Leonor de Borbón y Ortiz sabe muy bien que algo ha cambiado en su corta vida (en octubre cumplirá 9 años de edad). Para haber estado hasta ahora bastante alejada de las cámaras y los actos públicos -por expreso deseo de sus padres, los ya Reyes de España-, la XXXVI Princesa de Asturias dio ayer sobradas muestras de ser consciente del papel que le tocará desempeñar a partir de ahora como heredera de la Corona. La prueba es que estuvo mucho más seria y también más nerviosa que su hermana, la Infanta Sofía, año y medio menor, a quien se vio más relajada y disfrutar de la ceremonia.

Si esta última se sentó cómodamente, con las piernas cruzadas, y de vez en cuando movió la cabeza para echar un vistazo a aquello que le llamaba la atención (fue apercibida por su madre al aplaudir de forma poco ortodoxa y distraer con preguntas a su hermana), Leonor siguió a rajatabla durante todos los actos los consejos e indicaciones que, se supone, le dieron sus padres estos días para prepararla para lo que se le venía (y se le viene) encima a la familia.

La pequeña Princesa no tuvo apenas gestos de desaire o cansancio, entendibles en una niña de su edad. Todo lo más se la vio algo cansada en el balcón del Palacio Real (le molestaba el sol en la cara) y respondió con alguna mueca enfurruñada a los pellizcos y caricias en la cara que le dieron su padre el Rey y su abuelo don Juan Carlos. Y poco más.

Porque desde que hizo a primera hora de la mañana su entrada en el salón del palacio de la Zarzuela para presenciar la entrega del fajín de Capitán General de las Fuerzas Armadas por parte de don Juan Carlos a Felipe VI, la joven Princesa cumplió con su papel: seria, atenta y guardando la compostura, pendiente de cómo y dónde colocarse en cada momento (en ningún momento separó las piernas mientras estaba sentada y aplaudió sin cesar cuando así lo requirió cada situación) y de saludar a todos lados sin rechistar.

Sonrisas

Leonor se guardó las sonrisas para miradas cómplices (muchas) con su madre, la Reina Letizia -que no les quitó ojo a ella ni a su hermana-, y para saludar con entusiasmo de nieta orgullosa a su abuela doña Sofía en las Cortes cuando Felipe VI le dedicó unas palabras más que cariñosas durante su discurso.

Profesional fue el adjetivo más repetido por los cronistas del día para definir el comportamiento de la que es, aparte de Princesa de Asturias, de Gerona y de Viana, así como duquesa de Montblanc, condesa de Cervera y señora de Balaguer.

Como no podía ser de otra manera, también se mostró sorprendida ante toda la parafernalia que rodeó la proclamación de su padre. A la derecha de éste se situó de pie para presenciar el desfile militar y no hizo falta avisarla de que bajase la cabeza para saludar cuando tocaba. No se la vio, ni a ella ni a su hermana, durante el paseo del Congreso al Palacio Real, pues fueron juntas en un coche cerrado detrás de sus padres.

Sería curioso saber lo que ambas niñas, de 8 y 7 años, hicieron o se dijeron allí dentro, mientras sus padres iban delante en un coche descubierto saludando a los miles de ciudadanos que se congregaron en las calles de Madrid. Quizá comentaron las muchas personas que conocieron durante el saludo posterior a la proclamación en las Cortes y que su madre se ocupó de presentarles una a una. Para ambas pequeñas hubo gestos de cariño y complicidad, conscientes los mayores del hartazgo que a esas alturas podrían tener. Pero nada más lejos de la realidad.

Educación

Leonor y Sofía están muy bien educadas (algo que se atribuye al buen hacer de la Reina Letizia) y conocen bien cuál es el papel que les toca desempeñar (para bien y para mal) como miembros de la renovada Familia Real: son la primera y la segunda en la línea de sucesión de la Corona española.