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La zoqueira del siglo XXI

La artesana pontevedresa Elena Ferro rescata desde su centenario taller familiar los zuecos, un calzado condenado a desaparecer, y lo convierte en un exitoso complemento de moda. En 2019 recibió el Premio Nacional de Artesanía y sus piezas taconean por medio mundo

Elena Ferro, en la tienda-taller de Merza, rodeada de sus diseños Eduardo Armada- Fundación Artesanía de Galicia

El abuelo de Elena, Perfecto Ferro, comenzó a fabricar zuecos en 1915, cuando tenía solo 15 años. Aprendió el oficio en Pazos (Silleda), junto a otro zoqueiro, y recorría las aldeas, de casa en casa, arreglando este calzado tradicional que tanto utilizaba la gente del campo, especialmente en lugares húmedos como Galicia. El oficio se lo enseñó después a sus hijos y así fue como el padre de Elena, Alfonso, y su tía Agripina, continuaron el trabajo en el taller, recorrían las ferias de la zona y todo ello sin descuidar el trabajo en el campo.

  • Un siglo de tradición zoqueira en Merza

    El taller de la familia Ferro festeja su centenario el día 19 con espectáculos de Viravolta Títeres o Sés y la recogida de calzado

Elena, la menor de cinco hermanos, nació en 1975 en la misma casa familiar de Merza (Vila de Cruces), y sus sentidos se estrenarían, ya en la cuna, con la visión de los zuecos, el olor del cuero y la madera y el sonido constante de las herramientas.

Y la pequeña Elena era feliz en ese espacio creativo donde pronto destacó por su asombrosa habilidad en todos los trabajos manuales: dibujaba, tallaba figuras de madera y soñaba con piezas imposibles.

“Las herramientas siempre me encantaron, mucho más que cualquier juguete”

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Elena Ferro se hizo cargo del taller familiar en 1999 y, con su tesón e imaginación desbordante, ha sido capaz de dotar de una nueva vida a este calzado tradicional, que estaba condenado a desaparecer, y convertirlo en exitoso complemento de moda.

Premio Nacional de Artesanía en 2019, sus originales diseños llaman la atención en todo el mundo y sorprenden con las continuas innovaciones que se cuecen en la tienda-taller de la parroquia pontevedresa y viajan a todo el mundo gracias a la visibilidad ilimitada que les aportan las redes sociales y la venta online.

Elena Ferro, Premio Nacional de Artesanía 2019

Junto a ella, en estos momentos trabajan sus hermanas Teresa y Chicha, además de tres personas de la zona. Y sus padres, ya muy entrados en los 80, siguen paseando por el taller observando orgullosos cómo sus hijas mantienen aquello por lo que ellos tanto lucharon.

Las hermanas de Elena Ferro y sus padres en el taller de Merza EDUARDO ARMADA- FUNDACIÓN ARTESANÍA DE GALICIA

La artesana asegura que nunca se sintió obligada a mantener la tradición familiar. Más bien lo vivió de una manera muy natural cuando terminó el bachillerato.

“Siempre disfruté en el taller, no tuve que tomar una decisión, simplemente sentía que era mi lugar”

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Sin embargo, a finales de los 70, con la mecanización del trabajo en el campo y el abandono del rural de muchas familias, los zuecos tenían cada vez menor demanda y el taller parecía condenado a desaparecer. Los Ferro, haciendo gala de su apellido, no se iban a dejar fundir tan fácilmente y, aunque sin abandonar del todo la fabricación del calzado, lograron mantener siempre abierto el negocio ampliando sus productos a la marroquinería, el trabajo de cuero, bolsos, carteras, cinturones, etc...

A mediados de los 90, Elena se empeñó en retomar la fabricación de los zuecos, pero quería adaptarlos a los tiempos actuales. “En aquel momento la gente sentía rechazo hacia este calzado porque era sinónimo de pobreza, pero yo estaba convencida de que si habían protegido a tanta gente del frío y de la humedad no podían ser malos”, destaca. Los primeros cambios, admite, no tuvieron éxito, pero la artesana había comenzado una revolución que, a base de arriesgar e insistir, pronto vería sus frutos. Elena consiguió rescatar los zuecos del fango y elevarlos hasta la pasarela. Diseños fantásticos que conservan la esencia del calzado tradicional y que vuelven a entusiasmar a la gente.

El taller Eferro fabrica actualmente unos 4.000 pares de zuecos al año. Taconean sobre todo en Galicia, pero también en el País Vasco, Barcelona, Alemania, Estados Unidos y Nueva Zelanda. Hasta la NASA se enamoró de un modelo de zueco-cohete de brillantes colores que compró a la pontevedresa y ahora lucen en la sede madrileña de la agencia espacial.

