Toñito deja el Kilómetro Cero y vuelve a su tierra paterna

El popular vendedor de la ONCE abandona Lalín nueve años después para continuar repartiendo suerte desde A Estrada

Toñito, ayer, en su puesto de 
Lalín junto a su labrador.   | // Á. G.

Toñito, ayer, en su puesto de Lalín junto a su labrador. | // Á. G. / Ángel Graña

Se le va a echar de menos. A él y, por supuesto, a su preciosa perra Maika, un labrador que se ha convertido en su alter ego para guiarlo correctamente por las calles de Lalín. Y es que José Antonio Brea, “Toñito”, el de la ONCE, se marchará la próxima semana de Lalín para poner rumbo a su nuevo destino en A Estrada, la tierra de sus padres donde piensa pasar los últimos años de vida laboral después de haber cumplido 57 años repartiendo simpatía y, desde luego, suerte. Ayer eran pocos los clientes que conocían su marcha, por eso muchos de ellos expresaron su descontento al saber que dejarán de ver la estampa en la que él sonríe desde la esquina junto al Kilómetro Cero mientras Maika reposa tranquila junto a él viendo la gente pasar.

Así las cosas, Toñito tiene previsto abandonar Lalín el jueves día 7 para empezar en A Estrada el día 11. “Los primeros años fueron complicados en Lalín”, reconoce mientras valida boletos de sus clientes en busca de recompensas. Tiene claro que “el cambio de destino es más bien por cercanía familiar porque si me pasa cualquier cosa, ¿a quién acudo?”, explica para justificar su regreso a la tierra de su familia. De todas formas, Toñito incluso es alegre hasta para despedirse porque, como él dice, “me considero una persona afortunada. Aparte de la falta de vista, el resto soy afortunado. También pienso que soy alguien que da algo de suerte a sus clientes”. En este sentido, en su currículum hay varios premios en Lalín y, también, en A Bandeira, su primer destino donde los repartió “algo más pequeñitos”. Al respecto, hace memoria para señalar que “el premio más gordo que repartí fue aquí, en Lalín, con 150.000 euros, también di uno de 30.000 euros y otro de diez, y luego de mil y de dos mil hubo muchos más.”

A pesar de unos comienzos nada fáciles en la capital dezana, Toñito se emociona cuando se le pregunta por cómo fue recibido a su llegada: “La acogida que tuve en Lalín fue realmente espectacular. No hay palabras. También es cierto que me tengo por alguien con don de gentes. Soy de los que les gusta tener mucha cercanía con la gente porque hablo mucho, demasiado a veces”, explica. Precisamente, esa facilidad para dar conversación es una de las virtudes que adornan a este menudo vendedor de la ONCE que es capaz de mostrarse risueño y dicharachero mientras hace su trabajo, además de contestar a todos los saludos que recibe conforme pasan los minutos. También es cierto que, después de saber que tenía que realizar un cambio de destino, a Toñito le asaltan los recuerdos cuando valora su vuelta al municipio estradense. “Si te soy sincero, y como dice la canción de Alejandro Sanz, tengo el corazón partío ahora que me voy. El chico que está en A Estrada, que se llama Mario, se jubila este año y mi destino será el mismo que el suyo, enfrente del BBVA de A Estrada. Es un sitio muy bien situado, cerca del Concello, concurrido y con calle peatonal, así que no me puedo quejar”.

Por otro lado, cuenta con que su vida laboral se podría prolongar una década más, y por eso todavía no se ha planteado qué hacer cuando llegue la jubilación. Por eso, subraya que “cuando me jubile echaré una mano en casa. Lo que pueda porque la vista no ayuda mucho, la verdad sea dicha”.

Pareja perfecta

Hablar de Toñito es hacerlo también de Maika. De hecho, cuando se le inquiere por su mejor recuerdo de todos estos en Lalín, el vendedor de la ONCE no duda: “Mi mejor recuerdo de Lalín es la perra. Me trajo muchísima suerte. Llegó ella y vinieron los premios”. La historia de este labrador color canela con final feliz en la capital dezana es digna de mención. El propio Toñito cuenta que “la historia de Maika es muy bonita. Un excompañero de la ONCE tenía a Maika con cuatro años más o menos pero no consiguió adaptarse con ella porque a veces pasan estas cosas. Se despistaba mucho –es una perra muy despistada– y a un ciego no se le puede dar un perro guía tan despistado porque puedes tener muchos problemas. Entonces, la quiso devolver. Habló con la gente de la ONCE de Madrid para pedir otra. Sabía que yo estaba interesado y me la dio. Llevo con ella cuatro años y ahora tiene nueve años de vida porque nació en 2015. Es una dulzura y un encanto y, como te decía antes, fue lo mejor que me pasó en Lalín”.

Mientras Maika otea el horizonte cómodamente instalada en la esquina del Kilómetro Cero, su dueño reconoce que por supuesto a él también le pica el gusanillo de probar suerte. “Pues, claro que yo suelo jugar. Me tocó algo en el Triplex pero poca cosa. Juego siempre al mismo número. Tengo que decir que la constancia en la ONCE tiene premio. Fijo. Yo tuve un cliente que ya no vive al que le tocó tres veces el cupón de la ONCE. Por lo tanto, la constancia premia” y recuerda que “igual que me pasó con mi cliente al que le di los 150.000 euros. Era un jugador constante de todos los días y al final tuvo su premio”.

Toñito, como buen vendedor de la ONCE sabe que su trabajo tiene un gran trasfondo social. Si se le pregunta por sí su clientela está comprometida con la causa cuando adquiere un boleto indica que “la compra de un cupón es algo que va unido a la labor social de la ONCE. El cliente sabe lo que hace cuando juega. A lo mejor los muy jóvenes y de afuera no lo asocian pero a partir de los 25 o 30 años todos saben qué es la ONCE”. Porque entre los que se paran para comprar “hay de todo. Tengo clientes veinteañeros que compran junto a los adultos y mayores que nunca se olvidan de pasar por aquí. Los mayores siguen siendo mayoría. Mi compañero que dio el premio gordo del último especial que tocó en Santiago fue para unos estudiantes sevillanos que habían ido a hacer el Camino. Así que, tenemos de todo”. Unos y otros, como decíamos al principio, lo van a extrañar.

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