“Se comparte coche para trayecto Cangas-Pontevedra, ida y vuelta, de lunes a viernes”. Mensajes como éste comenzaron a proliferar en redes sociales como Facebook o Instagram a mediados de marzo. Llenar un depósito de 55 litros por menos de 70 euros se había convertido en una quimera –a día de hoy hacen falta más de 107 euros en las estaciones de servicio gallegas–, y compartir coche se convirtió en una alternativa para mancomunar el bofetón de la escalada de precios. La población optó de forma masiva por todo tipo de alternativas de ahorro, además de esta de los vehículos particulares: más transporte público y menos gasolina premium (de 98 octanos), por ejemplo, como evidencian los datos de consumo distribuidos por la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores), correspondientes al mes de marzo. Si a esto se le suman los paros del transporte por carretera y de la flota de litoral, el resultado es notorio: las estaciones de servicio no vendían tan poco carburante desde hace veinte años. Fueron 100.640 toneladas de gasóleo; sin contar con el año COVID y el confinamiento, hay que retroceder a marzo de 2002 para encontrar un nivel tan bajo de consumo.
El diésel es, pese a que los modelos de gasolina han dado el sorpasso en los dos últimos años en nuevas matriculaciones, el carburante que necesita la mayor parte del parque móvil gallego, y también el que utilizan preferentemente los camiones de transporte por carretera. Teniendo en cuenta que se produjo un descenso en las ventas de cerca de 15.000 toneladas de este derivado del crudo (de un 12,5% interanual), equivaldría a una pérdida de más de 260 clientes diarios en las estaciones de servicio de la comunidad, solo de turismos. Los de marzo son los últimos datos disponibles de consumo, y es previsible que la bonificación del Gobierno, de 20 céntimos por litro como mínimo, hubiese avivado las ventas en abril. Pero, como desgranó FARO, el efecto de las ayudas públicas ha desaparecido, con el litro de gasóleo por encima de los 1,95 euros de media.
En toda la serie histórica disponible, que arranca en 1997, las estaciones de servicio no habían distribuido tan poca gasolina de 98 octanos. Es la más prohibitiva –supera los dos euros el litro en buena parte del país–, y la que sufrió una caída más significativa en las ventas. De un 40%, en comparación con marzo de 2021, hasta alcanzar las escasas 880 toneladas. Se produjo ese trasvase evidente hacia la gasolina 95, que apenas notó un descenso en las ventas por este motivo: los clientes optaron por una vía más barata para poder sacar sus coches a la carretera, y eso compensó las cifras del carburante de 95 octanos.
El impacto de los paros derivado del efecto boomerang de Ucrania se dejó notar también, y mucho, en el gasóleo bonificado (el que se utiliza para agricultura y para la flota pesquera) y el gasóleo C, que es el que se distribuye para las calefacciones. El primero, que está exento de tributación, se anotó un descenso cercano al 30%. El origen es doble: las explotaciones agrícolas estuvieron más de 10 días sin poder comercializar sus productos por la huelga del transporte, y los buques pesqueros optaron por el amarre temporal para forzar al Gobierno a aplicar una rebaja similar a la aprobada por Francia para sus barcos. Sí hubo ese descuento, pero fue general y lejano de los 35 céntimos por litro que facilitó el Elíseo.
En cuanto a las calefacciones, el golpe de los precios forzó a comunidades de vecinos y a particulares a echar el cerrojo en el gasto. Ayudó el hecho de que este invierno hubiese sido más complaciente en cuanto a temperaturas. Igualmente, la distribución en Galicia de este carburante se quedó en las 17.323 toneladas en marzo.