Cinco días después de su debacle en las urnas gallegas y vascas, Podemos reunió ayer a su ejecutiva para analizar los resultados, en un encuentro marcado por la falta de autocrítica y la confianza en el líder y vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, para remontar una tendencia a la baja que empezó en 2016.

La enorme caída de apoyos en Galicia, donde eran segunda fuerza y se quedaron fuera del Parlamento, y Euskadi, donde pasaron de 11 a 6 escaños, se debe, según los morados, a dos causas principales: las "peleas internas" del pasado, antes de que Iglesias revalidara en mayo su liderazgo y desaparecieran casi todas las escasas voces críticas que aún quedaban dentro, y la "debilidad organizativa".

A falta de comparecencia (Podemos no da ninguna rueda de prensa tras las reuniones de su cúpula desde el 18 de noviembre del año pasado), fuentes del partido explicaron que lo urgente era poner en marcha los cambios aprobados hace dos meses, cuando Iglesias fue reelegido con una amplísima mayoría, pero con una de las participaciones más bajas de la historia de la formación.

Este nuevo modelo supone modificar las direcciones autonómicas para fortalecer el enlace con los llamados "círculos", donde convergen los militantes.

En una ejecutiva donde todos son afines a Iglesias, la autoridad del líder no fue puesta en cuestión. Y tampoco se abordó la influencia que ha podido tener la entrada de Podemos en el Gobierno de coalición con el PSOE en el resultado de las elecciones gallegas y vascas, donde la mayoría de antiguos votantes morados se fueron al BNG y Bildu.

Voto extranjero

Por otro lado, la coalición PP+Cs consiguió ayer su sexto escaño en el País Vasco tras arrebatar a EH Bildu un diputado por Vizcaya con el escrutinio final de las elecciones, una vez contabilizado el voto de los electores residentes en el extranjero y subsanados errores en el recuento del domingo. Con este cambio, las formaciones de izquierda (EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos) ya no suman mayoría absoluta en el Parlamento vasco.