Elecciones europeas

El microcosmos gallego en el 9-J

Nicolás González, Ana Miranda y Millán Mon.

Nicolás González, Ana Miranda y Millán Mon. / FDV

Irene Bascoy

Irene Bascoy

Hoy elegimos a nuestros representantes en Europa y a estas alturas todos sabemos la importancia de estas elecciones. Nos jugamos una Europa fuerte frente a Rusia, que no baje el diapasón en la lucha contra el cambio climático, que ponga límites a la IA, que defienda y no ahogue nuestro sector pesquero y ganadero... pero los sondeos prevén que solo iremos a votar el 50% de los ciudadanos.

Los europeos acudimos a las urnas inmersos en una polarización inaudita y con las luces de alarmas encendidas por el avance de la extremaderecha, también en España. La crispación política ha tornado en violencia al atentar contra el primer ministro eslovaco Robert Fico, populista de izquierdas, o el viernes por la noche contra la primera ministra danesa, la socialdemócrata Mette Frederiksen.

Sin embargo, nuestros políticos son los primeros que ningunean estos comicios, convirtiéndolos en poco más que una excusa para dirimir cuitas de la escena estatal. Los grandes partidos nos instan a llenar las urnas para dar el golpe de gracia al rival. La misión que nos han encomendado en el cierre de campaña es enviar a uno de los dos a casa: ustedes eligen a quién quieren despedir, o a Pedro Sánchez o a Alberto Núñez Feijóo.

En una contienda electoral donde poco se ha hablado de la nueva PAC, de las cuotas pesqueras o del futuro de Europa si Putin después de Ucrania quiere más, el relato ha girado en torno a Milei, la mujer de Pedro Sánchez, el lawfare, la corrupción, el fango ...

Si nuestros políticos optan por la sinécdoque este 9-J, yo les voy a confesar que mi preocupación mañana es conocer el grado del avance de la ultraderecha en Europa, y como me he dejado arrastrar por nuestros representantes públicos quiero saber quién gana el plebiscito/culebrón en Madrid, y como gallega y periodista en Galicia también apuesto por bajar la vista a nuestro microcosmos. Y hacer una lectura autonómica de los resultados de los comicios europeos.

Para mí, la incógnita es qué va a pasar con e BNG. ¿Y por qué el Bloque, y no el PPdeG o el PSdeG? Porque el primero tiene el papel más difícil en estas elecciones. Acaba de consolidarse como alternativa al PP en febrero, con el 31,5% de los votos, y juega en campo enemigo. Ana Pontón en la campaña electoral de febrero logró suscitar un caudal de confianza e ilusión hasta el punto de que en días previos a la campaña sus simpatizantes estaban convencidos de que podían vencer a las encuestas y aupar a la primera mujer nacionalista a la presidencia de la Xunta. Tras darse de bruces con la realidad, la asignatura a resolver para el nacionalismo gallego es cómo mantener intacta y agrandar la apuesta de los gallegos por el BNG. El resultado de hoy puede que no ayude.

Será difícil que el Bloque repita como segunda fuerza tras una campaña, donde no ha sido protagonista, donde no ha podido sacar la patita porque el marco del relato se definió en Madrid y el duelo se redujo a Sánchez o Feijóo.

Los nacionalistas llegan a las urnas casi fuera de juego, y además en coalición con Bildu y ERC, unos socios que le ayudan a lograr escaño en Bruselas al ser éstas unas elecciones con circunscripción estatal, pero que no termina de gustar a la mayoría de los gallegos. Los nacionalistas gallegos esconden a sus compañeros de aventura, ni un solo acto en Galicia con ellos, pero el PPdeG no se cansa de sacarlos a la palestra siempre que puede.

En las elecciones europeas de 2019, el BNG sumó casi el 12% de los votos, lo que le situó como tercera fuerza. Hoy lo previsible es que engorde este porcentaje, pues el BNG de entonces no es el de hoy, e incluso es muy posible que Ana Miranda gane el escaño para los cinco años, y no tengo que repartir la legislatura con sus socios de Bildu, como hasta ahora.

