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Mujeres fuera de serie

La retratista del alma gallega

Mary Quintero cumple 75 años tras el objetivo y sus fotografías de estudio cuelgan en hogares de varias generaciones de vigueses. Fue pionera en las técnicas de retoque y coloreado, que expuso en congresos por todo el mundo. Una gran exposición recorrerá próximamente toda su carrera

Mary Quintero, en su casa de Vigo, rodeada de algunas de sus pinturas basadas en fotografías. / MARTA G. BREA

Entrar en la casa de Mary Quintero es un viaje a la historia de la fotografía. Y no un viaje cualquiera. Es un recorrido privilegiado de la mano de una mujer pionera en Galicia, una fotógrafa que fue la primera en firmar sus fotografías -en una época en que lo habitual era que el hombre lo hiciese por ellas- y una de las grandes expertas en las técnicas de coloreado y de retoque fotográfico.

María del Carmen Quintero -conocida artísticamente como Mary Quintero- (Melide, 1931) luce unos espléndidos 90 años y desde su primera exposición, que realizó con solo 15, lleva 75 años tras el objetivo. En todo este tiempo han evolucionado muchísimo las técnicas, las cámaras, los gustos de la sociedad… Pero hay algo que ha permanecido invariable: su búsqueda de la belleza y el entusiasmo por la profesión. No importa que fuera con aquellas primeras cámaras de flash de magnesio que llevaba con su padre por las fiestas de Galicia o el moderno móvil que cuelga hoy de su cuello, Mary ha perseguido siempre retratar a las personas hermosas, con el objetivo de conseguir que se sintieran felices.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer imaginativa, positiva y con muchas ganas de seguir haciendo cosas”

La fotografía forma casi parte de su ADN. Su padre, Aurelio, era fotógrafo de estudio y “minutero” - acudía a ferias y otros eventos con una cámara de cajón que permitía el revelado en pocos minutos- y su madre, Amadora, también trabajaba en el estudio que montaron en Melide. “Mi madre iba a emigrar a Argentina y fue a hacerse una foto. Cuando él la vio, ya no la dejó marchar”, cuenta Mary.

La pequeña pasaba las horas en el estudio acristalado de sus padres y, para entretenerse, coloreaba los tebeos y observaba a su padre trabajando en el laboratorio. “Sin darme cuenta fui aprendiendo el oficio”, reflexiona.

Su padre, admira la fotógrafa, “creía mucho en el valor de la mujer”, y por eso en el año 36 convenció a su esposa para que fuera a Madrid a aprender a retocar fotos en el estudio de un conocido de la familia, Pedro Jaraba. “Me llevó con ella, con 4 añitos, y nos pilló el estallido de la guerra”, cuenta.

Cuando la niña tenía 9 años, la familia se mudó de Melide a Lugo y allí la matricularon en clases de pintura y de piano. “Mi padre me enseñó la parte técnica de la fotografía, pero los conocimientos de pintura fueron clave para desarrollar mi concepto del retrato”, advierte.

Mary Quintero (segunda por la derecha), con sus padres, abuelos y hermanos Mary Quintero

Mary estudió hasta tercero de bachillerato y siguió trabajando en el estudio de sus padres. Poco a poco fue impregnando a sus fotografías de un estilo propio. Un día el director de Radio Lugo pasó por el estudio y su padre, orgulloso, le mostró los trabajos de su hija adolescente, que ya firmaba con su propio nombre. El periodista se quedó sorprendido por la imaginación y creatividad de la joven y se empeñó en organizar una exposición. Dicho y hecho, los trabajos de Mary, con solo 15 años, se expusieron en el Círculo de Bellas Artes de Lugo.

A partir de aquella exposición, las mujeres de la alta sociedad lucense comenzaron a pedir retratos a Mary, que ella realizaba con mimo. “Eran mujeres bellísimas y que se arreglaban mucho”, recuerda. Su fama se extendió y las viguesas comenzaron también a reclamar a la melidense que las retratara. Así, a menudo viajaba con su padre en autobús a la ciudad olívica para fotografiar a las más distinguidas señoras. Con aquellas imágenes realizaron una exposición en la ya reputada pastelería ‘El Molino’. “Fue espectacular; vinieron hasta del NODO”, destaca la profesional.

