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Teresa Delgado, en el Centro de Inserción Social de Vigo.Alba Villar

Mujeres fuera de serie

Una mujer en pos de la reinserción

Teresa Delgado es la directora del centro penitenciario de A Lama, única mujer en estos momentos al frente de una cárcel en Galicia. La verinesa, que puso en marcha el primer módulo de tratamiento mixto de la Comunidad, tiene una prioridad siempre presente: la reinserción

Teresa adora la libertad. Lo que más le gusta del mundo es viajar: destinos cercanos o exóticos. Lo importante es que ella puede decidir siempre dónde ir, cuándo volver, qué visitar… Y disfruta a tope del camino. Esa independencia y autonomía las valora aún más cuando, a diario, convive con personas que, por diversas circunstancias, están privadas de ellas. 

Teresa Delgado es la directora del Centro Penitenciario de A Lama y, en estos momentos, la única mujer directora de cárcel en Galicia. A su cargo están unos 900 reclusos -una cifra baja con respecto a los 1.900 que llegaron a tener- y cerca de 480 funcionarios.

Aunque lleva más de diez años trabajando en estas instituciones, su labor aún sorprende y despierta la curiosidad de sus familiares y amigos. Para Teresa, sin embargo, no entraña nada especial, es un trabajo normal que, por supuesto, las mujeres pueden desempeñar con la misma eficacia que los hombres. “A este trabajo no se llega por vocación, pero una vez dentro, es realmente apasionante”, asegura. 

¿Y cómo llegó Teresa a ser directora de A Lama?

¿QUIÉN SOY?

“Una mujer responsable y disciplinada y que creo firmemente en la reinserción. Lo que más valoro en la vida es la libertad”

La menor de tres hermanas nació en el seno de una familia de clase media en Verín. Su padre era propietario de una imprenta y su madre, profesora. Teresa y sus hermanas estudiaron en Verín hasta que llegó el momento de elegir carrera. La gallega se define como una persona “muy práctica” y, por ello, aunque la Historia le atraía mucho, finalmente optó por Derecho, “una carrera que me abría muchos caminos”, destaca.

Estudió en Santiago y disfrutó de la vida universitaria. “Guardo amigos y recuerdos fantásticos”, asegura. Al finalizar tenía una idea clara: no deseaba ejercer como abogada. Su espíritu práctico primó de nuevo y decidió preparar una oposición. El derecho penal era uno de sus preferidos y Teresa eligió las oposiciones al Cuerpo Superior Técnico de Instituciones Penitenciarias, en la especialidad de jurista. “Pero hija mía, ¿a ti te gusta eso?”, le preguntó su padre. “Bueno, eso ni yo misma lo sabría hasta que no comenzase a trabajar, pero desde luego el temario me parecía interesante”, relata la directora.

Teresa se trasladó a Madrid para preparar los exámenes y consiguió aprobar en tres años y medio. Y ahí comenzó su camino en un ámbito muchas veces rechazado -a veces por simple desconocimiento- para la mayoría de la sociedad. El centro penitenciario de Ibiza, una cárcel pequeña, de solo 80 internos, fue su primer destino. “A pesar de su tamaño reducido, mi primera sensación al entrar allí fue sentirme muy pequeña en un mundo muy desconocido. El ruido de puertas que se cierran al principio te intimida, no lo puedes evitar”, describe.

Tras un periodo de prácticas de casi un año, la gallega, ya funcionaria de carrera, fue destinada a Las Palmas de Gran Canaria, un centro más grande donde “me fui formando profesionalmente”.

“Trabajas con personas y la implicación es muy grande; me he pasado muchas noches sin dormir dándole vueltas a los casos más complicados”

Su labor como jurista de prisiones consistía, a grandes rasgos, en asesorar por una parte a los internos sobre su situación penal y penitenciaria y, por otra, a la dirección del centro en los diversos asuntos jurídicos. Además, era miembro de órganos como la Junta de Tratamiento, que valora las situaciones de los internos y su régimen de vida, o la Comisión Disciplinaria, que analiza conductas de los presos y decide si debe haber o no sanciones. “Trabajas con personas y la implicación es muy grande; me he pasado muchas noches sin dormir dándole vueltas a los casos más complicados”, admite la jurista.

Delgado no justifica de ninguna manera el delito, pero advierte que “hay que analizar muy bien las circunstancias de cada persona para entender cómo han llegado hasta aquí. La institución tiene la obligación de proporcionarles las herramientas para que puedan evolucionar y nuestra prioridad es siempre la reinserción que, aunque muchas veces es complicada, cuando la logramos resulta muy gratificante”, asegura.

Tras un año y medio en Canarias, Delgado tuvo la oportunidad de regresar a su tierra y comenzó una nueva etapa en la cárcel de A Lama como subdirectora de Tratamiento. “Era un reto enorme, un puesto de mucha responsabilidad, ya que este tipo de centros son de gran envergadura. Me producía respeto, pero finalmente acepté y fue una buena decisión; me di cuenta de que había encontrado mi sitio”, considera.

Teresa estuvo ocho años en el equipo directivo de A Lama, por lo que cuando en febrero de 2019 le ofrecieron ser la directora del centro, no sorprendió a nadie. Sin embargo, Teresa marcaba un hito histórico al convertirse en la primera mujer directora de esta cárcel y, en estos momentos, la única de toda Galicia (hubo antes de ella otra mujer que dirigió los centros de Teixeiro y Pereiro).

