Imágenes de mi yo

Aroa Martínez abre en el Recreo Cultural la muestra “Verónica a través del espejo”

Aroa Martínez, con algunas de las imágenes que desde ayer pueden verse en el Recreo Cultural. |   // AROA MARTÍNEZ

Aroa Martínez, con algunas de las imágenes que desde ayer pueden verse en el Recreo Cultural. | // AROA MARTÍNEZ / Ana Cela

Ana Cela

Ana Cela

Algunas imágenes parecen sacadas de un sueño, como rescatadas del pasado durante un onírico viaje en el tiempo. Es parte de su atractivo, pero tan solo una parte de la historia. Hay que enfocarlas con una nueva mirada, como si el álbum familiar concediese la oportunidad de reinterpretar el momento vivido y también la ocasión de curar las heridas que algunas veces abren las instantáneas del ayer. La estradense Aroa Martínez Sánchez colgó ayer en la sala de exposiciones del Recreo Cultural su colección fotográfica Verónica a través del espejo, una muestra en la que pone su arte al servicio de la fotografía terapéutica.

Proyección sobre las cortinas. |   // A MARTÍNEZ

Proyección sobre las cortinas. | // A MARTÍNEZ / Ana Cela

“Este viaje fotográfico narra en imágenes una parte sombría de mi biografía”. Es la primera frase en la tarjeta de visita de este proyecto. “Me fui de casa bastante joven, de forma traumática, y sin estar preparada para enfrentarme sola al mundo, un mundo que se abría ante mi demasiado grande y desconocido. Había vivido 19 años en una burbuja de protección, en una realidad paralela. Me enseñaron un lenguaje que sólo entendíamos unos pocos y me dieron una visión del mundo antes de que el mundo me la diese a mí. Definieron lo que estaba bien o mal y restringieron mi forma de pasar mi tiempo y mis entornos sociales, mi forma de vestir, de vivir, de ser”, narra Aroa, en un ejercicio de sinceridad e introspección a partes iguales.

La artista, en la ventana por la que huyó.

La artista, en la ventana por la que huyó. / Ana Cela

“Una noche me escapé por la ventana de mi habitación, sin hacer ruido y con la intención de no volver. Pasaron años hasta que las cosas se normalizaron un poco y durante esos años apenas tuve contacto con mi familia directa, porque eso formaba parte de las normas. Esas normas tan normalizadas por mi entorno más próximo y que cada día se alejaban más de lo que yo entendía por vivir”, explica. Es aquí donde ella sabe que empieza su cicatriz, la dejada por una herida emocional “que se hizo más grande en el año 2001”, con la muerte de su abuelo.La suya es, también, la historia de una familia dividida por la brecha que en tantas familias ocasionan las herencias. “Perdí las referencias de mi identidad, mi sangre, mis veranos y mi historia”, explica. Hasta que en 2016 heredó la casa que la que huyó aquella noche con 19 años y en la que, por diferentes circunstancias, acabaría viviendo en solitario durante los meses de confinamiento de 2020. “Más de 400 metros cuadrados cargados de emociones y recuerdos”, apostilla.

La fotógrafa tomó la decisión de poner la que fue la casa familiar en venta, “comenzando así un proceso de despedida y duelo de todo lo allí vivido”. Sin embargo, quiso antes convertirla en lienzo para el arte en el que ella asegura encontrar su refugio. Comenzó a experimentar y a jugar con su propio álbum familiar, observando su historia familiar desde una nueva mirada brindada por la propia fotografía. “Quise sacarlo todo fuera. Poner luz y sacar las sombras. Le quité peso a la historia”, apunta la autora. “Algunas historias tienen finales felices, o al menos algo que se le parece. Puede recuperar el contacto con mis primas y la relación con mis padres es más fluida. Me ha servido para darle una vuelta de tuerca a la historia y colocarla en un lugar donde me duele menos. La fotografía es un refugio”, subraya.

El proyecto fotográfico de esta estradense, surgido después de su Posgrado de Fotografía Terapéutica y expuesto inicialmente en Barcelona, se desarrolló en cinco fases: asomar, transitar, resignificar, entrar y reencontrar. Así ha querido ella misma nombrar los momentos que ha vivido y las emociones que sintió por el camino. “Ha sido positivo para mí haber experimentado con imágenes de momentos que me han marcado y ello me inspira a la creación de espacios en los que la fotografía pueda tener un uso terapéutico en experiencias para el encuentro, la conexión y la expresión. Puede servir como espejo y como poderosa herramienta de exploración para conectar con lo que nos ha pasado y reconocernos en ese lugar para transformarlo, cambiar la perspectiva, refrescar la mirada, reformular, reiniciar…”, dice. La exposición lleva pareja una página web (www.veronicavagabunda.com).

¿Quién es Verónica y por qué da nombre a la exposición? Pues la razón hay que encontrarla en el nombre dado a la página web de la autora, para la que quiso usar el apelativo de una pequeña flor silvestre de un color azul intenso, como la que ella misma retrató en sus instantáneas del Ulla durante las jornadas de pesca del salmón. Se queda, además, con otro significado de Verónica”, el de “imagen verdadera”. Con ambos quiso atravesar el espejo como Alicia y mostrar con fotografías –ahora diferentes– el reflejo de las experiencias de su vida. Proyectar y jugar con su propio álbum de recuerdos le ha ayudado a mostrar parte de su identidad, a aceptarla y a vivirla en paz. La exposición podrá verse en el Recreo Cultural hasta el 30 de abril.

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