El MARCO de Vigo guarda tras sus muros cientos de violentas historias, las de los criminales que durante más de un siglo iban a dar con sus huesos a los calabozos en pleno centro de la ciudad. Así fue hasta que en 1987 la prisión se trasladó la Avenida de Madrid, donde las instalaciones hoy nada tienen que ver con aquellas oscuras celdas aseguradas por pesados cerrojos
Historia de la cárcel de Vigo: así vivían (y viven) nuestros reclusos
El Palacio de Justicia de Vigo albergó durante más de cien años las instalaciones de los juzgados y la cárcel. A diferencia de otros centros penitenciarios del país, la cárcel viguesa estaba situada en el centro de la ciudad y no tenía torres de vigilancia.
Historia de la cárcel de Vigo: así vivían (y viven) nuestros reclusos
Las gruesas hojas de madera de las celdas, con varios pasadores y una mirilla para vigilar a los presos, echaron el cierre en mayo del 87. El crecimiento de la ciudad obligó a buscar un nuevo emplazamiento y los presos encarcelados fueron trasladados al nuevo centro de la Avenida de Madrid.
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Las oscuras celdas y los cuatro patios interiores se quedaron vacíos. Más de tres mil metros cuadrados fueron abandonados durante años, hasta la construcción del Museo de Arte Contemporáneo de Vigo. En imagen, uno de los antiguos calabozos.
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La cárcel se dividía en dos zonas. En la primera, según se accedía por la puerta principal, se levantaban las residencias de los guardias y los servicios administrativos se encontraban en torno al patio central.
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Las horas del día se consumían entre la televisión, el ajedrez y salidas al patio. Mientras los presos practicaban baloncesto, fútbol o ping pong, al otro lado del patio los alumnos del colegio Lope de Vega también disfrutaban de sus deportes favoritos. Solo les separaba un gran muro.
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La prisión contaba con veinte celdas individuales con baño propio, que eran las más solicitadas. El resto eran compartidas con una distribución de camas como la que se ve en la imagen.
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La parte interior, separada por un muro, recogía el propio recinto carcelario. Los presos que requerían mayor vigilancia se apiñaban en uno de los pabellones. El edificio de dos plantas estaba rodeado de una especie de foso que formaban las paredes exteriores de los pabellones y el muro de la cárcel.
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El centro disponía de capilla, cafetería, sala de televisión, patio, peluquería, enfermería y un economato para internos y funcionarios. Cerveza, café o bocadillos eran los productos más demandados. El vino estaba prohibido.
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Los presos también tenían a su disposición una biblioteca que en sus inicios constaba de 1.300 ejemplares, en su mayoría, de formación profesional y geografía.
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En agosto de 1977 se produce la ocupación del nuevo centro penitenciario. La orden ministerial de aquellos años hablaba de dos centros, uno de diligencias y otro de cumplimiento. El primero sustituía a la antigua prisión. El segundo fue concebido como un centro de reeducación, destinado a condenados menores de 21 años.
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Eran los propios internos quienes se ocupaban de las tareas diarias. Su rutina pasaba por la cocina, con la elaboración de los dos platos del menú del día, las labores de limpieza y el lavado de ropa.
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Fuga por la puerta principal. Los presos Alfredo Sánchez Chacón, Rambo y Saturnino Cerezo Cancelas 'Canceliñas' consiguieron fugarse de la cárcel en noviembre de 1997. Aprovecharon la entrada de un funcionario y el retardo del cierre del portal para colarse por la puerta principal. Robaron un coche en las inmediaciones de la cárcel y lograron cruzar la frontera con Portugal.
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Y llegó el plan estatal de renovación de centros penitenciarios. La cárcel de la Avenida de Madrid fue reemplazada por el centro penitenciario de A Lama en junio de 1998. En su lugar se levantó un edificio dependiente de la nueva prisión provincial exclusivo para reclusos que disfrutaban de un régimen abierto. El resto fueron trasladados.
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Tras embalar sus pertenencias los reclusos abandonaron la prisión a las nueve de la mañana. Seis autobuses celulares de la Guardia Civil fueron necesarios para el traslado de los internos.
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Bajo un fuerte dispositivo policial, los casi 200 presos fueron trasladados en cuatro autobuses de 28 plazas y dos de cuarenta hacia el nuevo centro penitenciario.
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Cada autobús iba precedido de una furgoneta de la Policía Nacional y seguido de un coche patrulla de la Guardia Civil. Su destino, la cárcel de A Lama.
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Los muros de la antigua cárcel viguesa fueron derribados. Mientras se llevaban a cabo las obras, uno de los módulos de la antigua cárcel permaneció abierto. En él se encontraban 60 internos en régimen de tercer grado. Una vez finalizadas las obras pasaron a ocupar las dependencias del nuevo centro Centro de Inserción Social (CIS).
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Con una inversión de 3,6 millones de euros, el centro estaba destinado a internos en régimen abierto. Su misión era albergar y atender a cerca de 132 personas en tercer grado penitenciario.
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Un edificio con 67 habitaciones, una de ellas para personas con discapacidad; cocina; comedor, lavandería y zona deportiva. El centro dispone de dos patios, uno exterior de 618 metros y otro cubierto de 317, además de dependencias administrativas.
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Con una superficie superior a los 2.000 metros cuadrados, el verano de 2006 abría sus puertas el Centro de Inserción Social Carmen Avendaño Otero. Un reconocimiento público al gran trabajo que estaba realizando al frente de la asociación Érguete en favor de la reinserción.
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Las obras de construcción de la nueva cárcel de A Lama se iniciaron en noviembre de 1995. Un total de 1.008 celdas dobles que estaban repartidas en 14 módulos de cuatro plantas.
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En la planta baja se ubica la cabina de vigilancia, la sala de estar, el comedor, el oficio, el economato, la peluquería, el almacén y las máquinas expendedoras.
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La entreplanta es para uso técnico y las dos plantas superiores están destinadas a celdas, de once metros cada una. Dispone de un edificio deportivo cultural donde se ubica un salón de actos con capacidad para 216 personas, una biblioteca, 14 aulas, una pista polideportiva, gimnasio, piscina y vestuarios.
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El módulo sanitario consta de 81 camas, zona de rehabilitación y consulta de especialistas. El área de comunicaciones aberga 48 locutorios, 30 habitaciones para visitas familiares y otros tantas para los contactos vis a vis, que los internos pueden disfrutar una vez al mes.
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La ampliación del Centro de Inserción Social en los terrenos de la antigua cárcel quedó paralizado hace años. Los recortes en los presupuestos dejaron abandonadas estas instalaciones. La maleza a día de hoy crece sin control, invadiendo a los edificios cercanos. El deterioro preocupa a los vecinos que temen que se produzca graves siniestros.
El Palacio de Justicia de Vigo albergó durante más de cien años las instalaciones de los juzgados y la cárcel. A diferencia de otros centros penitenciarios del país, la cárcel viguesa estaba situada en el centro de la ciudad y no tenía torres de vigilancia.