La mayoría de los acusados siguió ayer con rostro severo el informe final del Ministerio Público, que algunos de sus abogados descalificarían después al tildarlo de "mitin político". Mientras Raül Romeva hacía ademanes de mesarse los cabellos que no tiene, Forcadell protestaba por la insistencia de la Fiscalía en situarla en uno de los escenarios de los incidentes y Jordi Turull tomaba apuntes con aplicación. Sólo Jordi Cuixart mantenía la sonrisa intacta de casi todos los días. A diferencia del resto de los acusados, atrincherado tras los abogados de la defensa, Oriol Junqueras parecía ajeno a todo lo que ocurría en la sala. Y ello pese a ser el principal destinatario de los adjetivos de Javier Zaragoza, que fueron más allá de la calificación jurídica. El fiscal considera al exvicepresidente un "notable experto en la utilización de sofismas" y realizó en la apertura de la vista oral un "ejercicio de cinismo sin precedentes". Junqueras tendrá ocasión de contestarle en los quince minutos de que dispondrán cada uno de los acusados para intervenir en el cierre del juicio, el miércoles la semana próxima, tras los alegatos de sus defensas, que comenzarán el martes.