España está a las puertas del apagón definitivo de todas sus centrales de carbón. Las grandes eléctricas han clausurado ya o han solicitado la autorización al Gobierno para poder cerrar todas sus plantas de carbón en el país (con las únicas excepciones, por tan peculiares que son, de una central en Asturias y otra en Mallorca que se resisten al adiós entre una particular adaptación a los tiempos y la obligación por ley, según el caso).

No hay marcha atrás. Pero con el mercado eléctrico marcando precios máximos históricos desde hace meses -en los últimas semanas agudizados por la invasión militar rusa sobre Ucrania-, las centrales de carbón que ya sólo se preparaban para echar el cierre y que en la mayoría de los casos habían estado mucho tiempo sin funcionar ahora están reactivándose y disparan su producción.

Mientras esperan la autorización definitiva de cierre, las eléctricas están obligadas a tener disponibles sus centrales y a presentar ofertas en el mercado eléctrico para producir si es necesario. La escalada desorbitada de los precios ha hecho que quemar carbón para producir electricidad vuelva a ser rentable en determinados momentos. La escalada de precios ha permitido que las ofertas que presentan las plantas térmicas a veces consiguen entrar en el mercado, y cada vez más.

La generación de las centrales de carbón acumula seis meses consecutivos de subidas en España. Desde septiembre de 2021, mes a mes la generación de las plantas térmicas ha registrado crecimientos interanuales. Algunos meses la producción se ha duplicado y otros incluso se ha triplicado en relación al mismo mes del año anterior, según recogen los registros de Red Eléctrica, el gestor del sistema eléctrico español.

Llegan 700.000 toneladas de carbón en barco

Aún disponibles para el mercado eléctrico está las centrales de Endesa de As Pontes y la mallorquina de Es Murterar; las plantas asturianas de EDP de Aboño y de Soto de Ribera; y la planta de Viesgo -ahora integrada también en el grupo EDP- de Los Barrios, en Cádiz. Tres de estas centrales están a punto de cerrar, prácticamente esperando el último permiso administrativo o cumpliendo el breve periodo de carencia posterior a recibirlo, pero la inesperada nueva vida que les ha dado ha llevado a las eléctricas a comprar cerca de 725.000 toneladas de carbón en los últimos meses para seguir funcionando.

Para alimentar su central coruñesa de As Pontes, Endesa recibió casi 180.000 toneladas en el último trimestre de 2021 y espera otros dos barcos a finales de este mes con 82.000 y con 163.000 toneladas. Según los datos de la eléctrica, cuando la central gallega funcionaba a pleno rendimiento, el carbón que quemaba oscilaba entre los 3,5 millones y los 4 millones de toneladas al año.

La central gaditana de Los Barrios es otra de las que, a pesar de estar a punto de desenchufarse, ha revivido en plena crisis energética. EDP, que cerró la compra de Viesgo (la antigua dueña de la planta) a finales de 2020, reactivó a finales de enero la central y desde entonces se ha mantenido en funcionamiento. La eléctrica ha recibido unas 300.000 toneladas de carbón en dos barcos, uno en enero y otro a principios de marzo, y tiene contratos abiertos de suministro para seguir recibiendo material sigue la planta se mantiene en marcha.

El inesperado peso del carbón

El peso del carbón sigue siendo muy menor en el conjunto de la generación de electricidad española. Pero tras años en que no había dejado de descender en los últimos años, la tendencia se ha roto en mitad de la crisis energética y la escalada de precios: en 2019 las centrales carboníferas aportaron el 4,3% de la electricidad producida en España, en 2020 fue sólo el 2% y en el conjunto de 2021 fueron el 1,9%.

Hasta agosto del año pasado su peso había descendido hasta el 1,6%, pero desde entonces la producción y su cuota en el total de generación ha crecido de manera inesperada. Las aportaciones se han elevado hasta el entorno del 3% en los meses posteriores.

La razón del aumento de la producción de las centrales de carbón está en el encarecimiento de la electricidad. Con el mercado eléctrico marcando récords, el carbón consigue producir electricidad siendo rentable al menos de manera temporal (cuando los precios se normalicen, la necesidad de comprar costosos derechos de emisión de CO2 para producir volverá a echarlo del mercado). La necesidad de avanzar en la transición energética lo ha dejado fuera y el carbón tiene los días contados en España.

Las dos centrales que seguirán

Tras la última oleada de cierres de plantas ya en marcha y sólo a la espera de recibir el permiso del Ministerio para la Transición Ecológica para tres centrales más, en España sólo quedará en funcionamiento una central en la Península (la asturiana de Aboño, de EDP) y otra en Mallorca (la de Es Murterar, de Endesa).

El caso de la central de Aboño es peculiar, ya que además de quemar carbón para generar electricidad, también utiliza los gases siderúrgicos de la planta aledaña de ArcelorMittal y evita así que simplemente sean qumados en una antorcha y emitidos directamente a la atmósfera, en una suerte de proceso particular de economía circular.

La planta mallorquina de Endesa ya ha cerrado dos de sus grupos y mantiene operativos otros dos por seguridad de suministro en las islas y con limitaciones de utilización. Hasta agosto de 2021 ambos grupos podían funcionar un máximo de 1.500 horas anuales y desde entonces se ha reducido 500 horas al año como tope. La central seguirá abierta al ralentí hasta que esté conectado el segundo cable de conexión entre la Península y Mallorca que, en principio, debería estar operativo antes de 2026.