Adiós al coronel de corazón estradense

Fallece Antonio Prados Valverde, viudo de Aurora Beiras Ferradáns y completo enamorado de A Estrada, hasta donde viajarán sus cenizas para reposar en el cementerio de Figueiroa

Antonio Prados Valverde, junto a sus hijas y yernos, en una foto reciente ante el consistorio de A Estrada.

Antonio Prados Valverde, junto a sus hijas y yernos, en una foto reciente ante el consistorio de A Estrada. / Cedida

Ana Cela

Ana Cela

Uno no siempre tiene el corazón donde nace. Ni siquiera allí donde vive. El coronel Antonio Prados Valverde llegó al mundo en Ceuta. Su carrera militar lo llevó a muchos rincones del país, hasta que fijó su residencia en Madrid. Sin embargo, su corazón estaba en A Estrada, el municipio gallego al que lo unió el amor y donde echó raíces desde el momento en que sus pies lo pisaron por vez primera.

La suya es una historia de “estradensismo”, este término que popularmente acuñó el desaparecido presidente de Fillos e Amigos da Estrada, Alfonso Varela Durán. Este coronel dio muestras con su apego a la capital de Tabeirós de que estradense se puede ser por nacimiento, por adopción o, como fue su caso, por corazón. La catedral de las Fuerzas Armadas acogió recientemente el funeral de este militar, fallecido a los 97 años de edad, si bien sus cenizas viajarán hasta A Estrada para ser depositadas en el cementerio de Figueiroa, junto a su esposa. Justo en ese pedacito del mundo donde él quería reposar por siempre.

“Era estradense hasta la médula. En ocasiones bromeaba con él con que hasta me acomplejaba a mí en mi estradensismo”, explica Noni Araújo, natural de A Estrada y todo un referente en el municipio desde múltiples perspectivas. “Hasta que no se compró un piso aquí no paró. Abría las ventanas y decía que aquí respiraba aire de A Estrada. Para él Galicia era la séptima maravilla”, narra, en un intento por acercar públicamente la figura de un hombre que tanto amó estas tierras.

Antonio Prados Valverde hizo carrera militar y llegó a Coronel. Su primer destino fue Rábade, en Lugo. “Para él los soldados fueron siempre como sus hijos. Viendo que pasaban hambre, hicieron unos gallineros industriales. Si sobraban huevos o gallinas, tenía una red de compradores y el dinero iba para los soldados”, relata Araújo.

Guarda otra anécdota de su destino en Ceuta. Explica que le tocó tener a su mando a un joven al que le precedía cierta fama de delincuente. A los pocos días decidió encomendarle su coche para llevar a sus hijas al colegio. “Su mujer le dijo si estaba loco, pero el chico cambió completamente. Le agradeció haber sido el único en confiar en él y, tras regresar a Madrid para trabajar con su padre, acabó enviándole a Antonio una invitación para su boda”, detalla Noni Araújo.

Adiós al coronel de corazón estradense

El coronel, junto a su esposa, la estradense Aurora Beiras Ferradáns. / Cedida

Antonio conoció a Aurora Beiras Ferradáns en Ceuta y, a través de ella, acabaría enamorándose de Galicia en general y de A Estrada en particular. “Jamás vi a un estradense –yo misma, que adoro mi pueblo– igual que él. Sentía auténtica devoción”, asegura la que fue profesora de muchas generaciones de estudiantes, concejala con Manuel Reimóndez Portela e impulsora del premio de poesía que lleva el nombre de Avelina Valladares.

Recuerda que el coronel adoraba las parroquias, el folclore, las tradiciones de A Estrada y la forma en que se celebra el Entroido. Le gustaba pasear por la playa fluvial, visitar el Pazo de Oca o sentarse tranquilamente en una terraza de la capital estradense.

Adiós al coronel de corazón estradense

Antonio, junto a su hijo, su yerno y tres de sus nietos. / Cedida

“Se compró una casa aquí y me dijo muchas veces que la felicidad más grande en su vida sería venirse para aquí”, apunta Dolores Araújo. Sin embargo, aunque pasaba aquí los veranos, algunas veces la Navidad y visitaba el municipio también en otras épocas del año, Antonio residía en Madrid con su mujer y una de sus hijas. Y allí siguió después de que falleciese Aurora.

Apasionado de la música clásica, “cuando escuchaba la gaita gallega lloraba”. “En el hospital, estando ya malito, aun tenía el deseo de recuperarse y poder pasar el verano en A Estrada”, cuenta su amiga estradense. Aunque tan estrechamente vinculado a tierras estradenses, el coronel seguía de cerca muchos otros aspectos vinculados a la cultura y las gentes de la zona, caso de la rehabilitación del Pazo de Liñares –en Lalín– o toda la huella del aviador Loriga.

“Quería que en su funeral se cantase La muerte no es el final del camino”, expresa Noni Araújo. Su voluntad se cumplió, primero con la interpretación de esta pieza en la catedral de las Fuerzas Armadas y, dentro de poco, porque su viaje continuará hasta recalar de nuevo en A Estrada y con su Aurora Beiras como eterna compañera.

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