Mary Quintero desarrolló con mucha intuición el coloreado de las fotografías con pincel -aprovechando sus conocimientos de pintura- y, al igual que hizo su madre años antes, viajó a Madrid con 16 años para perfeccionar la técnica en el mismo estudio. “Llevé tres cartillas de racionamiento para colaborar con la familia que me acogió; en Lugo nunca pasamos hambre porque teníamos huertas, animales… En Madrid todo era diferente”, apunta. A pesar de las dificultades, aquellos meses fueron muy fructíferos para la gallega. “Fui a clases de arquitectura y esos conocimientos fueron esenciales para entender el espacio y para diseñar los decorados que utilizaría más adelante”, agradece.

Mary Quintero, en su puesta de largo MARY QUINTERO.

A su regreso a Lugo, sus padres la animaron a montar su propio estudio y así se inició como exitosa empresaria. “Cobraba las fotos coloreadas a 1.000 pesetas, que era un dineral para entonces”, relata. Ser mujer, lejos de convertirse en un problema, resultó una gran ventaja. “Las mujeres se sentían muy cómodas conmigo y yo podía tocarlas con naturalidad, retocar el vestido o el peinado… algo que a un fotógrafo hombre ni se le ocurría”.

A los 19 años, la fotógrafa se enamoró de Pepe Álvarez y se casaron muy pronto, “en esos tiempos, era la única forma de poder estar con la persona que querías… Todo era pecado”, lamenta. Él era un joven de una familia pudiente de Monterroso, propietaria de la Granxa Maruxa, pero a la vista del excelente recibimiento que la fotógrafa había tenido en Vigo, los recién casados decidieron mudarse a la ciudad olívica y montaron, en 1954, su primer estudio en la calle Urzáiz, en un segundo piso sin ascensor. “Mi marido se encargaba de toda la parte de contabilidad y yo de las fotos y a menudo viajaba a Lugo para asegurar la buena marcha de la granja”, resume la fotógrafa. Llegaron a ser una docena de trabajadores, la mayoría mujeres que ella formaba, y “todos adoraban al jefe”, afirma Quintero con orgullo. De hecho, todos fueron muy fieles a la empresa y una buena parte se jubilaron con ellos.

Mary menciona varias veces durante la entrevista lo afortunada que ha sido durante toda su vida y lo mucho que disfrutaba con su trabajo. Y lo hace con una sonrisa sincera y repleta de agradecimiento. Eso no significa que la travesía fuera fácil. “Trabajábamos muchísimo, incluso los fines de semana, que era cuando se celebraban las bodas, las puestas de largo, las fiestas de Carnaval…”, relata. “Llegamos a tener hasta 22 bodas en un día”, añade.

La pareja tuvo cuatro hijos y ni siquiera los embarazos frenaron el ritmo de esta entusiasta mujer. “Trabajé hasta el momento de parir y, como el estudio estaba en la propia casa, a los 3 días ya estaba con la cámara”, asegura.

Mary Quintero en un congreso como la única mujer participante MARTA G. BREA

Su marido nunca cortó las alas a la fotógrafa, que acudía a congresos por todo el mundo, donde la convocaban para que expusiera sus novedosas técnicas. “Al principio yo era la única mujer y daba charlas ante 1.200 personas”, relata. Más tarde, los rostros femeninos comenzaron a aumentar y entre ellos estaba el de su hija María, que fue la única hija que siguió la saga fotográfica. También el hermano de Mary, Roberto, se dedicó a la fotografía, aunque en el entorno industrial. “Él fue mi maestro en muchas técnicas y entre los dos tenemos recogida toda la historia de Vigo desde los años 50”, asegura. El hijo de Roberto continúa hoy en día tras el objetivo e imparte clases en el Instituto Marcote.

Lo extraordinario de Mary Quintero es la relación que lograba crear con muchísimas familias, convirtiéndose en un referente. “Después de la foto de la boda venían con los nacimientos de sus hijos, las comuniones, los enlaces de sus hijos, sus aniversarios… Se creaba un vínculo muy especial”, afirma.

El secreto de la melidense fue saber evolucionar con las épocas y ofrecer en cada momento algo diferente y creativo. Primero fueron sus pioneros retoques, que realizaba a mano con pincel y con los que lograba eliminar rojeces del rostro, elevar miradas o disimular defectos, “pero siempre de una forma muy natural, no como hacen ahora con el sistema digital, que es excesivo”, justifica la artista. Después pasaron de la luz natural a los focos y la llegada del color, “que fue un cambio brutal”, asegura la experta, que recibió más de cien premios a lo largo de su carrera.

