Un inciso

Se vende mochila prehistórica para era digital

La vuelta al cole hace que te rías de la cuesta de enero: casi 600 euros por los libros de texto de dos hijos saca los colores a la enseñanza pública

Mochilas en un colegio público,

Mochilas en un colegio público, / MANUEL BRUQUE

Ana Cela

Ana Cela

La primera vez que tuve que comprar un libro de texto para uno de mis hijos no daba crédito. No era por el desembolso en sí –que también-– sino por lo ridículo que se me antojaba aquel gasto, lo mirase por donde lo mirase. El librito en cuestión –un compendio de fichas en las que, todo lo más, mi hija podía colocar aquel dedito rechoncho suyo después de que alguien se lo sumergiese en pintura– rozó los 50 euros. Confieso que mi sorpresa entonces no fue el precio, sino el hecho de que en el momento en que me vi comprándolo en la librería mi niña todavía era una debutante en el arte de mantenerse sentada por sí sola, con sus seis meses recién cumplidos. Aquel sería el primero de muchos enfados y desagradables sorpresas ante las compras de la vuelta al cole.

Aquel primer septiembre de ingreso en la escuela infantil de la mayor de mis hijos pensé y expresé que no me parecía de recibo comprar un libro de texto para un bebé que aun tenía por delante algo tan básico como aprender a caminar. Todavía me parecía menos lógico si pensaba en que mi hija acudía a un centro público y que esos 50 euros tirados –se mire como se mire lo eran– podían representar un esfuerzo del todo innecesario para muchas familias. Por suerte, los días de libro de texto en la guardería se terminaron pocos cursos después.

Sin embargo, transcurridos nueve años, el momento de guardar este año los libros escolares del pequeño de la casa me hizo saborear la misma indignación. El volumen es cuestión fue el de inglés. Vaya por delante que estoy realmente sorprendida de lo bien que mi hijo se está introduciendo en esta lengua extranjera, algo en lo que todo el mérito es de las personas que han guiado sus pasos en el aula. Sin embargo, lo nuevo que se veía el libro de fichas que había tenido que comprar para la materia en el último curso de Educación Infantil me invitó a revisarlo. Estaba poco menos que a estrenar después de un año entero. Vale, quizás sea una exageración dicho así. Ni que decir tiene que conté las páginas cubiertas. Digamos, por simplificar, que estaba lejos de alcanzar el 50% de su ejecución. Llegados a este punto, casi seguro que voy a meterme donde no me llaman y a levantar ampollas pero, ahí vamos: si un niño afronta un curso en el que todavía tiene que adentrarse en la lectoescritura en sus lenguas maternas, ¿hasta qué punto tiene sentido exigir para él un libro de texto en una lengua en la que ni lee ni escribe? Para unir con una flecha un cocodrilo con la palabra “crocodile”, ¿realmente es preciso, con los recursos que hay hoy en día, hacer que una familia se gaste los alrededor de 30 euros que cuesta el librito que habrá de regresar a casa con la mitad de sus páginas sin hacer?

Sin entrar al armario

En mi casa, como en muchísimas otras, no faltan las habas, pero las que hay están bien contadas. Mi familia no percibe ningún tipo de ayuda pública para la compra de los libros y el material escolar, lo cual no quiere decir –ni muchísmo menos– que el gasto que llega cada mes de septiembre no nos exija un esfuerzo muy importante en casa. Ni que decir tiene que el contexto de precios disparados en bienes absolutamente básicos no ayuda absolutamente nada. Hechos los cálculos, me hacen falta 600 euros para volver al colegio. ¡Solo para cumplir con la lista de cosas que obligatoriamente han de llevar en la mochila! La cifra deja todavía pendiente adentrarse a revisar el armario y estimar dónde está el límite que marca que unos pantalones puedan declararse “tobilleiros”, “capri” o, sencillamente, tan cortos por crecimiento que parecen pensados para salir de pesca. Del calzado mejor ni hablamos.

