nuevo en este terreno el problema que se deriva del despoblamiento del rural porque conlleva entre otras consecuencias negativas el abandono del monte. Y hay que establecer objetivos que no sean específica y solamente forestales. Aparte de que resulta preciso ir a nuevas especies de crecimiento rápido, que no son monte propiamente dicho.

-Mientras ese acuerdo no llega, si llega, ¿qué hay que hacer?

-oca. La cuestión es amplia y es compleja. Lo que hay que reconocer es que el INFOGA, en extinción, y gastando bastantes recursos, hizo un trabajo razonable. Y aprovecho para decir que este tipo de problemas no pueden ser empleados por los políticos para tirárselos a la cara: hay que razonarlos y dialogar. Actualmente hay una serie de medios que es preciso reconocer, se hizo una comarcalización más o menos discutible, hay un trabajo de Concellos... No se puede bajar la guardia en una serie de dispositivos que hay, pero es clave que la ingente cantidad de dinero que se gasta cada año en extinción debe ir disminuyendo para atacar las causas que hacen que el monte arda. Hay que poner en valor el monte, interesar a toda la sociedad, hay que hacerlo rentable para los propietarios y hay que aumentar mucho más la ordenación de los montes. La ordenación y la organización, tanto la de tipo profesional como la cooperativa. La riqueza forestal parte de la integridad del valor del monte: no es una riqueza puntual, sino a largo plazo. Y quiero eludir de forma intencionada las críticas concretas a determinadas políticas pasadas, a pesar de que estoy en abierto desacuerdo con ellas, como es púlico y notorio. Habrá tiempo de analizarlas.

-gomez. Quiero hacer una reflexión: en Galicia hay más de un millón de árboles, tenemos la mitad de los recursos silvícolas de España, somos una potencia forestal. Lo que sí llevamos demostrado en estos años es que en cuanto a métodos de extinción Galicia tiene un camino muy avanzado, pero eso tiene que servir para reflexionar y decir que en este momento sería imprescindible revalorizar el cánon de la biomasa, que el Estado dedique más recursos a agentes y a formación e investigación, y debe hacerlo ya. Y sería muy interesante que en los Presupuestos de 2006 hubiese más dinero para extinción de incendios en Galicia, y que a nivel parlamentario quien tiene la obligación de dirigir las instituciones pusiese sobre la mesa urgentemente el Plan de Activación Forestal de Galicia, porque es el instrumento que propiciará el pacto político. Y estoy de acuerdo en que los incendios deben dejar de ser un instrumento de controversia partidaria, ése es el quid de este debate. No pueden ser un arma parlamemntaria para el desgaste del gobierno: a nosotros nos lo hicieron, aunque nosotros no lo haremos ni lo hemos hecho a pesar de todo lo que ha ocurrido. El pacto por el monte, ofrecido por el PP desde la Xunta, pediría esa conversión en arma partidaria.

-iglesias. Quiero felicitar a los medios de extinción, pero añado que no son suficientes. Bien entendido: no soy capaz de valorar ahora los recursos utilizados en los últimos años en extinción, pero fueron eficaces. Hay que mantener esa línea, pero creo que buena parte del peligro del monte radica en el propio monte, en dejar de utilizarlo, en abandonar determinadas utilidades. En épocas pasadas la gente iba al monte, usaba el tojo para el estrume, etcétera, y ahora ya no se hace. Un monte limpio puede arder, por supuesto, pero será mucho más difícil que el fuego adquiera las dimensiones enormes que se han visto este año en Galicia, en España o en Portugal. El monte abandonado, cuando arde, arde por cientos de hectáreas. Y hay otra cosa: falta la ordenación del monte, y esa ordenación es la que da la riqueza medioambiental a nuestro país. Debo insistir en que es absolutamente imprescindible aumentar los recursos destinados a la prevención sin abandonar la extinción. Y esa prevención pasa, como medida elemental si se quiere, por la limpieza del monte.

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