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"Comunismo o libertad"

Isabel Díaz Ayuso, presidenta en funciones y candidata a la presidencia de la comunidad madrileña.

Cuanto más tiempo se hunden las narices en los libros de historia, más cuesta confiar en los reclamos publicitarios del presente. “Esta película ya la hemos visto antes...” A veces, basta con echar un vistazo a la sección de efemérides. Hace un par de semanas, por ejemplo, conmemorábamos el 90º aniversario de la proclamación de la Segunda República. Ya saben, ese breve periodo histórico que tantos cronistas coinciden en definir como el verdadero nacimiento de la democracia española (asumiendo eso de “democracia” no como lo conocemos hoy, sino como aquel sistema de gobierno en el cual la soberanía reside en el pueblo. Créanme, existe...). Un tiempo imperfecto el republicano, desde luego, pero con muchas más virtudes que los gobiernos anteriores y, por supuesto, siempre mejor que todos los posteriores, comenzando por el régimen dictatorial que le siguió. Curiosamente –históricamente hablando–, aquella república les debió su proclamación a unos resultados electorales –en aquel caso municipales–, y tuvo que cargar en su memoria con la falacia, repetida ad nauseam incluso hoy, de que ella solita fue la responsable de su propia destrucción. Como ven, la mentira y el interés político de unos pocos llevan toda la historia caminando de la mano...

Señalo esto porque, a vueltas con la actualidad, volvemos a estar ante un proceso electoral, en este caso a la Asamblea de Madrid, y a nadie le pasa inadvertido el hecho de que, de nuevo, el resultado de estos comicios bien podría ser un muestrario del inminente marco político español. Personalmente, reconozco que me preocupa lo que se vislumbra, del mismo modo que, a tenor de ciertas actitudes y comportamientos mostrados, también me preocupan la salud mental de algunos de sus principales protagonistas. Al fin y al cabo, se trata de las personas que, con bastante probabilidad, en algún momento acabarán tomando decisiones que nos afecten a todos como parte de la ciudadanía. Desde luego, casos para no estar tranquilos tenemos unos cuantos... Miren sino el ejemplo de los lemas de campaña.

“Hazlo por Madrid”, “Protege Madrid”... Señor, sólo les falta el de “Él no lo haría”, y cualquiera se echaría a llorar por Madrid. Ahora, evidentemente, el que más llamaba la atención era el propuesto por Díaz Ayuso. Ahora se ha quedado en “Libertad” (ole ahí por ese creativo... ¡Descansado debió de quedar!). Pero no olvidemos que en un principio hubo algo más: “Comunismo o libertad”. En serio. Sería divertido limitarse a pensar en ese community manager con la cara tan dura como para considerar que la cosa iba de esto, de no ser por otra cuestión más preocupante: ¿y si al otro lado hay quien se tome en serio semejante majadería? Porque, siguiendo con la cosa de las fechas, hoy es 25 de abril, de manera que, con las manos llenas de revolución y claveles, deberíamos tener ya más que aprendido que ni lo que practican unos es comunismo –Marx debe de estar descojonándose en su tumba–, ni muchísimo menos lo que proponen otros es libertad. No siendo que ahora entendamos libertad como la potestad para, dinamitada la sanidad pública, contratar el mejor seguro de salud privado que nuestro bolsillo pueda comprar, claro...

"Si lo que querían era meter el camelo, por lo menos podían haberlo hecho disimulando un mínimo compromiso"

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Miren, si lo que querían era meter el camelo, por lo menos podían haberlo hecho disimulando un mínimo compromiso. Aunque nada más fuese de manera aparente. Qué sé yo, algo como “Comunismo o sanidad”. O educación, o cultura, inversión o incluso economía... Pero no. Ahí fuera hay alguien con los valores tan cuadrados, que en su momento llegó a proponer “Comunismo o libertad”, pero solo porque para poner “o demagogia cutre de saldo y ocasión” no encontró a nadie que le aguantara el cubata.

Por suerte, no todo está en los lemas. Miren sino la medida estrella de varias de las propuestas: una rebaja fiscal que, en realidad, favorecerá tan sólo a un porcentaje muy reducido de madrileños –curiosamente a aquellos mismos que ya tampoco es que fueran muy necesitados de ayudas, precisamente–, ofreciéndoles un “ahorro” en impuestos estimado en unos 30 millones de euros. Dejen que se lo diga de otro modo: la comunidad que menos ha invertido en sanidad pública ofrece dejar de recaudar una cantidad con la que se habría podido contratar a unos quinientos sanitarios más. Y, oye, vale que ahora estamos de puta madre, y que todo nos va tan bien que para qué leches íbamos a querer nosotros más médicos. Pero, yo qué sé... Imagínense que de repente ocurre algo inesperado. Qué sé yo... ¿Una pandemia que nos deje a todos con el culo en evidencia? Llámenme agorero, pero... ¿Acaso entonces no echaremos en falta todo ese dinero público?

Y sí, ya sé que ahora es solo a los madrileños a quienes afectarán estas decisiones, pero, insisto: esta es la política que viene, y estas son sus banderas. A mí me da que “Sentido común o sentido común” hubiera sido un lema mucho mejor. Pero, claro, en ese caso... ¿a quién poníamos en el cartel?

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