Las redes sociales han sido una herramienta más en el taller de la diseñadora, un trampolín que les ha dado una visibilidad inimaginable para un pequeño negocio en el corazón de la Galicia rural. Fue en 2010 cuando Elena comenzó a elaborar cuidadosos montajes en Facebook para presentar sus nuevos diseños. “Me divertía sacando los zuecos de contexto y usando un poco de retranca”, comenta. La gente empezó a compartirlo y sus seguidores a crecer hasta superar los 100.000 que tiene ahora. La familia entera ha arropado los cambios realizados por Elena.

“Mi padre tiene 85 años y casi no ve, pero palpa mis diseños y le encanta participar en los montajes”

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En la mesa de la casa de Merza la familia se reúne a diario: padres, tía, primo, hermanas… “Hablamos de todo y la relación es buena. Hemos conseguido que, aunque a veces discutamos, el ambiente sea bueno y eso es esencial para mí, para poder crear; con un mal ambiente de trabajo me sería imposible”, advierte.

Elena asegura con orgullo que “antes que zoqueira fui feiranta; aprendí primero a vender los zuecos que a hacerlos y eso es todo un honor porque gracias a las ferias el taller pudo sobrevivir”, dice. En el último año, la pandemia del COVID restringió al máximo estos mercados populares pero la diseñadora espera que pronto puedan volver a celebrarse. “En esta etapa la venta online fue nuestra salvación”, advierte.

Elena Ferro de pequeña en el puesto de zocas en la feria

Zuecos con piel de tipo leopardo o de vaca, zuecos para niños, tipo sandalia, con tacón, con cordones, lazos y hebillas. Pero también sets de fundas de cuchillos, cajas de picnic, colaboraciones con diseñadores… Elena no para de innovar. “Todos los días aprendemos algo; si en algún momento crees que ya sabes todo, mal asunto”, opina. Escuchar a sus clientes es, dice, su principal baza. “Hay que estar atentos a lo que la gente necesita. Por ejemplo, comenzamos a fabricar zuecos para veganos, sin cuero ni piel, y también calzados más flexibles que, aunque siguen siendo de madera tienen un corte con una goma que aporta mayor comodidad”.

La artesana también se involucra en los temas de actualidad y tan pronto lanza unos zuecos inspirados en las Letras Galegas como otros reivindicativos por el conflicto palestino. “A veces te encuentras con gente que te dice aquello de ‘zapatero a tus zapatos’, pero a mí me gusta posicionarme”, justifica.

La pontevedresa también es reivindicativa en su vida personal y no ha dudado en ser voz del colectivo LGTBI para reivindicar sus derechos y ayudar a la normalización e igualdad en temas de género. “Aún hoy en día hay mucha gente mayor y también jóvenes que se ocultan y lo pasan muy mal; es terrible que las personas sufran por amar a otras de su mismo género”, lamenta, al tiempo que relata la normalidad con la que su familia siempre la aceptó a ella.

En artesanía, Elena advierte que también las mujeres tienen mucho que pelear para trabajar en igualdad de condiciones que los hombres. “Nos hemos criado en una cultura machista y todavía nos cuesta empoderarnos. Para mí misma fue complicado asumir que yo era la encargada del taller y hacerme respetar; tuve que enfadarme muchas veces a la hora de comprar materiales o vender en ferias. Hemos avanzado bastante, pero hay que seguir luchando para no correr el riesgo de volver para atrás”, considera.

Y es que, aunque siempre hubo zoqueiras, la mayoría trabajaba en la sombra, como ocurría en la pintura del Renacimiento. En Vila de Cruces siempre se hablaba del ‘zoqueiro de Merza’, aunque la tía y la madre de Elena eran tan importantes en la fabricación de los zuecos como su padre. Elena logró hacerse un nombre propio y ella ya es, sin duda, la zoqueira de Merza.

Las pioneras Sofonisba Anguissola, la retratista del Renacimiento

La italiana Sofonisba Anguissola (1530 – 1626) fue la primera pintora del Renacimiento a la que se le reconoció su faceta artística.

Sofonisba Anguissola, Autorretrato, 1556, Museo Lancut, Polonia

Sofonisba Anguissola, Autorretrato, 1556, Museo Lancut, Polonia

Aunque sus padres no tenían vinculación con el arte, animaron a sus siete hijos -seis mujeres- a cultivar sus talentos. Sofonisba pronto destacó en la pintura y su padre la envió al taller de Bernadino Campi, con quien perfeccionó el retrato, género en el que pronto superó a su maestro y fue una gran innovadora.

Su condición de mujer le dificultó seguir desarrollándose, ya que disciplinas como anatomía o el dibujo al natural estaban vedados a las mujeres.

El Duque de Alba recomendó a Sofonisba al rey Felipe II de España y con solo 27 años se convirtió en la retratista real y dama de honor de la reina Isabel de Valois. Permaneció en la corte unos 20 años hasta la muerte de la reina y se casó de forma tardía en dos ocasiones.

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