Los hombres de la mar llevan pegado en su cuerpo y en su alma que viven unidos a la muerte. Que en cualquier momento deben acudir a su llamada, porque su profesión así lo exige. Lo tienen tan asumido que todos los Viernes Santo una escalofriante procesión recorre las calles de Laxe en la que los pescadores y sus mujeres imploran una "buena muerte" en la mar. Es impactante. Es el Rosario de la Buena Muerte, la principal procesión y la más concurrida de esta población de A Costa da Morte. Cuando cae la noche, hombres y mujeres, separados en dos grupos, cantan por turnos una plegaria que pone los pelos de punta: "Por tu santísima muerte, danos Señor buena muerte".

A 25 kilómetros de Laxe, la vecina Malpica se levantó el pasado viernes de nuevo con el corazón encogido. Como aquella gris mañana del 5 de octubre de 1991 cuando los primeros murmullos del alba trajeron noticias trágicas envueltas en lágrimas: el pesquero "Os Tonechos" acababa de naufragar a cuatro millas de la costa, en una zona rocosa conocida como Los Arenales de Baldaio.

Ha habido tantos naufragios en A Costa da Morte que ya se han perdido la cuenta. Pero de este no. El mar acabó con la vida de sus nueve tripulantes, que dejaron viudas e hijos huérfanos. Dos de los muertos eran Antonio Alfeirán Castro y su hijo, Antonio Alfeirán Rodríguez.

Casi 20 años después, la muerte ha vuelto a llamar a la puerta de la familia Alfeirán. Marcos, hijo y hermano de los fallecidos, es el patrón y armador del "Nuevo Luz", que el viernes se hundió a dos millas de Punta Langosteira.

Marcos Alfeirán, uno de los cuatro supervivientes del naufragio, tenía poco más de 10 años cuando su padre y su hermano perdieron la vida a bordo del "Os Tonechos". Aquel suceso aún sigue presente en la memoria de muchos y permanecerá siempre en la memoria colectiva de los habitantes de Malpica. Sobre todo porque ocurrió en una semana trágica. Entre el 1 y el 8 de octubre de 1991 tres barcos naufragaron en A Costa da Morte: "Frank C", "Os Tonechos" y "La Xana". En siete días el mar se cobró 28 vidas, destrozó a más de una veintena de familias y se tragó cuatro de los nueve cuerpos. El mismo día del naufragio del "Os Tonechos", pero dos años antes, el "Nuevo Nautilus", con base en Laxe, se fue a pique. Murieron los cinco tripulantes.

El "Os Tonechos" era un pesquero de 18 metros de eslora que solo tenía medio año de vida. El armador era Antonio Alfeirán Castro, de 41 años. Junto a él iba su hijo Antonio, de 21, que hacía poco que había dejado los estudios para seguir los pasos de su padre en la mar. El naufragio no solo trajo la pérdida de nueve vidas. También, aunque menos importante, la salud económica de la familia Alfeirán. Hacía seis meses que había afrontado el gasto de construcción del barco. Todo se fue al fondo del mar. Los otros siete fallecidos que iban en la embarcación tenían entre 20 y 24 años. Eran los hermanos Santiago y José Antonio Vila Lema; Francisco Pose Reino; Modesto Varela Pose; Juan José Ruiz Pose y Juan José Chouciño Garrido. El cadáver de Modesto Varela Torrado, de 42 años, casado y con tres hijos, apareció horas después en una playa próxima al accidente. Fue enterrado al día siguiente. Todo el pueblo acudió al sepelio. La villa marinera se convirtió en un pueblo fantasma con todos los comercios cerrados y sin gente en las calles. El ayuntamiento decretó tres días de luto.

Otros cuatro cuerpos fueron encontrados varias jornadas después. Los otros cuatro se los quedó la mar. Por sucesos como ese en Laxe todos los Viernes Santo no dejan de cantar: "Por tu santísima muerte, danos Señor buena muerte".

El buque se había hecho a la mar en la noche del 5 de octubre con la intención de volver al amanecer a la lonja de Malpica. Sobre las ocho de la mañana otro barco encontró restos de su aparejo. El pesquero no disponía de radiobaliza, por lo que no se sabe a qué hora ocurrió el accidente. "Es la peor desgracia que hemos tenido nunca en Malpica", aseguraba el secretario de la cofradía de pescadores y diputado autonómico del Partido Popular, José Manuel Vila. En el momento del naufragio no había temporal, aunque sí una fuerte mar.

Poco después de conocerse el suceso se desplazaron al lugar dos helicópteros, el remolcador Alonso de Chaves, lanchas de la Cruz Roja y una quincena de pesqueros de Malpica. El buque fue localizado a 11 metros de profundidad en una zona rocosa. Aún hoy se especula con las causas del accidente, ya que el patrón conocía bien esa zona y sabía del riesgo de faenar en esas aguas. Los familiares aseguraron que los marineros murieron al hundirse el barco. Una parte del casco fue reflotado al día siguiente con la ayuda de varias embarcaciones y un equipo de submarinistas de la Guardia Civil. En el interior no se encontró ningún cadáver.

El pesquero estaba partido en dos debido a un golpe de mar, lo que con toda seguridad le hizo colisionar contra las rocas. La parte del buque rescatado se dejó en una playa porque la compañía de seguros quería inspeccionar el casco. Entre los restos rescatados se apreciaba un gran boquete en la zona de babor.

Pero la tragedia aún no había terminado. El deseo de las familias de enterrar los cadáveres de los suyos llevó a los Alfeirán a identificar a uno de los cuerpos como el del joven Antonio. Cinco meses después tuvo que ser exhumado cuando se descubrió que el cuerpo no era el suyo.

Aunque nunca volvió a ser la misma, la familia Alfeirán consiguió salir adelante. Marcos Alfeirán compró otro barco, el Nueva flor de España; su hermano Nacho, aunque retrasó el comienzo de la carrera, ahora es veterinario, y su hermana Conchita estudió empresariales. Estrella Rodríguez Verdes, la matriarca del clan, tampoco volvió a ser la misma, pero ha aprendido a vivir con la pena. Veinte años después, la muerte volvió a llamar a la puerta de la familia Alfeirán, pero por esta vez se tuvo que ir por donde había venido.