De mayor me pido una industria
Lara Graña, redactora jefa de Economía, analiza las claves del sector cada semana
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Newsletter de economía por la redactora jefa Lara Graña / FDV
Me encantan las fábricas; las nuevas, las más tradicionales o las abandonadas que se caen a pedazos. Las primeras que conocí eran las conserveras: a mediodía sonaba la campana de cambio de turno en Ameixide –nos daba tiempo a cruzarnos con algunas vecinas, a veces, antes de coger el bus para el colegio—y recuerdo el cataclismo que supuso el cierre en Cangas de Massó. Ya de niños nos resultaba sencillo asimilar que fábrica (o industria) era trabajo, y conocer algo es indispensable para, en su caso, poder defenderlo.
Vengo de la feria Navalia. Mira que se hacen cosas bien en Galicia pese a tener tantas cosas en contra. Algunas de ellas las han contado mis compañeros Adrián Amoedo y Jorge Garnelo. Como esta noticia estupenda del centenario astillero Freire Shipyard.
O esta otra de Grupo Emenasa, que hace mucho tiempo dejó de tener fronteras (o límites en la innovación).
Claro que encomendarse a que esta industria pueda seguir navegando a contracorriente, como si nada, es un riesgo que no deberíamos estar dispuestos a asumir. Por ejemplo, y lo explicaba muy bien Santiago Martín esta mañana. ¿Cómo vamos a generar hidrógeno verde (por ejemplo) a futuro si no se consensúa una solución para el atasco en las renovables? O, al hilo de otro comentario de Óscar Gómez (Aclunaga), ¿hasta cuándo va a seguir Europa dando cuerda al naval asiático sabiendo que depreda nichos de mercado indispensables para nuestra industria?
Me encantan el optimismo sereno y el pesimismo rebajado. Dar por hecho que el naval, la automoción o la pesca pueden enfrentarse a cualquier cosa, por bizarro que sea el reto obligado por las administraciones, es jugar a la ruleta rusa. Y yo soy más de brisca.
Quizás si los legisladores se acercaran a una fábrica –y casi todas aquí son de las buenas, porque las abandonadas solo son para nostálgicas de mi palo—podrían comprobar que tomar decisiones discrecionales –¿por qué descarbonizar la flota pesquera para 2050 y no para 2062?—es tan delirante como elegir a cara o cruz.
Porque mira, yo es que, para cuando sea (más) mayor, me pido seguir teniendo industria.
Feliz semana
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