Teresa Delgado, en el Centro de Inserción Social de Vigo.

La incorporación de las mujeres a las instituciones penitenciarias es hoy bastante habitual, especialmente en el ámbito de Tratamiento (psicología, juristas, trabajo social y educación). Sin embargo, ellas siguen siendo minoría en los puestos directivos. En estos momentos en España hay 86 centros penitenciarios y solo 22 están dirigidos por mujeres.

El equipo directivo de A Lama rompe todos los esquemas: Está formado por siete personas de las que cinco son mujeres. La verinesa tiene a su cargo a cerca de 480 funcionarios y unos 900 reclusos. “Llegamos a tener a 1900 internos, así que ahora estamos mucho mejor”, indica. Asegura que nunca ha tenido que lidiar con actitudes machistas, ni por parte de los funcionarios (que en el área de vigilancia son mayoritariamente hombres), ni de los reclusos. “Es cierto que a veces tengo que demostrar mi valía más que un hombre, pero no me ha costado hacerme respetar”, afirma.

"Las mujeres reclusas han sido durante muchos años las grandes olvidadas”

Teresa se volcó desde sus inicios en lograr que las reclusas tuvieran las mismas oportunidades que sus compañeros. “Las mujeres solo suponen el 6% de la población reclusa, por lo que las cárceles están pensadas para ellos: durante muchos años han sido las grandes olvidadas”, advierte. La directora se empeñó en darles “el sitio que merecen” y ofrecerles las mismas posibilidades de formación y reinserción.

Los pasos que ha dado han sido enormes. En 2018 puso en marcha el primer módulo de tratamiento mixto de toda Galicia y tercero a nivel nacional. Hasta ese momento, las mujeres solo podían incorporarse a los módulos femeninos y ahora pueden elegir entre el de mujeres, el mixto o el terapéutico, para la deshabituación a las drogas, que antes solo era masculino. “Nos dio miedo el cambio, pero no hubo reticencias ni problemas de convivencia entre hombres y mujeres; se asumió con mucha naturalidad”, resume la directora.

También la igualdad se va instaurando entre los funcionarios: “En 2007, con la ley de igualdad, dejó de haber dos escalas en el cuerpo de Ayudantes, una masculina y otra femenina, la primera con muchas más plazas que la otra. A partir de ese año, solo hay un cuerpo al que acceden en igualdad de condiciones hombres y mujeres y hoy por hoy están al 50 por ciento”, describe la directora. 

Historia de la cárcel de Vigo: así vivían (y viven) nuestros reclusosHilda Gómez

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Doble confinamiento

Teresa se enfrentó también a una circunstancia inimaginable hace un año que, si bien creó una gran incertidumbre en todos los ámbitos, en el penitenciario mucho mayor: la pandemia del Covid-19.

En marzo de 2020 se suspendieron las visitas de familiares de presos a las cárceles y los ‘vis a vis’. Tampoco pudieron entrar las entidades colaboradoras, como oenegés, y las salidas de los presos se restringieron a lo imprescindible. “Es un doble confinamiento para los internos, pero lo asumieron con tranquilidad y no tuvimos incidentes. Hay que agradecer su comprensión y la gran labor de los funcionarios”, indica la directora. “Seguimos luchando, es una situación muy difícil. Hoy, cualquier decisión que tomamos está condicionada por el Covid”, añade. Las medidas fueron eficaces y, por el momento, tan solo han tenido siete casos positivos.

La pandemia también ha afectado a la vida personal de Teresa. “Mi gran evasión son los viajes y ahora no puede ser… El último que hice, a Filipinas, fue fantástico”, recuerda con nostalgia.

Disfruta de su vida familiar y sus tres sobrinas y también del cine, aunque lamenta los grandes errores que detecta en las producciones sobre temas carcelarios: “Con series como ‘Vis a vis’ la gente se lleva una idea muy equivocada de lo que son los centros penitenciarios”, lamenta.

Mientras no puede hacer la maleta, Teresa sigue volcada en su objetivo de construir un centro cada vez más igualitario y conseguir que la reinserción no sea una quimera. Al residir en una ciudad pequeña como Pontevedra no es extraño que de vez en cuando se encuentre con algún ex recluso que ha logrado rehacer su vida. “Me saludan, a veces incluso me dan las gracias, y ver que la reinserción ha sido posible es la mayor satisfacción del mundo”, concluye sonriente.

Las pioneras: Victoria Kent, la abogada que humanizó las cárceles

Victoria Kent

Victoria Kent (Málaga, 1891-Nueva York, 1987), hija de padres humildes pero de talante liberal, estudió Magisterio y Derecho.

Fue la primera mujer en entrar en el Colegio de Abogados de Madrid, en 1925. Además, fue la primera del mundo que ejerció ante un tribunal militar.

Durante la II República fue nombrada Directora General de Prisiones y se volcó en modernizar el sistema penitenciario español.

Se opuso al sufragio femenino en 1931, enfrentándose a Clara Campoamor. Creía que la mujer española carecía de preparación social y política y, debido a la influencia de la Iglesia, su voto sería conservador y perjudicaría a la República.

Con el estallido de la Guerra Civil, se exilió a París, donde ayudó a los exiliados españoles. En 1948 se trasladó a México y creó la Escuela de Capacitación para el Personal de Prisiones. En 1950 fue a Nueva York, donde analizó para la ONU el pésimo estado de las cárceles iberoamericanas. 

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