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GALLEGOS A LA VANGUARDIA

“Estudiamos si la energía eólica offshore puede afectar al microclima”

El lucense Pablo Ouro Barba desarrollla en la Universidad de Manchester modelos de computación de alta precisión para el diseño de parques y turbinas de renovables marinas

El investigador lucense Pablo Ouro, trabajando en sus modelos computacionales

Reino Unido lidera la apuesta europea por las renovables marinas y, en los últimos meses, espoleada por la urgencia de reducir la dependencia del gas natural ante la guerra de Rusia contra Ucrania, ha incrementado su capacidad en eólica marina para 2030 hasta los 50 gigavatios. Esta estrategia implica la instalación de un mayor número de turbinas cuyo impacto en la atmósfera todavía no ha sido determinado. Pablo Ouro Barba (Lugo, 1989), investigador del departamento de Ingeniería Aeronáutica, Mecánica y Civil de la Universidad de Manchester, estudia cuáles podrían ser estos efectos para facilitar una adecuada planificación y transmitir a las empresas e instituciones y, sobre todo, a la sociedad que la implantación de las energías limpias es positiva.

“La interacción de los molinos con la atmósfera es un campo muy novedoso y en Reino Unido todavía no se han hecho estudios. Colaboramos con expertos en meteorología de la Escuela de Ciencias Ambientales de Manchester y queremos analizar cómo se va a integrar toda esta capacidad eólica con el microclima. Si se va a reducir el recurso eólico o si tendrá alguna influencia en temas de precipitación en el contexto actual de cambio climático. Lo que queremos es anticiparnos a 2030 y demostrar durante los próximos cinco años que no hay ningún escenario adverso o que los efectos son muy reducidos”, explica Pablo, experto en modelos de computación y simulaciones de alta precisión.

“La explosión de las renovables acaba de producirse y se ha acelerado tras el conflicto de Rusia y Ucrania. Desde el mundo académico tenemos que demostrar que este avance es positivo y cómo hacerlo bien. La industria, por su parte, tiene que desarrollarlo y bajar los costes y las administraciones, permitir que se implemente lo antes posible para que todos acabemos pagando menos y se mitiguen los efectos del cambio climático. Es el objetivo final de todo esto. Ya se ha visto que las renovables ni son extremadamente caras como se decía hace unos años ni encarecen la factura de la luz”, remarca.

Pablo Ouro, en un congreso

Esta necesaria planificación también pasa por cuantificar los efectos de las estelas que generan los molinos: “Si hay una granja a 30 o 50 kilómetros de otra es muy posible que la que esté más abajo genere un 70-30% menos de la energía prevista. Hay que equilibrar estos aspectos negativos con los costes de instalación de cables, los anclajes, etcétera. Hasta hace dos meses, el objetivo de Reino Unido para 2030 era de 40 gigavatios, pero llegar a los 50 implica instalar un número muy grande de turbinas cerca de la costa y con un tamaño cada vez mayor, casi en el límite de la ingeniería. Las interacciones entre ellas serán mayores, también dentro de cada granja, y necesitamos estudiar las predicciones de nuestros modelos desde el punto de vista de la producción energética”.

Pablo Ouro, en un viaje de vacaciones

Pablo estudió Ingeniería de Caminos en A Coruña y desarrolló un doctorado en la Universidad de Cardiff centrado en turbinas maremotrices. Consiguió plaza de profesor y, después de siete años, en 2020 dio el salto a Manchester como investigador permanente. “Aquí empezó el campo de la mecánica de fluidos y la turbulencia hace 130 años y mi grupo de energías renovables offshore es muy fuerte. Por mi ámbito y las perspectivas de las renovables en el país, es uno de los mejores lugares donde podría estar. Estoy muy contento”, celebra.

Pablo y sus compañeros de equipo desarrollan modelos de computación para el diseño de granjas, tanto maremotrices como eólicas, y también de rotores de eje vertical, además de realizar trabajos de consultoría. El lucense trabaja con empresas líderes de Reino Unido como Orbital Marine Power y Atlantis Energy, así como con compañías punteras de otros países como Suecia o España. “Hacemos una investigación muy aplicada, todo lo que hacemos es para que el día de mañana pueda solucionar un problema real. Y nuestra perspectiva es global”, señala.

