España regresa a ese lugar que abandonó en 2012. En aquella Eurocopa coronada con un recital inolvidable en Kiev cerró un ciclo glorioso en el que alcanzar las semifinales de un gran torneo empezaba a saber a poca cosa. Es lo que tiene acostumbrarse mal o tener poca memoria. Vino entonces el desierto y la selección de toda la vida, aficionada a regalar más espectáculo fuera del campo que dentro de él. No parecía que este fuese el año para cambiar la dinámica viendo el arranque del torneo. Pero como el fútbol es un deporte ingobernable, amigo de contradecir cualquier teoría, resulta que Luis Enrique ha devuelto al equipo a unas semifinales. A trompicones, eso sí, pero Wembley recibirá la próxima semana a una selección española que avanza en la Eurocopa aunque en ocasiones no sepa cómo lo ha hecho. Ayer sufrió ante una Suiza ordenada, seria y disciplinada que le generó mil problemas y que resistió en pie pese a los problemas que le surgían en forma de ausencias, lesiones o expulsiones. Una carrera de obstáculos para ellos. Pero aún así llevaron al límite a España hasta una discreta tanda de penaltis que sirvió para encumbrar a Unai Simón, convertido ya en el indiscutible héroe del torneo. Precisamente alguien que en la víspera no tenía garantizado el puesto de titular y que ante Croacia protagonizó una jugada delirante. Pero a Luis Enrique y a su equipo el fútbol parece haberles guiñado un ojo. Hubo Españas mejores, peores, parecidas...pero ninguna que siempre encuentre un soplido de aire a favor cuando más lo necesita o más le conviene.

Todo de cara

No puede tener queja España de cómo se fueron sucediendo los acontecimientos. Fue el suyo un partido que el destino quiso que jugase cuesta abajo. Suiza tenía la importante baja de Shakha (jugador esencial para los helvéticos) y a los pocos minutos se quedó sin Embolo. Por si fuera poco los suizos se metieron el 1-0 en propia puerta en el primer remate a puerta de los españoles. Y aún así España no disfrutó del control del partido. Tuvo la pelota, pero eso no es suficiente. El partido lo dominó Suiza con su planteamiento. Su seleccionador llenó de minas ese territorio en el que habitan Busquets y Pedri y España no supo encontrar otro camino alternativo más allá de las llegadas siempre entusiastas de Jordi Alba. Suiza en cambio sabía cómo atraer a España y cómo atacarla. Poco, pero siempre con sentido. La ventaja en el marcador no liberó a España que se sentía aprisionada. No ganaba ni un duelo individual y eso iba laminando su confianza.

El empate

Igualó Suiza tras un buen arranque del segundo tiempo que hizo justicia a su determinación y astucia. No eran mejores, pero tenían más claras las ideas ante una España que siempre pensó de más. Jugó sin instinto, mirando demasiado hacia la banda en busca de soluciones. Y Suiza lo entendió y acertó en la primera clara que tuvieron.

Sarabia, Ferrán, Morata...

La selección está en semifinales y ninguno de sus delanteros tiene a estas alturas la confianza para sentirse titular en el equipo. Ayer tocó versión discreta de todos. Sarabia no fue el de Croacia, Ferrán no existió y Morata jugó exhibiendo esa especie de conflicto interior que parece vivir. Luis Enrique acabó por sentarle por Gerard Moreno que tampoco es que cambiase decisivamente las cosas. Suyas fueron las mejores ocasiones y los grandes errores. Es un problema llegar a estas alturas del torneo y que ni uno de sus delanteros sienta que llega en el estado de forma y de confianza ideal para cambiar la historia de la Eurocopa.

Expulsión

Si Suiza tenía pocos problemas, el árbitro le buscó otro. La expulsión de Freuler poco antes de llegar a la prórroga les empujaba a un ejercicio de superivivencia. Y se pertrecharon para ello ante una España que comenzó a buscar rendijas. Casi siempre las encontró por fuera porque los pasillos interiores estaban más vigilados. En la prórroga tuvo ocasiones para liquidar la cuestión, pero unas veces la escasa puntería y otras las paradas de un seguro Sommer fueron estirando el culebrón hasta ese colmo del éxtasis que son las tandas de penaltis. Y ahí encontró España a su héroe.

¿Y ahora?

El nivel de juego no invita al optimismo, pero el viento de esta Eurocopa sopla siempre a favor de España. Y eso a veces es más importante que cualquier otra cosa.