Realizar el Camino de Santiago es una experiencia dura, pero gratificante. Así lo afirman muchos de los peregrinos que han pasado por los diferentes itinerarios rumbo a la capital gallega. Pero además, a algunos les resulta adictivo. Prueba de ello es Peter Murphy, un inglés natural de Manchester, que a sus 71 años ha peregrinado a la Catedral un total de 31 veces. Después de probar lo que cada ruta tiene que ofrecer, este caminante ya tiene su Camino favorito: el de A Geira, que en este año ha recorrido ya la “friolera” de cuatro veces.

Concretamente, la primera vez que optó por probar con este itinerario fue en junio. Lo hizo porque “ya estaba aburrido del de Invierno, que hice entre nueve y once veces. Ya he perdido la cuenta. Así que me puse a buscar alternativas, y di con este. Ahora es mi favorito, el número uno”. El motivo, admite, es “la gente y la gastronomía”.

Si cuatro veces ya son muchas, para Peter no son suficientes. El 12 de octubre, aprovechando el puente de la Hispanidad, espera poder hacerlo de nuevo. Esta vez, acompañado por su mujer, María, que por trabajo no pudo acompañarlo hasta ahora. Y es que, para poder peregrinar tanto, uno necesita tiempo. Algo que al protagonista de este reportaje le sobra, ya que hace dos años que está jubilado, “me retiré hace dos años, justo antes de la pandemia. Estaba emocionado pensando que por fin podría hacer todos los Caminos que me faltaban, pero pasó lo que pasó”.

Hasta entonces, trabajaba preparando a opositores para sacar la plaza de profesor de secundaria, en la especialidad de inglés. Su acompañante en esta aventura, Juanjo, confiesa que la fama de Murphy llegó a ser tal, que preparó a estudiantes de toda España, pues el éxito lo precedía. Ahora, dedica su tiempo a sus dos grandes hobbies; viajar y a acudir a los partidos del Unionistas de Salamanca CF, equipo del que es socio.

Lo cierto es que Peter es una de esas personas que, simplemente, cae bien. Con sus bromas para romper el hielo y su sonrisa amigable, en seguida consigue que las personas se abran a él. Es por ello que no le faltan amigos en cada parada del Caminho da Geira. Sea en Soutelo, donde Paco lo espera con cervezas; en Codeseda, donde Carmen sale a recibirlo; en A Estrada, donde Silvia lo lleva a comer el pulpo á feira; o en Rarís, donde lo esperan en Casa Mella, el peregrinaje de Murphy se marca con visitas a compañeros, no con sellos.

El mejor GPS, la experiencia y la memoria

Peter y Juanjo son los peregrinos número 801 y 802 respectivamente. El 800 fue un francés que se les adelantó, bromean. Peter ya no necesita señales ni GPS, pues conoce el camino al dedillo. Pero Juanjo, primerizo, se sorprendió de la mala señalización de algunas etapas. Destaca la de Codeseda a la villa, “había cruces y no sabía para donde tirar, no vimos ninguna indicación”. Los senderos en sí, tampoco están en perfectas condiciones, si bien Peter asegura que están mejor que la primera vez que realizó el itinerario; “antes era como una selva de Vietnam”, dice entre risas mientras simula apartar maleza. Otro punto de confusión existe en Forcarei, de donde parten los itinerarios de A Geira y de Miñoto Ribeiro. Aquí, coinciden Murphy y Juanjo: “cambian las señales y es fácil perderse”. La próxima vez, aseguran, partirán desde Braga para realizar la ruta completa, puesto que hasta ahora salían de Ribadavia, distancia mínima (100 kilómetros) para conseguir la Compostela.