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No son malvados, son simplemente estúpidos

Recibimiento a un “héroe” del pueblo en Oñate. FdV

Observemos con paciencia esta foto, aunque parezca ofender a la mirada. Corresponde a una bienvenida en Oñate a Xavier Ugarte, etarra que secuestró a Ortega Lara. Si reposáis en ella vuestra vista, veréis que entre quienes jalean a este tipo que se cree por encima de la ley cuando está debajo de todo, hay una diversidad social de eso que llamamos pueblo.

A la derecha, un cachorro rapado y antorchado que se entiende que esté ahí porque está realizando el ritual de la transición heroica de la adolescencia, tierna carne de cañón susceptible de encapucharse y pasear luego con la peña por la zona de vinos pecho afuera, como luchador del pueblo oprimido. Está en el País Vasco y tiene a ETA como recurso de autoafirmación pero si estuviera en Cataluña sería de esa camada de descerebrados que defiende la libertad de expresión de un tarado camorrista de oficio rapero llamado Hassel.

Recibimiento a un “héroe” del pueblo en Oñate. FdV

Detrás de él, sin embargo, podéis ver a un hombre emocionado al que podemos atribuir todos los rasgos de un tipo honrado y buen padre de familia. Pero está ahí. Enfrente, veis a una pareja -él calvorota y palmero- que podría entrar en los esquemas de un matrimonio normalísimo, de esos dispuestos a aburrirse toda la vida juntos pero, a su lado, un ser de gafas negras y catadura sospechosa porta en brazos a su bebé iniciándolo ya en esos usos en la etapa del cerebro reptiliano, una labor que redondearán luego en las clases de literatura, geografía e historia en las ikastolas. Detrás, otro padre porta también un bebé al que ya acostumbra a estas bienvenidas a seres convertidos en angélicos aunque salgan de la cárcel por asesinar a inocentes. Eso sí, no buscad porque no hallaréis a un intelectual entre ellos salvo que represente a una institución subvencionada. Ni a un espíritu viajero.

No podemos pensar que sea maldad lo que mueve a esta gente a estar allí presente. Los psicólogos sociales, sociólogos o historiadores harían aquí una amplia lectura, tan compleja que no se entendería y hasta lo relativizaría todo de tal manera que nos impediría atribuir responsabilidad o culpabilidad alguna. Simplifiquemos para entendernos. No es la maldad la que mueve a esta clase de nacionalistas -cumplidores y honrados quizás en su vida cotidiana-; no es maldad, sino estupidez. Como bien cuenta mi admirado Moreno Castillo en su Breve Tratado sobre la estupidez humana, no hay que atribuir a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez. Lo malo es que ésta es más dañina que la otra porque se puede luchar contra la maldad ya que actúa con cierta lógica, pero es imposible hacerlo contra la estupidez porque atañe a la condición del ser y es invulnerable a los razonamientos. Prueba de ello es que ni son conscientes de los estragos que a lo largo de la historia ha ocasionado ese nacionalismo redentor, que no ha beneficiado siquiera a la misma nación que dice defender. La estupidez, encima, es amnésica.

Podemos llamar a los de la foto idiotas, bobos, imbéciles, obtusos... pero nunca malvados porque pueden ser mejores padres o trabajadores o solidarios que nosotros pero les han metido desde niños en una jaula de la que no se puede salir, que impide pensar o razonar. Están apesebrados. ¿Qué mentalidad puede tener alguien que decide entrar en ETA o que la ampara como toda esa izquierda “abertzale” y de consentidores que miraron hacia otra parte en los años del terror y hasta contribuyeron a elaborar listas negras vecinales? Solo unos mataban, pero otros presionaban y había sólidos sectores sociales que apoyaban la criminalización de las conductas. Hoy aún convierten a los asesinos en héroes y los ensalzan en altares con recibimientos y cánticos, y cuelgan sus fotos en los bares al lado de la Coca-Cola y de las chicas Pirelli. Como los de esa imagen, que aún siguen.

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