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Del deseo a las estrellas: La trilogía del deseo (1)

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Emma Placer

Emma Placer

  • ¿Qué es el deseo sexual? ¿Es normal dejar de sentirlo? ¿Qué factores afectan al deseo? ¿Por qué ya no siento deseo? ¿Ya no me gusta mi pareja? ¿Se puede recuperar? ¿Es lo mismo decir “no tengo ganas de tener relaciones sexuales” que decir “no siento deseo”? ¿No sentir deseo es un trastorno? He perdido el deseo por las cosas cotidianas, también por el sexo. ¿Qué me pasa?

Demasiadas preguntas para contestarlas en un solo artículo, ¡así que se avecina trío! Esta entrega y las dos siguientes girarán alrededor del deseo.

El término deseo es muy difícil de definir. De su origen del latín de-sidere (“de las estrellas”) nos quedamos con la poética traducción esperar a lo que las estrellas nos traigan. Sin duda alguna, la palabra trae brillo y belleza, pero también confusión y desconocimiento, paradójicamente, igual que las estrellas del firmamento.

A todos los niveles, equiparamos desear con querer, ansiar, buscar, por lo que entendemos que es algo que motiva a realizar una conducta concreta (por ejemplo, desear comer jamón y no brócoli). Digamos que en el deseo no hay una motivación primaria como el hambre, la sed o la necesidad de mantener el equilibrio de nuestro cuerpo: es algo que hacemos porque queremos o nos apetece.

El deseo no es una fase concreta de la respuesta sexual, como sí lo son el orgasmo o la excitación. Es tremendamente meticón, ya que forma parte de todas las fases en mayor o menor medida y, a su vez, no es directamente visible. Lo que sí está claro es que sin deseo no hay respuesta sexual posible.

Desde las primeras investigaciones formales sobre sexualidad humana en los años 50 de Masters y Johnson, en las que el deseo no estaba físicamente presente, hasta las de Helen Kaplan unos años más tarde, en las que su modelo de respuesta sexual se reduce al tridente deseo-excitación-orgasmo, percibimos la diferencia de pasar de un estudio puramente biológico a un estudio integral de la sexología, en el que la percepción subjetiva de la persona es necesaria para que la relación sea agradable.

Hoy en día estudiamos el deseo como la fase que desencadena la respuesta sexual y como una variable psicológica que está presente en casi todas nuestras actividades.

¿El deseo surge automáticamente?

Sí y no. Puede surgir espontáneamente, pero también puede aparecer como respuesta a algo externo. Esos estímulos son muy variopintos: olores, sabores, formas de cuerpos, sonrisas, intimidad, palabras, sonidos… Lo que todos ellos tienen en común es que entran por los sentidos, incluso por el sexto. Y también existen los inhibidores del deseo; unos ejemplos muy claros pueden ser un olor desagradable o un gas inoportuno.

¿Es normal tener poco deseo?

El trastorno relacionado con el deseo que más se ha estudiado es el deseo sexual hipoactivo, que se relaciona con el bajo o nulo interés por la actividad sexual. Hay tantos estudios sobre él porque es la causa número 1 de consulta en sexología. Sentir poco deseo sexual o no sentirlo en absoluto causa mucho malestar, especialmente en una sociedad tan centrada en el sexo como en la que vivimos, y es un trastorno más habitual de lo que pensamos. En comparativa, los trastornos por impulso sexual excesivo, conocidos popularmente como ninfomanía en las mujeres y satiriasis en los hombres, son casi inexistentes, aunque también son muy problemáticos para las personas que los sufren: el sexo se convierte en algo de lo que dependen en vez de algo que disfrutan.

factores que afectan

La ansiedad y el estrés: son dos de los más importantes. A veces, el simple hecho de no sentir deseo o de no sentir el esperado nos genera ansiedad, esta apaga el deseo y el ciclo se retroalimenta, como la pescadilla que se muerde la cola…

El miedo: a hacer el ridículo, a que nos digan que no está bien o que no les gusta…, en general, a una evaluación negativa.

La pereza: dejar de tener fantasías sexuales, no usar la imaginación y tener un papel pasivo en la sexualidad afecta, y mucho, al deseo sexual.

La culpa: también nos afecta pensar que tenemos fantasías poco apropiadas o inmorales, porque estamos reprimiendo el deseo y los desencadenantes del placer.

En las próximas entregas os contaremos un poco más sobre el deseo enfocado al contexto de pareja, cómo afecta la falta de deseo a la relación y estrategias para reducir el malestar que provoca. 

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