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ALBERTO AVENDAÑO | Escritor y periodista

“España nunca ha entendido a la comunidad hispana de Estados Unidos"

Ex director de la Iniciativa Hispana de The Washington Post, retoma la poesía en Galicia y adelanta: “Kamala Harris será la primera presidenta”

Alberto Avendaño, esta semana en su casa de Vilagarcía. Iñaki Osorio

De regreso a España tras casi tres décadas de ejercicio profesional del periodismo en Estados Unidos, donde fue director ejecutivo de la Iniciativa Hispana de The Washington Post, Alberto Avendaño (Vigo, 1957) ha retomado su vocación poética con la publicación de “Pandemia. Poema (a)s” (Ed. Létrame) y la reconstitución, con Antón Reixa y Manuel M. Romón, de Rompente, grupo que revolucionó la poética gallega a finales de los 70 y actuó de pórtico de la movida viguesa.

–¿Qué es lo que le ha impulsado a escribir “Pandemia”: una necesidad personal, una obligación autoimpuesta, un reto …?

–Toda creación es reactiva. En este sentido cuando, hace un año, nos confinaron, (lo cual a mí me pilló recién retornado de Estados Unidos) fue precisamente ese estado, el de confinamiento, el que me llevó a pensar en términos de pandemia como proceso creativo. De manera que este poemario no es sino una reacción realizada desde la poesía, un arma cargada de presente que nos hace reflexionar y que provoca que actuemos, a la vez que un (re) encuentro conmigo mismo, un mirarse ante el espejo.

–¿Hay propuestas poéticas de Rompente que se reflejen en su obra poética posRompente y en este poemario en particular?

– Es que Rompente es quien yo soy, no lo puedo evitar. A veces nos dicen que fuimos los poetas de la movida de Vigo, pero nosotros somos la prehistoria de la movida, nacimos como colectivo en 1976 y nos disolvimos en 1983. Por eso, cuarenta años después, Rompente va volver, y volverá, cuando nos dejen, con recitales y con un nuevo libro que se va a titular “Que ostia din os rumorosos?”. Por tanto ¿qué hay de Rompente en “Pandemia”?, me preguntas: Pues precisamente esa reacción ante la realidad, una realidad, la de aquella época, que era una democracia despistada e incipiente en España y una Galicia cuyo mundo literario se miraba al ombligo

–A lo largo del poemario asoman la cabeza palabras que ya conocíamos pero que ahora adquieren otra dimensión. De todas ellas, ¿tal vez miedo sea la palabra reina?

–Yo más bien creo que el miedo lo que puede ser es un resultado, pero no la palabra que defina la crisis actual, que no es solo una crisis sanitaria sino también una crisis de valores, una crisis política y una crisis económica. Para mí, la palabra reina sería solidaridad, y no lo digo solo como esperanza, sino como algo en lo que realmente creo.

–Deduzco que es usted partidario del “Salimos más fuertes”, que fue el lema que utilizó el Gobierno español después de levantar el estado de alarma antes de verano. Y yo le pregunto: ¿Saldremos mejores?

–Es un buen slogan, igual que lo fue el “Esperanza” de Barak Obama, que significa todo pero no significa nada. Yo digo que hay esperanza y que saldremos mejores, sí, pero no con ese optimismo infantil, ingenuo y primario. De lo que se trata es de crear un optimismo de esencia humana, de preguntarnos en serio: ¿Vamos a seguir haciendo lo que estábamos haciendo antes, lo que nos ha llevado a esta situación? Si los pensadores, y los poderes económicos, llegan a la conclusión de que el bien compartido debe estar por encima del egoísmo zafio y del “pan para hoy y hambre para mañana” sí que hay esperanza, sí que saldremos más fuertes, pero de verdad.

–Nada nos une más que estar solos, dice en uno de sus versos. En estos tiempos de Internet/redes sociales, ¿sentise solo se ha vuelto más terrible que nunca antes en la historia?

–A mí lo que me parece es que la soledad se ha vestido con muchos disfraces, y que uno de ellos ha sido con esa prótesis nerviosa que nos dan las redes sociales e Internet en general. Como dije antes, esta pandemia nos ha puesto a todos delante del espejo, nos ha obligado a realizar un ejercicio de soledad. Cuando escribo “Nada nos une más que estar solos” lo que digo es que esta soledad en que vivimos es la unión de muchas soledades y que eso, a mi juicio, nos hará mejores. Respecto a lo que me preguntas, pues tienes razón, claro, porque es que, encima, antes de que irrumpiese esta crisis, incluso habíamos llegado a idealizar esa vida virtual pero, cuando la realidad nos obliga a vivir virtualmente, nos asesta una ostia bien fuerte.

– La gestión de la pandemia por parte de Donald Trump está considerada unánimemente como de las más nefastas de los países occidentales, pero los analistas creen que no ha influido en el resultado de las eleciones. Porque, a todo esto, Trump ha sido el candidato más votado de EEUU… después de Joe Biden. ¿Estamos pecando de excesivo optimismo sobre lo que puede, o no puede, hacer Biden?

–Bueno, en primer lugar matizo: la gestión de la pandemia de Donald Trump no es que fuese nefasta, es que fue inexistente. Y a eso que hay añadir que una cosa es no hacer nada por ignorancia, incapacidad o torpeza, y otra muy distinta no hacer nada por estrategia. Y este es el caso. La estrategia Donald Trump, como toda estrategia que lo que busca es agarrarse al poder, fue de búsqueda del debilitamiento total de las instituciones del país más poderoso del mundo, favoreciendo, con el miedo y el engaño, el fanatismo de un espectro amplio y diverso de la población.

