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La PlayStation frena a la automoción

La planta de Ford en Almussafes VICENT M.PASTOR

La automoción vuelve a tener problemas. Y esta vez, la culpa no la tiene (solo) la caída de las ventas de vehículos por los efectos de la pandemia. Aunque suene absurdo, la PlayStation, la conocida videoconsola, tiene parte de culpa. También los teléfonos móviles o los ordenadores. Los confinamientos en todo el mundo han disparado todavía más el consumo de este tipo de productos electrónicos del hogar. Terminales que utilizan microchips para su funcionamiento, al igual que los coches. Especialmente los vehículos de última generación, que incorporan hasta un centenar de estos semiconductores para gestionar todas las órdenes automatizadas que incluyen cada vez más, como los asistentes de frenada o los sistemas para evitar colisiones, en lo que la industria se conoce como el “cerebro distribuido”.

Al estallar la crisis, el automóvil redujo sus pedidos y las tecnológicas los aumentaron. A final de 2020 quisieron corregir estas previsiones ante un aumento de la demanda, pero los proveedores de chips no tienen margen para elevar una producción ya muy tensionada por el consumo de productos tecnológicos. No hay para todos y el automóvil lleva la mano más floja en esta partida.

Con unos márgenes mucho más ajustados que los móviles, ordenadores o consolas, el sector del motor paga menos a los fabricantes por estas pequeñas piezas y además su volumen de compras es muy inferior. Se calcula que en los países desarrollados hay más de un teléfono por habitante mientras apenas medio coche por persona. Valga un dato: en 2020 se vendieron 100 millones de coches y 1.000 millones de móviles. Si a esto se le suman videoconsolas, tabletas, ordenadores y hasta servidores –el aumento del consumo de internet ha obligado a muchas empresas a mejorar su infraestructura digital, que también necesita de estos componentes– el sector del coche tiene un grave problema que añadir a los efectos del coronavirus y a su crisis previa.

Fabricantes sobrepasados

Los fabricantes de estos componentes, localizados casi en su totalidad en Asia, se han visto sobrepasados por la demanda en este último año y se ha generado una escasez de chips a nivel mundial que ha provocado que fábricas de automoción por todo el mundo hayan tenido que echar el freno a su producción antes de quedarse sin stock. Casi ningún fabricante de coches se ha librado y Ford Almussafes tampoco, lo que ha provocado paros en su proveedores gallegos.

Así, esta semana la dirección de la factoría valenciana comunicó a los empleados que volverá a lanzar un ERTE de 14 días en febrero y marzo y disminuirá el número de unidades fabricadas al día de 1.600 a 1.300 vehículos en el resto de jornadas. Unos 600 trabajadores de Almussafes se verán afectados por ese retroceso cada día. De igual forma, en Vigo y su área hay afectación entre los proveedores, principalmente Gestamp, que se vio obligada a parar las dos líneas en las que fabrica los subchasis delanteros para la factoría española. Como trasladó la CIG, se da “un posible desabastecimiento a nivel mundial de una materia prima clave en la fabricación de productos electrónicos”.

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Externalización

Lo que revela esta carestía global son los efectos de la externalización de la producción hacia países más baratos y la alta dependencia que esto ha generado a algunas industrias como la del automóvil, una de las más expuestas.

Para complicar más la situación, se da la circunstancia además de que el gigante asiático es uno de los grandes productores de tierras raras –presentes en la comunidad gallega, pero sin explotar, como alerta la Cámara Oficial Minera de Galicia– como el silicio, el principal elemento con el que se fabrican los microchips y muchos de los productos últimos de las industrias 4.0 y 5.0, las protagonistas de la revolución digital y de la inminente llegada del 5G y el Internet de las cosas, respectivamente.

Como consecuencia, los gigantes de la automoción han arrancado 2021 a medio gas. Además de Ford, y a excepción de Grupo PSA (con planta en Vigo), marcas como Audi, Fiat, Toyota, BMW, Honda han echado el freno en fábricas de Europa, Asia y América, enviando a miles de trabajadores a casa y reduciendo la producción. Muchos analistas coinciden en que el problema no tiene una solución fácil a corto plazo, ya que recomponer unas cadenas de suministro rotas no es algo que se pueda hacer en semanas. La escasez se podría prolongar durante todo el año.

Tesla se libra

Una coyuntura que amenaza a todos...menos Tesla. La compañía del magnate Elon Musk ha esquivado el desabastecimiento y sigue produciendo al 100 % de su capacidad mientras el resto pierde millones al día. ¿Por qué? Porque produce sus propios microchips en EE UU, con una fábrica en Austin (Texas).

Aquí en España, ante la inminente migración al coche eléctrico, el Gobierno parece haber hecho propósito de enmienda. El país, segundo mayor fabricante de Europa y octavo a nivel mundial, tiene 17 fábricas que tienen asegurados más de 15 modelos elétricos para los próximos años. Por eso, el Ministerio para la Transición Ecológica ha desarrollado un plan para impulsar la cadena de valor del automóvil que “permita a España posicionarse como plataforma mundial en la producción de vehículos de nulas emisiones y en la fabricación de elementos clave para esos vehículos, como las baterías o el hidrógeno renovable”.

En ese marco encaja el proyecto vigués defendido por Zona Franca y Concello para una fábrica de baterías para el coche eléctrico, que optaría al próximo reparto de fondos comunitarios.

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