En serio que lo de los libros de texto se ha vuelto una locura. Entiendo que las editoriales tienen que comer, pero 42 euros por un libro de Primaria y una mochila a reventar de ejemplares es, como mínimo, para darle una vuelta. Soy muy consciente de que existen aportaciones públicas para ayudar a rentas más bajas a realizar este desembolso. Me van a perdonar, pero no me sirve. Desde mi punto de vista, carece de sentido alguno destinar dinero público a costear un gasto que, en el marco de una enseñanza también pública, sencillamente se puede evitar. Es más, suprimiéndolo se puede, por ende, ofrecer exactamente las mismas condiciones a todo el alumnado y destinar todas esas ayudas económicas a cuestiones que sí pueden –y lo hacen– sembrar diferencias.

Pensar en que no se pueden impartir los contenidos de Infantil y Primaria con menos libros o, directamente, sin ellos, es un absurdo. Nos jactamos de vivir en la sociedad de la información y la comunicación. Nunca fue tan fácil conseguir recursos didácticos; nunca hubo un acceso tan universal, incluso para los que no tenemos conocimientos pedagógicos. Existen plataformas específicas y, sino, la opción de preparar apuntes en una libreta y repasar, de paso, ortografía y caligrafía. No digo que no se pueda comprar algún texto, pero si se van a pedir sumas tan abultadas, igual no estaba de más pensar en cambiar ayudas por la disponibilidad de libros para todos los niños en todas las clases. No nos engañemos, el negocio de la actualización es evidente, pero la materia es la misma. Dos más dos son cuatro este año y dentro 15 y es más que probable que “barato” se siga escribiendo con la misma “b” de “burro” que ahora.

Se puede

Por tanto, si se quiere, se puede. Para muestra, A Estrada tiene un botón perfecto en el colegio de Codeseda, donde no se utilizan libros de texto en ninguno de los niveles de Infantil ni de Primaria. Que el sistema exija esfuerzo no lo niego, pero creo que merece la pena y que debería promoverse. Repito: no digo que no se pueda solicitar algún recurso bibliográfico pero, ¿un alumno de primero o segundo de Primaria necesita realmente textos por más de 250 euros? ¿En serio tengo que creerme que no existen alternativas vara evitar o minorar este gasto?

El mal de muchos no consuela ni a los tontos. Sobre todo cuando nos tocan el bolsillo. Sirve solo para confirmar que tus ideas no son incendiarias, sino compartidas. Este viernes un grupo de amigas y madres –con hijos en una reprsentación de diferentes colegios de A Estrada– expresaban la misma indignación que yo sentí al enterarme de cuánto me supondría el regreso de mis hijos a las aulas. Alguna incluso podía aportar el recibo de más de 550 euros en los textos de sus hijos, también pequeños. Los tenis, los chándales y los pantalones de la talla apropiada tendrán que esperar, al menos, hasta que entre la próxima nómina, porque la última –la que tendría que alcanzar para todo el mes de septiembre que acaba de empezar– ni siquiera alcanzó para compaginar el gasto en libros de texto con el pago de la hipoteca, las facturas habituales y la subida de una cesta de la compra en la que el aceite es ya, literalmente, oro líquido y el disparatado precio de la leche hace pensar que muy pronto vamos a terminar como si estuviésemos realmente desayunando con diamantes, a lo Audrey Hepburn.

Algunos colegios suprimen textos en Infantil

Varios colegios de A Estrada han hecho los deberes este año y se han lanzado a recortar de manera más decidida los libros de texto en los cursos de Infantil. Olé. Me alegro por los beneficiados, aunque para muchos ya llega tarde. Sin embargo, para aprobar con nota todavía no es suficiente. Se necesita un esfuerzo mayor, por parte de todos. Los centros educativos y las administraciones públicas los primeros, al menos si se quiere hablar de una enseñanza pública e igualitaria a la que las facturas que muchos pagamos este mes no le saquen los colores.

Y para quienes sufran por los beneficios editoriales, afortunadamente están los libros infantiles y juveniles con los que fomentar el gusto por la lectura, una pasión que todavía resiste con dignidad y sentido práctico en un universo tecnológico y virtual en el que el libro de texto para estudiar no solo es vestigio histórico sino también artículo de lujo. Con todo, no se preocupen. En esta vuelta al cole las familias hemos tenido que volver a comprar bien cara mochila prehistórica para era digital.