Hace más de seis años que este coruñés ha establecido su residencia en México, donde se dedica a la investigación de los jeroglíficos mayas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cuando cursaba en Sevilla un máster en Historia de América Latina y Mundos Indígenas consiguió una beca del Gobierno mexicano, toda una victoria para un aspirante de nacionalidad extranjera, "emigré para seguir creciendo académicamente y profesionalmente, esperando tener un futuro relacionado con mi formación ya que la figura de investigador de humanidades ya casi no existe en las universidades españolas y el CSIC lleva muchos años sin presentar ofertas laborales, decentes, en este sector, ni digamos en el caso del profesorado universitario...", cuenta Pablo.

En muchas ocasiones, vivir en otro país plantea un sinfín de retos a los que hay que hacer frente, "tuve que adaptarme a una realidad totalmente diferente, la concepción del espacio-tiempo se amplía y la sociedad, a pesar del idioma, es culturalmente distinta. Sin embargo, la gente suele ser muy amable y cercana, dispuesta a ayudarte siempre que puede", explica.

Pese a las dificultades de aclimatarse a un país como México, el balance que lleva a cabo, tras casi una década lejos de su tierra, es positivo, "la experiencia es muy buena, amplias tus horizontes y descubres nuevas realidades. Además, puedes encontrar tu futuro", manifiesta el coruñés.