La tinta engancha

La peluquería Bakary de A Estrada causa furor con una jornada de puertas abiertas con tatuajes “low cost”, a cargo de la que será su tatuadora de cabecera, Elena Rodríguez

Elena Rodríguez tatúa el brazo de la estradense Tatiana Meilán. Abajo, trazos sobre la furgoneta y su declaración de amor.    | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Elena Rodríguez tatúa el brazo de la estradense Tatiana Meilán. Abajo, trazos sobre la furgoneta y su declaración de amor. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / Ana Cela

Ana Cela

Ana Cela

Son poco más de las diez de la mañana y en la peluquería Bakary de A Estrada –inaugurada hace unas semanas en el número 23 de la Rúa Iryda– ya hay cola. El establecimiento, que sigue una filosofía low cost, celebra una jornada de puertas abiertas con la que es ya su tatuadora de cabecera, Elena Rodríguez (@elenarodrigueztatoo) y con un precio imbatible (solo 15 euros) para tatoos de 5x5 con pequeñas sombras y rellenos. La primera clienta acaba de salir por la puerta con una mariposa, un dibujo con el que decidió estrenarse, a sus 45 años, en el mundo del tatuaje. Ahora es Tatiana Meilán la que ocupa el asiento y no tiene empacho en reconocer que la tinta tiene algo adictivo. Engancha. Su cuerpo, con más de 20 tatuajes de pequeño tamaño lo demuestra.

La tinta engancha

La tinta engancha / Ana Cela

Tatiana explica que se hizo su primer tatoo con 18 años. Fue un regalo de cumpleaños que todavía conserva intacto en su muñeca. “Dije que ya no me hacía más, pero a los seis meses estaba repitiendo y la última vez ya me hice cuatro o cinco juntos”, explica. ¿Dolor? Si lo siente, lo disimula muy bien, porque Elena Rodríguez ya ha comenzado a tatuarle la furgoneta en la que viaja junto a su perro y esta estradense continúa hablando como si ni siquiera se hubiese dado cuenta de que el trabajo ya está en marcha. “En algún momento te puede molestar, pero no es más que un rasconazo”, dice.

Abajo son muchas las personas que esperan su turno para sentarse en el sillón de la tatuadora. La peluquería Bakary no ha tenido más remedio que dar número, ya que se decantaron por no dar citas para esta jornada de tatuaje, que comenzó a las 10.00 y que tenía previsto concluir a las 20.00.

"La tinta llama a la tinta"

“Es un dolor soportable”, comenta otro de los clientes que aguarda su turno. Este será su octavo tatuaje. “Es algo adictivo”, confirma, mientras muestra su brazo y su gemelo completamente dibujados. “La tinta llama a la tinta”, añade.

Mientras, Tatiana se prepara ya para que Elena comience con el segundo de los tres tatuajes programados. “Cada vez que me voy a hacer un tatuaje, mi padre siempre me dice qué va a pasar cuando sea vieja y me arrugue. Le respondo que seré una vieja arrugada con tatuajes; lo feo es la arruga; por lo menos la mía va a estar decorada”, bromea. Si con 18 años se hizo el primero, Tatiana lleva ya 11 años haciendo de su cuerpo un lienzo en el que distintos tatuadores han cumplido su deseo de conservar para siempre dibujos cargados de significado. “Todos los que tengo tienen un significado para mí”, expone. Además de escoger para hoy esa furgoneta en la que tanto disfruta recorriendo el mundo junto a su bulldog francés, un sencillo tatuaje con dos letras y un pequeño corazón es la declaración de amor más sensata que se puede inmortalizar: “yo”, se lee. Otra frase dibujada en una ocasión anterior la completa: “a vida pa min”.

Dos años tatuando

Elena Rodríguez se convirtió en tatuadora hace más de dos años, aunque lleva dibujando toda su vida. Trabajaba como monitora en un gimnasio, pero decidió encaminar su vida hacia algo que la llenase realmente. Se formó y descubrió que plasmar sus dibujos en la piel de la gente que quiere lucirlos le encanta. “El tatuaje es algo centenario, no es una moda”, remarca. “Ahora es algo artístico, aun cuando menos del 50% de la población esté tatuada”. Apunta que sus clientes acostumbran a preferir el negro a los tatoos con color. Reconoció que los precios de ayer no son viables y que solo son propios de una jornada de puertas abiertas y de presentación como la organizada en Bakary. Cada uno de los diseños tatuados tendrían, normalmente, un precio de unos 60 euros.

La también vecina de A Estrada Susana Silva salió ayer de este centro con los dos primeros tatuajes de su vida, uno en el tobillo y otro en el antebrazo. “No me dolió”, compartió, contenta de haber cumplido con una idea que llevaba años rondándole en la cabeza. Además de una luna y un sol en el antebrazo, en su tobillo luce el símbolo de la expresión suajili hakuna matata, que significa “no hay problema” y que abandera la filosofía vital de disfrutar del momento o, lo que viene a ser lo mismo, vivir y dejar vivir. Aquí encaja también el tatuaje. Al final, se trata de que cada uno disfrute de su cuerpo, convirtiéndolo en un soporte de lo que quiere contar.

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