Mary Quintero en sus inicios NOELIA SOUTO

Los decorados que creaba para las fotos eran famosos en Vigo y alrededores y su proyector, en el que colocaba diapositivas con fondos captados por ella misma, fue uno de los primeros en España y Portugal. “Era muy divertido sorprender a la gente con el resultado del proyector, que ofrecía una imagen totalmente real; de pronto podíamos hacer cualquier cosa encerrados en cuatro paredes y esa variedad era nuestro gran mérito”, considera. “Me gustaba sacar lo mejor de cada persona y conseguir que se sintieran guapos; el fotógrafo tiene que hacer un poco de psicólogo para entender a la persona que retratas y hacerla sentir cómoda”, aconseja.

“Me gustaba sacar lo mejor de cada persona y conseguir que se sintieran todos guapos”

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Numerosos políticos como Fraga o Ruiz Mateos pasaron también por su objetivo. “Fraga decía que nunca le había hecho las fotos de campaña una mujer, pero obedecía a todo lo que yo le indicaba sin rechistar”. También recuerda a un jovencísimo Adolfo Domínguez al que retrató “con un fuerte contraste de luz para que le diera personalidad, ya que tenía un rostro muy aniñado”, describe. Y a Moncho Borrajo, “que era muy fácil sacarle bien”.

En 2014 Mary y su hija -su marido ya había fallecido, “tras 67 años de feliz vida juntos”- decidieron que había llegado el momento de cerrar el estudio, que en esos momentos estaba en la calle Ecuador. “La gente ya no se hacía casi fotos de estudio, todo había cambiado y, además, mi hija quería iniciar un nuevo camino en la Granxa Maruxa junto a su hermana Marta”, explica Quintero.

Sin embargo, después de jubilarse Mary no ha dejado ni un solo día de utilizar la cámara. Abandonó el retrato, pero recuperó su faceta de pintora y experimenta con óleos y pasteles que parten de imágenes que capta con su móvil. “En casa o en la calle me fijo en un detalle, lo fotografío y luego lo convierto en algo irreconocible”, describe.

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Colección de fotografías de la fotógrafa Mary Quintero Mary Quintero

A sus 90 años, Quintero proyecta su creatividad también en las joyas, muebles y bolsos a los que dota de una nueva vida con originales intervenciones. Su otra gran pasión son sus cinco nietos y su primera bisnieta, a los que ve siempre que puede, ya que algunos viven fuera de Galicia.

En estos momentos tiene además puesta su toda su ilusión en un fantástico proyecto: ha cedido a la Xunta durante cinco años las fotografías, negativos, cámaras… Una inmensa y valiosa colección de sus 75 años de trabajo que pronto se mostrará en el Museo de Pontevedra. “Llevamos meses de conversaciones y ha sido un enorme trabajo clasificar todo el material, pero estoy muy contenta del resultado”, cuenta. Comenta con naturalidad que no sabe si llegará a la inauguración, que ojalá sea así, pero mientras tanto no se queda en casa: “Ahora he quedado a tomar unos vinitos”, comenta mientras nos despedimos esta maravillosa mujer fuera de serie. 

Las pioneras: Anna Atkins y el primer libro ilustrado con fotografías

La artista y botánica Anna Atkins (Tonbridge, Inglaterra 1799-1871) comenzó en 1840 a experimentar con los nuevos procesos fotográficos que estaban desarrollando en el ambiente científico de la Inglaterra victoriana. Tres años más tarde publicó Photographs of British Algae, un monográfico sobre las algas del Reino Unido, para cuya elaboración utilizó la cianotipia. Hoy en día es reconocido como el primer libro ilustrado con fotografías.

Su curiosidad por experimentar vino de su padre, John Children, químico, minerólogo y zoólogo, que educó a su hija en un ambiente intelectual poco usual para la época. William Talbot, creador del calotipo -con el que podía tomar “dibujos fotogénicos”-, y John Herschel, creador del cianotipo –con el que plasmaba la realidad en fotografías azul cian-; eran amigos de los Children y les enviaron muestras de sus inventos. Atkins aplicó el proceso para realizar dibujos precisos de especies científicas.

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