Aceitunas con vistas a la presa de Portodemouros

Álvaro Vázquez dispone de medio centenar de olivos en Brocos, de los que ya envasado su cosecha al segundo año

Álvaro Vázquez posa junto a su plantación de olivares de la variedad Arbequina.

Álvaro Vázquez posa junto a su plantación de olivares de la variedad Arbequina. / BERNABE/JAVIER LALIN

Salomé Soutelo

Salomé Soutelo

Álvaro Vázquez Caramés trabajó durante su vida laboral en una carpintería metálica y ahora, ya jubilado, se dedica a los frutales. Dispone ya de varias plantaciones de manzanos, así que decidió que una de sus fincas que antaño se había dedicado a pasto y también a campo para cereal iba a convertirse en un olivar, justo al pie del pantano de Portodemouros en Brocos.

Así que hace cuatro años, a finales del invierno, plantó medio centenar de olivos, de la variedad Arbequina, una de las más extendidas en la última década. Aunque es una variante andaluza, “es la que mejor se adapta a nuestro clima, de hecho, hay ejemplares hasta en los Pirineos”, explica. Las plantas dieron su primera cosecha de aceitunas en 2022, y habrá que esperar a que la plantación tenga seis años para que su rendimiento sea ya considerable.

“Recogimos solo medio canasto de aceitunas”, recuerda Vázquez, que pidió consejo a un amigo andaluz para saber cómo envasarlas. “Me dio una receta muy buena: hay que tenerlas en agua con sal durante 10 días, cambiándole el líquido cada jornadas. Al cabo de esos 10 días, tomamos sal, en proporción al peso de las aceitunas, y se meten en un bote con parte del agua en que estuvieron sumergidas, para que pierdan ese sabor amargo, acompañadas de unas gotas de aceite”.

El olivar está al pie de la presa.

El olivar está al pie de la presa. / Cedida

Preguntado por cuánto duraron los botes de aceitunas explica, entre risas, que “no le dimos tiempo. Las recogimos en noviembre y ya las comimos durante las Navidades”. Lo habitual es que la cosecha se recoja en otoño, aunque puede adelantarse en función de cómo le afecte el calor a la maduración.

Regar y podar

Si en 2022 esta primera prueba salió bien, en 2023 tocaba intentar hacer aceite casero. “Fueron en torno a uno o dos litros, pero la verdad es que está bastante bueno, muy suave, como si fuese una crema, y eso que creíamos que iba a tener un sabor amargo”. En este caso, también siguió los consejos de su amigo y, como en el caso anterior, hay que tirar de paciencia: “Primero toca triturar las aceitunas. Yo lo hice con la máquina que uso para las uvas, y después con una batidora. Así obtenemos una pasta a la que después se le aplican capas de paja para que vaya soltando líquido. En ese líquido el aceite, al pesar menos, queda en la parte superior, por lo que ya puede separarse.

La satisfacción por este nuevo hobby es tal que este vecino de Brocos ya está pendiente de plantar otro medio centenar de olivos, que en este caso serán de la variedad Picual, que pasa por ser la más abundante en determinados puntos de Andalucía, como Jaén y tiene además una gran capacidad productiva. Álvaro Vázquez se ha decantado por este tipo “porque tienen la hoja muy dura y aguantan bien las heladas” de las que el pantano de Portodemouros tampoco se libra.

Esta estampa de olivares al pie de la presa ha sorprendido a muchos y son varias las fotos que circulan en perfiles de Facebook. Pero no se crean que la cosecha viene regalada: las plantas, como cualquier otro frutal, precisa trabajos de fumigación para soportar cualquier plaga. También son importantes las podas, “en especial cuando las plantas aún están pequeñas, para darles forma y dejar ramas que estén ventiladas, amén de otras que sirven de tira-savia para que el árbol crezca con rapidez. “También las he regado durante este tiempo, para que afrontasen mejor la sequía”, explica. Y, para aquellos que al llegar a estas líneas estén pensando en poner a producir tierras yermas, “los olivares prefieren un sitio ruin, casi pedregoso, a una tierra muy fértil”, recomienda.

Suscríbete para seguir leyendo