Entrevista | Ignacio Morgado Neurocientífico

“Jack el Destripador y Teresa de Calcuta tendrían cerebros parecidos”

“Los dos nacieron con mucha reactividad emocional, pero por factores ambientales ella lo condujo hacia la bondad y él a la maldad y la violencia”

Ignacio Morgado estará en Club Faro el próximo viernes 17 de marzo.

Ignacio Morgado estará en Club Faro el próximo viernes 17 de marzo. / Gemma Miranda

Más de 85.000 neuronas trabajan constantemente en un órgano que pesa menos de kilo y medio y que determina la esencia del ser humano. El neurocientífico Ignacio Morgado desgrana de manera divulgativa los misterios de la composición y funcionamiento del órgano más estudiado de la historia en el libro “El cerebro y la mente humana” (editorial Ariel). El catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona estará en Club Faro el próximo viernes, día 17 de marzo  a las 8 de la tarde en el Salón de actos del MARCO.

– ¿Podríamos decir que somos nuestro cerebro?

– Somos nuestro cerebro y la mente que el cerebro crea, y si alguien cree que somos otra cosa diferente, que lo explique. La mente es la función del cerebro, no el producto como erróneamente he oído decir a algún científico recientemente. Semánticamente el producto es algo separable del productor, se fabrica en un lugar y tú te lo puedes llevar. En cambio, la mente no se puede trasladar del lugar de donde se fabrica, siempre está donde está el cerebro. La metáfora equivalente para explicarlo es la rueda y el movimiento.

– ¿Nos autoengañamos al decir “mi cerebro me engaña”?

– El engaño está en la propia expresión. Lo correcto sería decir mi cerebro se engaña a sí mismo, yo me engaño a mí mismo o soy un ser basado en una mente que tiene la capacidad engañarse a sí misma.

– ¿Podemos controlar la mente o va por libre?

– La mente la controla el funcionamiento del cerebro, el cual funciona por inercias propias de los genes que lo han creado y por una interacción con el ambiente en que vivimos. Es decir, en el control de la mente intervienen también las circunstancias que nos rodean, los estímulos a los que somos sometidos continuamente, las conversaciones a nuestro alrededor o nuestros pensamientos. Todos esos estímulos cambian nuestro cerebro, que es un órgano plástico que continuamente está cambiando para actualizarse y adaptarse a las circunstancias que está viviendo. Si viviéramos en un mundo estático donde luz, temperatura y demás factores fueran siempre iguales, no habría surgido en la evolución el cerebro, sino una máquina adaptada a ese entorno fijo. El cerebro es el producto de un mundo cambiante y tiene la capacidad de modificarse a sí mismo para que así pueda cambiar nuestro comportamiento

– ¿Lo que sí podemos controlar son esos estímulos?

– Sí, sobre todo los pensamientos que dirigen nuestra acción y nuestros sentimientos. El gran poder del cerebro y la mente humana es la capacidad que tienen de, utilizando nuestros pensamientos, crear nuevas formas de ver las cosas y nuevas maneras de sentir que nos permiten estar mejor, adaptándonos al mundo y consiguiendo así mayor bienestar.

"El gran poder de la mente humana es la resiliencia, la capacidad de cambiar racionalmente nuestros sentimientos para aumentar nuestro bienestar"

– O sea, que el mayor poder de la mente humana es la resiliencia.

– Si, la resiliencia es la capacidad que tenemos de modificar las circunstancias de nuestra vida para superar incluso grandes y difíciles situaciones, enfermedades, fracasos y pérdidas de todo tipo. El verdadero poder del cerebro y la mente humana es esa capacidad de manipular racionalmente nuestro mundo interior para marcarnos metas asequibles, para aumentar nuestro bienestar haciendo que los sentimientos negativos se conviertan en positivos o, como mínimo, se debiliten.

– Somos la especie en la que más ha evolucionado ese órgano, ¿cómo ha cambiado ?

– La evolución del cerebro se produce en escalas de tiempo de millones de años, es decir, si viéramos el cerebro de uno de los padres de la filosofía de la Grecia clásica y lo comparáramos con uno de hoy no notaríamos grandes diferencias, lo que ha cambiado es el mundo en que vivían ellos y en el que vivimos nosotros. Para que haya cambios significativos en capacidades mentales tienen que pasar millones de años. Tenemos un cerebro diferente al de los individuos que vivían e Atapuerca, aunque ya era parecido al nuestro.

– ¿Con lo cual, tampoco la llamada era digital supondrá ninguna modificación sustancial?