–¿De qué, de quién está surtida socialmente esa base de la que han emanado los millones de votos trumpistas?

–En primer lugar, de una serie de élites económicas, claro. Y después, de grupos neonazis, de supremacistas blancos, de desarraigados, de resentidos…y no vale decir que es gente que se ha quedado atrás, que ha perdido dinero. No, no: nadie se ha quedado más atrás en la crisis económica de Estados Unidos que los negros y los latinos, y la mayoría de ellos no ha votado a Trump. El problema es que los votantes de Trump que citaba tienen unas ideologías muy peligrosas y, contra ellas, lo que hay que hacer es derrotarlos, y hacerlo en las urnas, para después minimizarlos. En cuanto a lo de los millones de votos, ahí lo que hay que hacer es otro tipo de análisis, más complejo, porque esa misma base es la que tenía Hitler en Alemania y no obstante la perdió.

–Pero no todos los votantes de Trump son nazis, ni supremacistas, ni desarraigados…

–Por supuesto, pero sí que todos se caracterizan por vivir por y para una sola idea. También están los católicos y cristianos fundamentalistas, que tienen un gran poder en EEUU, y que vieron en Trump el único candidato que podía prohibir el aborto, algo que, por cierto, les prometió, pero que no hizo.

–Ha citado usted antes a Hitler, pero hay una significativa diferencia. Cuando Hitler comienza su carrera política, los nazis eran minoritarios. Sin embargo, cuando lo hizo Trump ese amplio sector de la sociedad norteamericana ya estaba ahí, no lo creó él, lo que pasa es que nunca antes se había visibilizado tanto.

–Estaban ahí y seguirán estando porque forman parte de la historia de Estados Unidos. Pero lo que nunca había ocurrido antes es lo está pasando dentro del Partido Republicano que, desde hace unos años, concretamente desde los año 80 con Ronald Reagan, se está convirtiendo en otra cosa. Por lo tanto, no es la sociedad americana la que está cambiando, sino el Partido Republicano, que se está transformando, y ese es el peligro, porque emergen figuras cuyo discurso extremista atenta contra los principios fundacionales del país y que son los que están tomando las riendas del partido, y ello para satisfacción, además, de potencias como Rusia y China que estuvieron encantadas con Trump, y que lo volverían a estar, en caso de que uno de estos elementos volviese a presidir EEUU.

–¿China encantada con Trump?

–China y Rusia: para ellos ha sido toda una satisfacción contemplar cómo se han removido los mismos cimientos de su principal país competidor. A chinos y rusos les interesa eso como les puede interesar el Brexit, la debacle de la Unión Europea o la atomización de España.

–También los analistas afirman que, en el fondo, la política de inmigración de Obama fue más dura que la de Trump pero, claro, con maneras más suaves. ¿Está de acuerdo?

–Aún reconociendo que la política de inmigración de Obama fue muy dura, y eso es algo que yo viví muy de cerca profesionalmente, esa es una información que hay que coger con pinzas. Intentar juzgar a Trump diciendo que su política migratoria fue menos dura que la de Obama es una falacia porque la política migratoria de Obama fue, desde mi punto de vista, torpe y no suficientemente eficaz, pero la de Trump fue inhumana y mandó los peores mensajes ideológicos que se pueden enviar a una sociedad para enfrentar crisis sociales y humanas.

–¿La minoría latina o,si lo prefiere, hispana, ha perdido posiciones de influencia tras la legislatura de Trump?

–Para empezar, el tema de los hispanos de Estados Unidos se entiende aberrantemente mal desde aquí. Los medios de comunicación en España caen en la trampa de considerar lo hispano como parte de lo inmigrante de EEUU, y eso es falso, tanto estadísticamente como en la realidad. Desmontada esta imagen, hay que decir que lo latino está innecesariamente separado de la marca España porque los sucesivos gobiernos españoles lo han querido así , y eso que este país goza de mucho prestigio en las comunidades estadounidenses. Y respondiendo a tu pregunta, los hispanoestadounidenses siempre han estado ahí pero a diferencia de otras comunidades, carecen de poder económico (ese poder solo existe a nivel de consumidor), no tienen una capacidad de lobby, de influencia. Y sin esa capacidad de influencia, no puedes influir en nada en Estados Unidos: nos falta un liderazgo hispano/latino de EEUU.

–Por otra parte, le recuerdo que también hubo voto latino a Trump.

–Sí, claro. Entre la comunidad latina hay una base conservadora y tremendamente religiosa que ha apoyado a Trump, y lo ha hecho en un estimable porcentaje.

Joe Biden y Kamala Harris llegan al Capitolio

Joe Biden y Kamala Harris llegan al Capitolio Agencia ATLAS | Foto: Reuters

–Antes no me ha contestado a si pecamos de cierto optimismo con la llegada a la presidencia de Biden. Le reitero la pregunta y a su vez le pregunto otra: al margen del restablecimiento de relaciones con la Unión Europea, ¿habrá alguna qué otra novedad de la política exterior posTrump?

–Es que cuando la casa se ha puesto tan patas arriba, el primer paso es volver a asegurar las puertas y ordenarlo todo. Quiero decir que lo que espero de la legislatura de Biden es eso: que va a reordenar lo desordenado por Trump. En cuanto a los cambios en política exterior, yo voy a posicionarme y creo que va a ser Kamala Harris la que traiga una política global que se diferencie un poco del círculo vicioso que suele ser la política exterior estadounidense.

–¿Se refiere a la Kamala Harris vicepresidenta o a la futura primera presidenta de Estados Unidos tras las próximas elecciones?

–A la futura presidenta. Yo espero eso, sí.

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