Carlos Sanjuan, el médico jubilado valenciano que inició una campaña de recogida de firmas en change.org por la atención humana en las sucursales bancarias, puso de manifiesto con su lema “Soy mayor, no idiota” una reclamación de una parte de la población de edad avanzada que se siente excluida por una sociedad digital en la que la dependencia de las nuevas tecnologías supone un esfuerzo, un desembolso económico o un aprendizaje que no todas las personas mayores están dispuestas a asumir.
La iniciativa de San Juan, que se ponía como ejemplo de persona excluida por el sistema debido a las dificultades que el Párkinson que padece le produce para teclear números en una pantalla, enseguida fue apoyada por más de seiscientas mil personas que suscribieron su carta dirigida a las principales entidades bancarias del país y al mismo Banco de España. Curiosamente, esa adhesión se realizó a través de una plataforma digital.
Además de la banca online, que se impone como modelo único de un futuro inmediato, la era digital amenaza con aislar a parte de la sociedad, entre la que se encuentran personas mayores de 70 años, que se ven forzadas a vivir en un entorno que les coloca cada vez más barreras en su camino. Prácticas cotidianas como pedir una cita médica, realizar un trámite en la administración o adquirir entradas para un evento cultural no están al alcance de todos y generan mayor dependencia en muchos mayores.
En Galicia, con una pirámide de población envejecida y un notable porcentaje de residentes en el rural, muchos mayores se ven amenazados con un mayor aislamiento.
“No podemos decir que la brecha digital afecte a los mayores como colectivo, no todos son iguales, ni tienen la misma formación e intereses”, puntualiza Paula Sande, directora de Ategal-Aulas Senior de Galicia, una entidad de formación permanente de adultos colaboradora de la Xunta. “De octubre a diciembre tuvimos un curso de alfabetización digital en Lalín con la Fundación Esplai y te sorprendería la cantidad de alumnos interesados en usar aplicaciones como sencillas Whatsapp o en acceder a la compra de productos culturales como entradas para espectáculos”, comenta.
Sande considera que la campaña puesta en marcha por Carlos San Juan “nos está dando un toque de atención no solo para la gente mayor”, entre los cuales hay muchos con miles de seguidores en aplicaciones como Tik Tok o Youtube, sino para toda la población. “En ocasiones los problemas con los que se encuentran los mayores, también los puedo tener yo, con 44 años. La cuestión es que los programas y aplicaciones digitales sean asequibles, accesibles, fáciles de manejar y útiles”.
En este sentido, la directora de Ategal, comenta que “hay aplicaciones no ajustadas a usuarios de edad avanzada porque están hechas en despachos por jóvenes de veinte años”. De ahí que la entidad que dirige colabore con la Xunta prestando voluntarios mayores para probar sistemas en cajeros automáticos.
"Las aplicaciones tecnológicas tienen que ser útiles, asequibles, accesibles y fáciles de manejar para el usuario”
Aunque se declara defensora de la presencialidad, Paula Sande se muestra partidaria de que se aprovechen recursos digitales en el área de la teleasistencia. “Muchos que son reacios a las nuevas tecnologías, cuando tienen un problema de salud cambian de opinión. Un ejemplo es el de un señor que se dio cuenta de que las pulsaciones le iban mal por un reloj digital. Con el tema de la administración electrónica si les explicas que el Chave365 -sistema que permite a los ciudadanos identificarse y firmar documentos en la sede electrónica de la Xunta- es para entrar en su historia clínica, ya les interesa”, comenta.
Un tema que les preocupa a los mayores, según la directora de Ategal, es la protección de datos, “por eso son reacios a entrar en aplicaciones de videocoferencia como Zoom en las formaciones online o cambian a menudo sus contraseñas”. O también a usar un sistema avanzado de teleasistencia que geolocaliza al usuario y avisa al familiar asignado cuando el anciano llega a su domicilio.
“De momento sigo con libreta y tarjeta bancaria, sin entrar en internet ni nada de eso”, comenta Teresa González, vecina de Valladares de 72 años y representante del área de las personas mayores en el centro vecinal y cultural de la parroquia viguesa en la que reside. “Aquí la mayoría de los mayores prefieren ir al banco a que les atiendan de forma presencial, algunos tienen tarjeta porque les animé yo para que pudieran retirar dinero los sábados o cuando las oficinas están cerradas. Es muy cómodo porque en la pantalla te sale el saldo que tienes en la cuenta”, dice.
"Hay que respetar a los que no les apetece meterse en internet ni tener aplicaciones en su teléfono móvil”
La entidad vecinal de la que Teresa González es directiva organiza cursos de informática para la población mayor. “El que quiere meterse en la tecnología, se mete y punto, pero hay que respetar a los que no les apetece tener internet ni aplicaciones en su móvil”, afirma.