Pablo recibió en 2015 un premio JFK de la asociación internacional IAHR por un trabajo sobre turbinas de eje vertical Hans de Lijser

“Cuando Reino Unido dice que va a desarrollar una tecnología no pone 2 millones de euros, sino cientos. Y hay una sinergia entre la industria y las universidades. Es un gran momento para nuestro campo y nosotros ofrecemos a las empresas tanto nuestros recursos computacionales como humanos. A veces se subestiman las capacidades de la universidad y, cuando yo empecé, siempre se decía que la investigación era muy lenta. Pero ahora estoy experimentando casi lo contrario”, comenta sobre su día a día en Manchester.

Respecto a España, Pablo ve a la industria británica más involucrada en la relación con las universidades porque “conoce los beneficios y capacidades de los investigadores”. “Hay departamentos que tienen conexiones, pero se necesita mejorar esto. Y más por parte de las empresas españolas, que deberían poner un poco más de dinero y ganas”, opina.

Galicia está apostando demasiado por la eólica flotante, todavía no es una tecnología madura. Hace falta más investigación y que las universidades aporten su conocimiento

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Le “encantaría” tener algún proyecto en Galicia, que cuenta con un “excelente” recurso, aunque cree que se está “apostando demasiado” por la eólica flotante: “Es interesante que se haga, pero todavía no es una tecnología madura. Hace falta más investigación y que las universidades aporten su conocimiento. A día de hoy, no hay ninguna granja de este tipo en el mundo y las tareas de mantenimiento, teniendo que subir el operario a una altura de 180-200 metros y considerando el oleaje, serán muy complicadas”.

En este sentido, Pablo aboga por trasladar a nuestro país la figura de las catapultas, con las que Reino Unido promociona sectores estratégicos como las energías renovables offshore o los semiconductores: “Yo he trabajo en varias iniciativas de este tipo. Son organismos financiados por el Gobierno que facilitan que las empresas dispongan de asesoramiento especializado para desarrollar un prototipo o mejorar un proceso. Son un puente para llevar los proyectos tecnológicos a la industria apoyados por investigadores. Funcionan muy bien y sería muy buena idea optar por esta ruta en Galicia y en España porque todos ganamos”.

Aunque en la mayoría de sus trabajos utiliza modelos de ordenador, también ha participado en algún ensayo de laboratorio. “Antes de la pandemia hicimos una investigación para utilizar turbinas de eje vertical en ríos de regiones remotas de Colombia y Brasil. Pueden estar situadas en rutas migratorias de peces y estudiamos cómo reaccionaban los salmones en su presencia. Hicimos test intensivos y no había impacto drástico. En este caso, colaboramos con biólogos. Me gusta la investigación multidisciplinar porque los resultados son mejores cuando sumas diferentes conocimientos”, subraya.

Y, aunque no es su campo de investigación principal, Pablo acaba de publicar en la revista Environmental Pollution, junto con colegas de la Universidad de Cardiff, un estudio sobre la acumulación de microplásticos en las tierras de cultivo europeas por el uso de fertilizantes derivados de los lodos de depuradora. Los resultados demuestran que Reino Unido tiene potencialmente la mayor cantidad de contaminación, seguido de España, Portugal y Alemania.

Pablo acaba de ser padre de un niño al que habla gallego “para que no pierda sus raíces” y, aunque echa en falta el verano, porque a la lluvia ya estaba “acostumbrado”, por ahora no se plantea regresar a España. “La sociedad británica es muy distinta a la nuestra pero tiene aspectos muy positivos como el respeto por el trabajador, los salarios y la conciliación familiar. Los investigadores que estamos fuera contribuimos al desarrollo económico de Reino Unido o de otros países y podríamos aportar este valor añadido a Galicia. Pero no podemos volver con contratos precarios de 2 o 3 años. Puedes dar medio paso atrás por una mejor calidad de vida, pero no tirar por la borda años de trabajo”, reflexiona.

Y es que los profesionales formados en las universidades gallegas y españolas no tienen nada que envidiar a los de otros países: “Caminos es una carrera dura, pero te da una formación comparable a la de las mejores del mundo. En Manchester tenemos visitantes de muchos países y está al mismo nivel. El número de estudiantes bajó por la crisis de la construcción pero es un título que te ofrece muchas perspectivas laborales y para la gente que se quiera dedicar a los renovables son muy buenas”.

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