Jeanette Valiñas García | Psicoanalista

“La primera alerta llega cuando prefiere las pantallas a relacionarse con los demás”

“Lo primero que surge es una agresividad ante la que los padres no reconocen a su hijo”, explica. Esta tarde hablará a las familias de Lourdes sobre el uso de las pantallas

Jeanette Valiñas, ayer, con
 material que entregará durante 
la actividad.   | //BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Jeanette Valiñas, ayer, con material que entregará durante la actividad. | //BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Ana Cela

Ana Cela

Un mundo sin pantallas es, a día de hoy, una utopía. Y cada vez a edades más tempranas. La psicoanalista Jeanette Valiñas, del Centro Gradín, abordará esta tarde con la familias de Primaria y Secundaria del centro NS Lourdes de A Estrada, de la mano de la ANPA, cómo conciliar su uso.

–Abordan esta tarde un tema que preocupa a muchos padres. Cuándo debemos preocuparnos por las pantallas.

–Es la pregunta del millón y en la que quiero hacer hincapié. Hoy en día ya no se trata de con pantallas o sin pantallas, se trata de con pantallas pero “cómo y cuándo”. Desde mi profesión, me parece que es imposible dar una edad fija para todo el mundo porque depende mucho de cada niño. Es decir, depende de en qué momento se encuentre el niño, de por qué la quiere utilizar, de cómo la utilice… Hay niños que se regulan ellos mismos y otros no pueden. Lamentablemente la solución es más complicada que si fuese una regla general. Implica analizar cada caso por separado y ver lo que está pasando.

–El debate no es, pues, pantalla sí o pantalla no...

–Otra cosa que me parece importante es esa, que tenemos como pensamiento automático que es todo o nada. El móvil se le da a un niño de manera progresiva como cuando le das las llaves de casa: ves cómo las utiliza, si regresa a la hora, si no se le pierden…Cómo lo gestiona. Un móvil es igual. Es ensayo y error: es unas horas, cada cierto tiempo, viendo qué usos y lo vamos hablando. Si vemos que es necesario se lo retiramos… No tiene por qué ser todo o nada. Es, tal vez, el móvil en casa, de día pero de noche no… es ir probando cómo lo van gestionando. Eso permite también detectar problemas que no vas a detectar si se lo das completamente. Porque a veces esperamos a que tenga determinados años y se lo damos completamente y ahí ya perdemos el mando sobre cómo lo utiliza.

–Las nuevas generaciones nacen con un mundo diferente al de sus padres y abuelos, ya casi con el dedo preparado para pasar pantalla...

–Sí, pero eso tiene más que ver con la imitación que con el cerebro humano. El cerebro humano no ha cambiado en 50.000 años. Nacen así porque desde que nacen nos ven a nosotros así. En la vida en la que ellos llegaron todo eso está presente y ya no lo podemos eliminar. A nosotros nos tocó el momento en el que todo eso apareció: nos fascinó, nos enganchó, nos absorbió y ahora estamos empezando a ver las consecuencias. Probablemente en unas generaciones más tarde las consecuencias no serán tan gordas porque ya se habrán visto más los daños y se habrán tomado las medidas necesarias. Por ejemplo, todos los colegios que se lanzaron como locos a poner las pantallas ahora este año empiezan muchísimos a retirarlas. Poco a poco se va conociendo la cara escondida de todo esto, que no se ve a simple vista.

–En esto, el que esté libre de pecado... que tire la primera piedra.

–Efectivamente. Somos todos. No non solo los niños. Caemos en la inmediatez, en la gratificación inmediata porque estamos metidos a fondo en esto, como ellos, y no soltamos el móvil tampoco. El problema es de todos.

–En cierto modo podríamos encontrarnos un tanto culpables de la situación. ¿Quién no puso en manos de sus hijos el móvil o la tablet, ya sea con vídeos de música infantil o con unos dibujos, para poder tomar un café con unos amigos o mantener una conversación?

–Claro, por supuesto, pero tal vez demonizarlo o ponerlo como algo terriblemente malo no sea la solución. Es una cuestión de dosificar e intentar que eso no sea la única distracción. Tanto como ponemos el móvil o la tablet, con la misma energía o un poco más, hacer cosas con ellos, salidas, paseos... y dar nuestra presencia. Porque, en el fondo, la diferencia entre la pantalla y el resto es que estemos presentes. La lucha tiene que ser por ahí, por agregar más de eso: por hablarles más, por salir con ellos, por hacer cosas con ellos. Pienso que ese debe ser el semáforo rojo, que no sean solo pantallas.

–¿Y cuándo debe activarse la luz roja de emergencia?

–Pienso que la alerta tiene que darse cuando el niño empieza a preferir estar con la pantalla, con el móvil o el videojuego, que relacionarse con los demás. Es decir, cuando prefiere quedarse en casa en el sofá que salir a dar una vuelta con los amigos. Cuando empieza a dejar de relacionarse con los demás para quedarse con el móvil, ahí es la primera señal de alarma de una adicción. Lo primero que surge es, generalmente, una agresividad ante la que los padres se sorprenden porque no reconocen a su hijo. De hecho, antiguamente las consultas en psicología durante el verano se reducían y últimamente aumentan. ¿Qué pasa? Pues que durante el año escolar los niños están con las pantallas el fin de semana, pero entre semana no. Y, llega el verano, y el videojuego es semana y fin de semana. Muy rápidamente, en cuanto se lo intentas sacar, los padres se encuentran con niños amenazadores, agresivos, niños con comportamientos impulsivos que no reconocen. Tiene que ver con eso. En cuanto no hay una dosificación del tiempo y cuando la mayor parte del tiempo es eso, hay un cambio considerable de comportamiento que asusta a los padres.

–Y, si hablamos de dosificación, ¿hasta dónde podría llegar la pantalla?

–Es difícil poner un tiempo porque el efecto que hace en cada quien es muy diferente. Hay niños que ellos mismo se regulan y otros que le das un videojuego y a los 15 minutos ya no lo pueden dejar. En todo caso, debe ser la minoría del tiempo en relación a todas las demás actividades que haga. Que sean actividades de exterior, de lectura, deportivas, familiares... Las pantallas deben ser un mínimo.

–La cadencia es diferente también durante el curso y durante las vacaciones que se avecinan...

–Claro. Cuando llegan las vacaciones los padres se ven también sin herramientas. “No, porque...” Pienso que hay que hacer un esfuerzo suplementario porque, si ponemos un semáforo verde día y noche, hay muy pocos que puedan salir de ahí sin algún daño. En la medida de lo posible hay que inventar actividades, acompañarlos, proponerles otra cosa. Insisto: aun cuando no hay un tiempo determinado, tiene que ser lo mínimo posible. A veces es cierto que también las tienen que utilizar, pero no cualquier cosa. No es solo prohibición, hay que informarles también. Los niños hoy en día tienen que estar informados de todo para poder aprender a protegerse. En este mundo hay una doble cara que, si no nos ponemos a buscarla como información, no nos aparece. Es eso lo que hay que enseñarles ahora. De hecho, el taller se llama “La cara escondida” porque mi intención no es decirles esto es malo o es bueno, sino que tengan un pensamiento crítico sobre todo lo que reciben como información de las pantallas. ¿Qué hay detrás de eso? Es la idea que intentaré transmitirles.

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