– No más de lo que ya influye nuestro comportamiento cotidiano y las experiencias nuevas que vamos viviendo, siempre ha cambiado más el entorno que nuestro cerebro. Si hoy en día un hombre o mujer tienen dificultades para elegir una prenda de ropa en unos grandes almacenes es porque el cerebro humano evolucionó para elegir bien hace unos cuantos miles de años, cuando las opciones que teníamos eran simples y escasas; era cuestión de elegir o comes o te comen, o vas a la izquierda o a la derecha.

– ¿Si las emociones han sido fruto de la evolución, por qué las rechazamos en favor de la razón?

– Porque la razón surgió después supuestamente para mejorar lo anterior. Las emociones surgieron hace 220 millones de años para que nuestro organismo respondiera rápido a una amenaza o se acercara a lo placentero. Sin ellas, muchas especies hubieran perecido y no existiría el homo sapiens sapiens. La razón tendría que ser más poderosa que las emociones, pero nació con un gran inconveniente: es lenta, necesita tiempo, y no se lo damos. La vida humana es una constante lucha entre emoción y razón, estamos permanentemente sometidos a circunstancias en las que ambas están enfrentadas. Solamente aquellas personas que han aprendido a darse tiempo para razonar y cambiar sus emociones consiguen un comportamiento adaptativo que no les crea problemas.

– ¿Existen cerebros físicamente más emocionales que otros?

– Sí. Hay que distinguir en la emoción dos características fundamentales. Una es la fuerza que tienen, lo que llamamos reactividad emocional, que es característica de cada persona y tiene un componente genético muy fuerte, hay individuos que ante un mismo estímulo reaccionan con mucha fuerza y otros con menos. Luego hay que ver hacia dónde encaminamos esa poderosa o débil fuerza, hacia el bien o hacia el mal. Y eso no depende de los genes, sino de la educación, la cultura y el ambiente que hemos vivido. Explicándolo con una metáfora, todos nacemos con un cañón aunque cada uno tiene su calibre, que es genético, heredado; hacia dónde apuntemos ese cañón ya depende del ambiente, la educación y otros factores que forman la vida de cada persona.

– ¿La maldad reside en el cerebro, se puede ver en él?

– Ninguna cosa tan concreta como la maldad, la bondad o el amor se pueden localizar, son percepciones mentales sin ubicación. Tampoco nadie ha encontrado nunca si hay algún grupo de neuronas que propendan hacia la maldad. Los cerebros de psicópatas analizados tras su muerte no difieren anatómicamente de los considerados normales. Lo que sí se encontró en algunos es una notoria falta de serotonina.

– ¿Entonces si analizásemos los cerebros de Jack el Destripador y de Teresa de Calcuta no encontraríamos diferencias?

– Las habría, igual que habría factores comunes: los dos nacieron con mucha reactividad emocional, con un calibre grueso del cañón que mencionaba antes. Ella apuntó hacia la bondad y él hacia la maldad y la violencia.

"Si alguna vez los blancos y los hombres han parecido más inteligentes que los negros y las mujeres es porque culturalmente han recibido más beneficios"

¿Y entre los de un hombre y una mujer, más allá del peso?

– Las hay pero no son relevantes. Si coges cien cerebros masculinos y cien femeninos y haces la media, te saldrá que el de la mujer tiende a pesar cien gramos menos y que tiene mejor conectado el cerebro derecho con el izquierdo, lo que redunda en mayor inteligencia emocional, que es la capacidad de utilizar la razón para hacer los sentimientos más positivos. Si analizamos comportamientos clásicos, el hombre tiene mayor capacidad espacial. Hay pequeñas diferencias en aspectos anatómicos y biológicos pero son tan moderadas y moduladas por la educación que en la práctica no se observan nunca. Por eso no hay ningún trabajo científico relevante que demuestre que los hombres son más inteligentes que las mujeres, ni al revés. Habría que acudir a inteligencias particulares y las diferencias son siempre de grupo, nunca de individuos, con lo cual te puedes encontrar un hombre con una inteligencia emocional superior a la de una mujer, y una mujer con mayor capacidad espacial que un hombre.

– ¿Ocurre lo mismo si comparamos etnias?

– Claro. Lo que ha diferenciado a unas razas de otras en su comportamiento inteligente ha sido la cultura y la alimentación, no la genética. Es como si plantas lo mismo en dos tiestos pero a uno le pones abono bueno y a otro malo. Eso es lo que ha ocurrido tradicionalmente entre blancos y negros e incluso entre hombres y mujeres; si unos han parecido alguna vez más inteligentes que otros es porque cultural y ambientalmente han recibido más beneficios.

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