Las comarcas abren la temporada de caza con aceptables capturas en una jornada lluviosa

Una mujer, acompañada de otros tres cazadores, muestra una liebre en montes de Vilatuxe.

Una mujer, acompañada de otros tres cazadores, muestra una liebre en montes de Vilatuxe. / Bernabé/Javier Lalín

Cientos de cazadores de las comarcas estrenaron ayer la temporada en una jornada que las sociedades cinegéticas califican de buena en términos generales y marcada en gran medida por las precipitaciones caídas en las últimas 48 horas. Las todavía débiles lluvias no impidieron esta práctica y además empaparon unos montes necesitados de agua después de meses de sequía, que también condicionan el hábitat de especies como el conejo o la perdiz. En montes de la parroquia lalinense de Vilatuxe se levantaron de la “cama” liebres y alguna acabó colgada en el cinto de los cazadores.

El de ayer fue un día de chubasquero, perneras y botas. |   // BERNABÉ/ J.LALÍN

El de ayer fue un día de chubasquero, perneras y botas. | / // BERNABÉ/ J.LALÍN

Esta campaña, a priori, no tiene nada de extraordinaria respecto a la de los últimos años, pues esta actividad social ya tiene poco que ver con la que recuerdan los más veteranos. La falta de caza por modificaciones de los hábitats o las enfermedades de las especies, junto a la complicada gestión de los cotos porque las economías de las sociedades son más limitadas, son las principales razones de unos cambios, dependiendo casi en exclusiva de las siembras de conejo y perdiz para animar a los cazadores a salir al monte cada jueves, domingo o festivo.

Un cazador agarra un conejo. |   // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Un cazador agarra un conejo. / // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Ramón Iglesias, presidente de la sociedad de Silleda, asegura que en general se abatieron bastantes conejos y perdices, pero que en todo caso las especies se movieron en el monte, es decir que hay caza. También perdices, que, indica, incluso criaron en los montes trasdezanos y algún que otro faisán, animal del que se pretenden realizar sueltas más adelante. Los estradenses tuvieron que esperar, en algunas zonas, hasta las 10.00 horas para que levantase la niebla y bajar los perros de sus carros para iniciar la jornada. El dirigente de Río Ulla, Manuel Sanmartín, también sostiene que “la gente en general disfrutó del día” y al margen de las capturas de conejo puso el acento en la “importante densidad” de perdiz en este Tecor. Solo cuando las lluvias cayeron con más intensidad, dice, los perros perdieron algo el rastro de las piezas, aunque remarca que este arranque de la campaña puede considerarse satisfactorio. Efectivamente el de ayer fue un día de tantos de chubasquero, perneras, botas y gorras o sombreros para protegerse del agua.

La imagen de la sociedad lalinense, José Luis Montoto, explica que compañeros con los que conversó le trasladaron que habían disfrutado del día y que más que la lluvia en casos era la humedad la que más molestaba. ”Pues la verdad es que le pondría un notable al comienzo de la temporada y parece que tiene buena pinta por lo que vimos”, manifiesta Montoto, quien mantuvo contactos con varios grupos de cazadores para interesarse por cómo había sido su estreno en esta nueva campaña de caza menor.

Un cazador observa a sus perros en un camino.

Un cazador observa a sus perros en un camino. / Bernabé/Javier Lalín

El de Dozón es el coto más pequeño de las comarcas y en sus 7.500 hectáreas de terreno ayer se compatibilizó la caza menor con las batidas de jabalí. Su presidente, José Rodríguez, expone que las dos actividades cinegéticas son posibles porque la entidad cuenta con 90 socios y superficie de monte suficiente para que los cazadores de mayor y menor no se molesten y tampoco haya riesgos. Valora positivamente este arranque de la campaña y pone como ejemplo un grupo de tres cazadores que cobraron un conejo y nueve perdices. A su juicio, la clave estuvo en la siembra de estas aves, esperando a que contasen con cuatro meses y medio de vida al menos y que el comienzo de la campaña no coincidiese con el cambio de pluma de las perdices, pues se debilitan y además precisan más alimento, que precisamente no abunda en los montes. Las aves estarían ahora más fuertes y su grado de adaptación al medio sería más satisfactorio.

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