Nicolás González 
Casares, segundo por la 
izquierda, ayer en la Praza da 
Igrexa en Lalin, con su hijo 
recién nacido, su pareja y 
varios amigos.   | // FDV

Ana Miranda, del BNG, ayer en Bouzas con su hija y amigos. / FDV

Sin embargo, en una contienda donde el protagonismo se lo han llevado otros, mantener la segunda plaza de los comicios de febrero se antoja difícil. Si lo logra, con el viento en contra, tendrá mucho mérito. La representación del BNG se empequeñece cuando los comicios no son gallegos. Acostumbra a bajar en votos en las elecciones generales y europeas.

Ana Pontón tendrá argumentos para justificar el resultado y no le faltará parte de razón, pero en los cuarteles de la formación frentista deben valorar qué pasa para que los gallegos perciban al Bloque como fuerza que puede presidir la Xunta, pero luego la relegan cuando la disputa electoral se juega en campo estatal o europeo.

No le pasa por ejemplo al PNV. En las europeas de 2019, sumó casi el 39% de los votos, frente al 35% de los comicios autonómicos de este año. El PNV, y no olvido que es el partido que gobierna esta nacionalidad histórica desde 2015, vale para ser protagonista en Euskadi, pero también en España y Europa, según los vascos. ¿Por qué no el BNG para los gallegos?

Si flojean los nacionalistas, el PSdeG tiene opciones de mejorar resultados con respecto a los comicios autonómicos, cuando se hundió hasta el 14% de los votos y perdió cinco escaños. Sería una temeridad celebrarlo como una remontada. Puro espejismo. Si la dirección frentista debe analizar por qué les votan para San Caetano, pero no para ir a Bruselas, los socialistas, que en las elecciones europeas de 2019 fueron primera fuerza en Galicia con el 35% de las papeletas, deben hacer autocrítica: ¿que están haciendo mal para que la marca PSOE funcione y tenga tirón aquí, pero no se confíe en ella para entregarle las riendas de San Caetano? ¿Quizás les falta liderazgo y proyecto gallego? ¿Acaso se les ve como una sucursal de Ferraz? ¿Por qué el PPdeG puede, y el PSdeG no?

Millán Mon, primero por la izquierda, ayer 
con su familia paseando por Pontevedra.   | // FDV

Nicolás González Casares, segundo por la izquierda, ayer en la Praza da Igrexa en Lalín, con su hijo recién nacido, su pareja y varios amigos. / FDV

Y no me puedo olvidar del PP gallego. Hace cinco años fue segunda fuerza en los comicios europeos, pero ahora confía en ocupar la cabecera del podio. En 2019, captó casi el 30% de las papeletas y en las gallegas de este año se quedó con el 47%. Si logra el primer puesto, será un nuevo éxito, y si se queda lejos del 47% de febrero, no pasa nada, la culpa siempre la tendrán otros: la estrategia de Génova que no caló, los errores de la campaña diseñada en Madrid... Seamos sinceros, es de humanos querer que a tus compañeros de travesía les vaya bien, pero a ti siempre mejor que a ellos. ¿No?

El microcosmos gallego en el 9-J

Millán Mon, primero por la izquierda, ayer con su familia paseando por Pontevedra. / FDV

Y me faltaba Sumar. La cito porque su líder es gallega. Las elecciones autonómicas evidenciaron con el 1,9% de los votos que el proyecto de la vicepresidenta segunda del Gobierno no había echado raíces en su tierra. Yolanda Díaz decidió romper con Podemos.

Fue una decisión atrevida, quiso librarse de quien la torpedeaba desde dentro, pero la fuerza fundada por Pablo Iglesias se resiste a morir y dificulta el avance de Sumar.