Jesús Bernárdez, “Caramuxo”, vecino de Cangas de 74 años, forma parte de la plataforma que reivindica la reposición de oficinas bancarias cerradas en varias parroquias de ese municipio y la ampliación de horarios de atención al público en otras. Cada miércoles se concentran delante de una entidad bancaria varios representantes de los colectivos integrados en esa plataforma, tanto asociaciones de vecinos como de jubilados, comunidades de montes y movimientos en defensa de las pensiones y la sanidad pública.
"No solo es ir al cajero automático, es que te cobran comisiones por una cuenta que te obligan a tener para canalizar mi pensión”
“En Cangas llegó a haber 18 oficinas, ahora solo hay seis. La zona del municipio que más padece este recorre es Aldán, que mantiene una oficina, y O Hío, que de momento no la han cerrado por la presión popular. Son poblaciones importantes que en verano tienen un incremento de habitantes y, además, hay que tener en cuenta a los mayores, que no todos saben fuchicar en el ordenador y prefieren pagar en la tienda en metálico y no con tarjeta”, comenta. “No solo es tener que ir al cajero, te cobran 120 euros al año de comisiones de mantenimiento de la cuenta cuando mi pensión se tiene que canalizar a través de la banca, no puedo elegir otra forma de cobrarla y encima me cobran”.
“Aquí estamos dando cursos de telemática e informática; no solo hacemos excursiones, viajes y cruceros”, explica José Piñeiro Bernárdez, presidente de la Asociación Gallega de Personas Mayores, entidad con sede en la viguesa calle de Pi i Margall, y de la Confederación Gallega de Asociaciones de Personas Mayores (Cogama). “El aprendizaje de cosas nuevas es muy difícil, más cuanto mayor se es. A algunos les resulta complicado porque es la primera vez que se agarran a un ordenador y empiezan de cero”, comenta este hombre de 95 años, que dice no tener ningún problema para manejarse por internet ni para pedir telemáticamente citas médicas.
"No hay derecho a que una persona en silla de ruedas tenga que estar esperando en la cola de un cajero al aire libre con frío y lluvia”
“Yo me manejo bien con el cajero automático y voy con bastón, pero lo que no hay derecho es que haya gente en silla de ruedas que tenga que estar esperando a la cola para retirar dinero, al aire libre, al frío y a la lluvia”, afirma.
Como integrante de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Cogama), entidad que ha acuñado un distintivo para “empresas amigables con las personas mayores”, Piñeiro afirma que “defendemos nuestros derechos, que se nos respete como personas mayores; nos acusan de que hundimos la economía cuando en realidad creamos puestos de trabajo” y se dirige a los políticos para “que entiendan que ellos también van a ser mayores y lo que hagan ahora les va a repercutir en su propia vejez”.
José Luis Iglesias Carril, vecino de una aldea del municipio pontevedrés de Agolada, exconcejal de su ayuntamiento y expresidente de la asociación de jubilados de la localidad, utiliza su vehículo para ir al pueblo a hacer sus recados, entre los que se encuentra realizar trámites bancarios. “Acabo de llegar del banco y hago todo con mi libreta. Me ofrecieron tarjeta para manejarme con el cajero automático, pero no la quise, prefiero hacer todo en mano y con el personal que trabaja en la oficina”, afirma. “De momento aquí aún nos quedan dos oficinas bancarias, las mantienen, no sé hasta cuando. Si las cierran no nos quedará otro remedio que andar con el cajero y las tarjetas. A mí no me importa, pero los hay mayores que yo que van a tener más dificultades. Muchos ahora dependen de un vecino que les lleve o tiene que coger un taxi”, comenta.
"Mi móvil solo permite hacer y recibir llamadas. Tengo ordenador pero no internet. Tampoco quiero tarjeta y tengo la suerte de que el médico viene a casa"
Aparte del recorte en la atención presencial en la banca, este jubilado de 72 años, no ha sufrido ningún inconveniente con la digitalización de otras operaciones que afectan a su vida cotidiana. “En el centro médico, cuanto menos gente tengan, mejor. Afortunadamente, los médicos y los practicantes [auxiliares sanitarios] se desplazan a los domicilios de los pacientes. Mi mujer, por ejemplo, vino hace veinte días del hospital por una intervención en la cadera y no tuvo que ir a la consulta para nada, pero el médico si vino a verla a casa siete u ocho veces”, explica.
La relación con las nuevas tecnología de este hombre, conocido en Agolada por haber tenido dos negocios de hostelería, es mínima. "Mi móvil no acepta ninguna de videollamada ni internet, solo lo uso para llamar y recibir llamadas; el de mi mujer ya es más moderno y puede verle la cara a la persona con la que está hablando", relata.
Un ordenador que le compró en su día a su nieto es el dispositivo tecnológico más avanzado que tiene en su casa. “No lo usamos para nada, solo de vez en cuando para ver fotos de cuando hice la Primera Comunión o para ver con la mujer cuál de los dos sabe más de informática”, bromea. “Acceso a internet en la aldea sí hay, un vecino lo tiene pero nosotros no lo contratamos, de momento no nos hace falta. Los trámites con la Xunta nos los hace mi hijo, que nos va sacando del apuro”, añade.