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Lalín pierde a la centenaria que superó tres pandemias

Estrella Sanmiguel Sesto falleció el miércoles a los 107 años de edad

Estrella Sanmiguel, junto a sus hijos, en su último cumpleaños. BERNABE/ ANA AGRA

“Estamos saliendo de la pandemia, la tercera que supera en su vida, y eso merece celebrarse”, decía la familia de Estrella Sanmiguel Sexto en junio del año pasado con motivo de su 107º aniversario. La anciana fallecía este miércoles, a poco más de un mes para cumplir los 108 años de vida, en su casa de A Goleta.

Estrella Sanmiguel Sexto nació el 21 de junio de 1914 en la aldea de Vilanova, en la parroquia cruceña de Santo Tomé de Insua. Todavía faltaba más de un mes para que comenzase la I Guerra Mundial, enmarcada entre dos grandes epidemias: la fiebre tifoidea y la gripe española. La primera estaría a punto de costarle la vida a Estrella, ya con 21 años, en 1935. Ella misma contaba, hasta hace unos años, que estaba tan grave que el cura llegó a darle la extremaunción. “Gracias a una inyección que la salvó, porque ya estaba más allá que acá”, relataba a esta Redacción su hija Mari Carmen con motivo de su último cumpleaños. Se la puso un médico de Arzúa que tenía mucha fama y al que había ido a buscar un primo suyo a caballo. “La gripe española no le afectó y no tiene vivencias de gente que muriera por ella”, apuntaba su benjamina.

Tras los duros tiempos de la Guerra Civil, ya con 30 años, Estrella se casó y se fue a vivir a la casa de su marido, José Pulleiro, en la vecina parroquia de Cumeiro, en cuyo cementerio fue enterrada ayer. Allí nacieron sus tres hijos, Socorro, que hoy tendría 74 años; Manuel, de 72; y Mª Carmen, de 62. En 1977 le llegó el golpe más duro de su larga existencia: la muerte de su primogénita y de su yerno, días después de su boda, en un accidente de tráfico en Silleda.

La suya fue una dura vida labrando la tierra, como la de tantas otras generaciones de gallegas. “Unas pocas vacas, una poca tierra y un poco de hambre”, resumía su yerno, José Ramón Quinteiro, con quien vivía en A Goleta –en la parroquia lalinense de Camposancos– desde hace unos veinte años, al poco de morir su esposo. “Hace cinco años le dio un ictus y desde entonces se ha ido apagando”, detallaba José Ramón en junio de 2021. “Le gustaba mucho leer, leía el periódico, echaba una hora, lo dejaba y luego volvía. También le gustaba jugar a las cartas. Era una persona muy habladora, muy afable, le gustaba estar con la gente, una buena relaciones públicas”, añadía. Pero los últimos años ya le costaba mucho hablar y moverse, por lo que los pasó encamada.

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