Ni Hombre ni mujer, a ver, ¿qué quieres ser?

Ahora hay géneros y sexos para dar y tomar, y nosottros sin saberlo.

Ahora hay géneros y sexos para dar y tomar, y nosottros sin saberlo. / fernando franco

Fernando Franco

Fernando Franco

Escribir una columna no es tarea fácil ni para los que llevamos más de 40 años trabajando con ellas, unas veces con más suerte que otras. Así, por hablar de lo básico, hay que saber primero elegir el tema en base al interés que genera al lector medio pero de nada vale haber elegido bien si no se sabe construir con las palabras adecuadas. Por ejemplo, escribir hoy de esa nueva sexualidad que parecen estar impartiendo en los colegios que lleva a que niños recién dejados los pañales se pueden declarar transexuales o cambiar su nombre por otro de diferente género. Estos días lo he visto con mis propios ojos y supe de las clases que se imparten en defensa de los derechos de las personas en función de sus preferencias sexuales o de género. Hemos pasado de la cerrazón del franquismo en estas materias a todo lo contrario, un nuevo paisaje de posibles que ni siquiera sabíamos que existía. Se trata de la primera vez que en el Gobierno de España existe una Dirección General específica que tiene como objetivo la protección de la diversidad aunque los educados en etapas anteriores no sepamos de dónde saca tanta.

Nos dicen que se acabó la simplicidad, que ya no solo hay dos géneros, también existen personas intergénero, transgénero, transexuales... y así hasta los 37 géneros sexuales existentes. Atrás quedó el tener que elegir entre heterosexual, homosexual o bisexual. Ahora puedes ser pansexual, demisexual o queer, entre otras muchas opciones. Nos dicen que actualmente la sexualidad humana es muy diversa y las combinaciones son múltiples. De repente, de la chistera mágica del Ministerio de Igualdad salen nuevos conejitos y hasta de la filial trans existen varias subfiliales.

Pero la cosa no queda ahí, también se puede ser andrógino (mezcla entre mujer y hombre), neutrosis (género neutro, ni hombre ni mujer), personas de sexo no ajustado (no quieren calificarse ni como hombres ni como mujeres) y berdache (personas que se visten con ropa asociada al sexo opuesto). Te zambulles en las páginas de este ministerio promotor de nuevas identidades y te sientes como buceando por un diccionario de neologismos de la RAE .

O sea que ya sabéis: existen otras identidades de género que nunca habíamos siquiera imaginado como no-binario, agénero, bigénero, género fluido, pangénero, poligénero o intergénero, pero, si hablamos de orientaciones sexuales, ocurre algo similar. Lejos quedó la heterosexualidad, homosexualidad o bisexualidad. Ahora, también te puedes catalogar como una persona queer, o sea quienes no son heterosexuales o de género binario. ¿Quién puede sobrevivir a esta sopa de letras, a este maremágnum de sexos e identidades sexuales? ¿Quiénes entramos por fin en los vestuarios femeninos o masculinos de los gimnasios y quiénes en el ejército o en las competiciones deportivas?

Y el sexo para poner en DNI? ¿se elige? Depende de la persona a la que se pregunte. Hay una propuesta de eliminar los requisitos médicos y burocráticos para reconocer los derechos de las personas transexuales, de modo que la cosa no venga de la naturaleza como suponíamos, sino de la elección personal y así quede reflejada en ley. Y claro, con tanta diversidad, aparecen en el catálogo las fobias más inesperadas además de las clásicas de la psiquiatría: la homofobia, la transfobia y la bifobia, la discafobia, gordofobia, efebifobia... No sé si es lícito pensar que de la nada de la educación franquista hemos pasado a una Torre de Babel en la que se habla de derechos y poco de deberes y en la que se ha ampliado tanto el campo de lo políticamente incorrecto que, como en esa película española recién estrenada y que se sitúa en un Ministerio de Igualdad, vamos a acabar intentando entendernos por el lenguaje de signos.

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