Una segunda vida pasados los 100 años

Una pareja búlgara reabre la histórica taberna A Calzada, en Larazo

Lubomir Petkov atiende en el interior de la Taberna A Calzada a dos clientes.   | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Lubomir Petkov atiende en el interior de la Taberna A Calzada a dos clientes. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / SALOMÉ SOUTELO

Salomé Soutelo

Salomé Soutelo

Lubomir Petkov es búlgaro y trabajó durante años como músico en una orquesta de Vigo. Al trasladar su residencia a Vila de Cruces, vivir de la música le resultó más complicado, así que junto a su pareja, Rumyana Ignatova, se puso al frente de la Hamburguesería Verde, en el casco urbano. El local, como todos los vinculados a la hostelería, pasó los dos últimos años sometido a restricciones de aforo y de horario debido a la pandemia sanitaria. Pero esto no echó atrás a la pareja a la hora de asumir un nuevo reto en un sector que está remontando, no sin dificultades. Decidieron tomar las riendas de la histórica Taberna A Calzada, en la parroquia de Larazo. El bar abrió sus puertas por primera vez hace 104 años, allá por 1918, y en los últimos meses llevaba un tiempo cerrado por la baja de su última responsable.

Mesas de ping pong y billar

Lubomir Petkov cuenta que “no conocía a los antiguos dueños, pero había pasado muchas veces por aquí y decidí ver el local”. Y la primera impresión funcionó: decidió no solo reabrir el negocio sino también ampliar la zona de ocio para los más jóvenes, en una taberna en que la muchas veces otro clásico del ocio, las partidas de naipes, demoraban el cierre hasta altas horas de la madrugada.

Su idea es habilitar una zona para colocar una mesa de ping pong y un billar, de modo que se conviertan en reclamos para los jóvenes y también para el resto de la familia de la parroquia. Los que fuimos niños cuando aún no existían los centros comerciales recordamos aquellas tardes de domingo mejorando nuestra precisión con el taco, y el resto de la semana aguardando a comprobar si habíamos mejorado nuestras aptitudes. Así que, por qué no recuperar estas aficiones para las nuevas generaciones. Petkov apunta que, en un principio, la intención era reabrir el local cuando la reforma estuviese ya concluida. Pero al final, A Calzada ya está disponible para sus clientes.

“Poco a poco va regresando la clientela que tenía el local”, explica el nuevo gerente. Los usuarios se reparten a lo largo de la mañana, para tomarse un café, y también al atardecer y durante las primeras horas de la noche, “en un ambiente muy tranquilo”. El goteo de clientes le permite a los nuevos responsables del local ir rematando las reformas. A Lubomir también le gustaría ampliar los servicios que presta ahora A Calzada ofreciendo comidas. Sería, de algún modo, como recuperar el espíritu de la Taberna cuando lo regentaban José Vila y Josefa Blanco, uno de los hijos y la nuera del fundador, Pedro Vila.

Cuando este local cumplió los 100 años Teresa Vila, la hija de la pareja, recordaba a FARO cómo su madre preparaba conejos que le traían los cazadores, así como truchas de los ríos que riegan estas tierras. La destreza de Josefa Blanco en los fogones también explicaba que durante muchos años A Calzada fuese el lugar escogido para comer, día a día, de las personas foráneas que estaban trabajando en el municipio. Tras años viviendo en Cruces, esta pareja de búlgaros son ya un ejemplo en el municipio de emprendimiento en tiempos difíciles, pero también de una apuesta por mantener los servicios para las personas que viven en el rural.

La emigración lo creó y ahora revive con la inmigración

En la anterior etapa de la Taberna A Calzada, tres generaciones estuvieron en la barra de este bar de Larazo. Fue abierto en 1908 por Pedro Vila, que decidió iniciarse en el mundo de la hostelería una vez que regresó de la emigración en Cuba. La taberna fue abierta, precisamente, con lo que pudo ahorrar durante su estancia en las islas. Pero Pedro Vila falleció muy joven y su mujer, Josefa García, decidió marcharse a Argentina.

Unos vecinos, los de Facorro, asumieron el mando del local hasta que se encargaron del mismo los hijos del matrimonio: José, Jesús y Manuel. Los dos últimos también decidieron emigrar, así que José Vila y su esposa Josefa Blanco pasaron a regentarlo. La tercera generación vendría de la mano de su hija Teresa, casada con Ramón Pulleiro. Cuando se jubilaron, se encargó de A Calzada, desde 2016, una prima de la familia. Ahora, pasados los 100 años, y, curiosamente, gracias a la inmigración, el local está viviendo una segunda oportunidad.

Suscríbete para seguir leyendo