Un Cinema Paradiso en mitad de una pandemia

Los Minicines Central luchan por mantenerse a flote pese a las dificultades a causa de la situación COVID y la falta de estrenos

Luis Rivadulla y Pilar Matalobos, en Minicines Central de A Estrada.   | // BERNABÉ/ J.CARLOS ASOREY

Luis Rivadulla y Pilar Matalobos, en Minicines Central de A Estrada. | // BERNABÉ/ J.CARLOS ASOREY / N.Couceiro

N.Couceiro

Pocos municipios cuentan con su propio cine, pero A Estrada tiene la suerte de ser uno de ellos. Los Minicines Central abrieron sus puertas por primera vez en el 1997, bajo la dirección de otros propietarios, que mantuvieron la actividad por dos años. Posteriormente permanecieron cerrados hasta el 2004, cuando Luis Rivadulla y su mujer, Pilar Matalobos decidieron tomar la iniciativa y dotar al pueblo estradense de este entretenimiento de nuevo. Desde entonces y hasta hoy, esta casa del séptimo arte permaneció abierta un total de 17 años, con la única excepción del cierre forzoso causado por el COVID y el confinamiento, pero la trayectoria no fue fácil.

Rivadulla recuerda sus inicios, cómo al principio los meses de verano eran vacíos, con poca audiencia y pocos estrenos, por lo que cerraban hasta el comienzo del mal tiempo. También cómo esa tendencia cambió, ahí por el 2012. Entonces empezaron a abrir también en la época estival, con títulos mayoritariamente de cine infantil, a los que poco a poco fueron sumándose opciones para un público adulto hasta convertir los meses de julio y agosto en dos de los tres mejores del año, junto a diciembre.

En el 2016 el matrimonio propietario llegó a un punto de inflexión, cerrar o hacer una fuerte inversión para poder actualizar su proyector, dado que el existente ya no era compatible con el formato de las nuevas producciones. La tesitura era difícil, según confiesa el estradense, “sabíamos que teníamos poco público y lo achacábamos a que no estrenábamos películas, pero nada nos garantizaba que si actualizábamos los proyectores para estrenar tendríamos más audiencia, por lo que era una decisión arriesgada” pero finalmente pudo la pasión y finalmente instalaron un nuevo aparato de 40.000 euros: los estrenos llegaban a A Estrada.

La cosa fue bien en los años siguientes y en el 2018 volvieron a invertir en el establecimiento para renovar el proyector de su segunda sala y dotar a ambas de nuevas butacas, más amplias y cómodas, dejando más espacio para el espectador, lo que modificó las filas reduciendo el aforo del 100 a 70 personas.

Poco o nada sabían por entonces lo necesario que iba a ser ese espacio extra en tan sólo un par de años más. Pero la vida guarda sorpresas inesperadas y después de cerrar el 2019 como su mejor año desde la apertura, el 2020 les asestó un golpe que los devolvió a la incertidumbre de no saber cuánto tiempo podrían permanecer abiertos.

"Ir al cine no es sólo ver un film, es una experiencia por sí misma, un encuentro social"

El COVID llegó en marzo con un confinamiento de tres meses bajo el brazo, aunque si bien el verano dejó cierta libertad para reabrir establecimientos y recobrar el ocio, el cine y los teatros tardaron en recuperar la actividad. No obstante, la pareja estradense lo tenía claro, respetarían a raja tabla todas las medidas de seguridad para ofrecer a los estradenses, o a quienes fuesen que visitasen sus instalaciones, el placer de disfrutar del cine de forma segura, sin preocupaciones por posibles contagios. El tiempo pasó y les dio la razón, ni un solo positivo o brote producido en sus salas, “tenemos aforo de 30 personas por sala, el espectador no tiene a nadie a su alrededor, ni en los laterales, ni delante o atrás, desinfectamos las butacas después de cada función y cambiamos el sistema de ventilación, todo para garantizar la seguridad y el bienestar de nuestros clientes”. Y es que un cine de pueblo tiene un ambiente diferente al que uno se puede encontrar en las grandes superficies, un deje familiar en el trato, cierta intimidad dota la experiencia de una magia extremadamente especial.

El 2022 es el segundo año de esta “situación de ciencia ficción”, como la denomina Rivadulla, con un inicio marcado por la sexta ola y una confianza difícil de restaurar, pero los Minicines Central permanecen a flote, fijos ante la tormenta, sabiendo que “en peores plazas hemos toreado”. Al auge en los contagios y consecuentemente en las restricciones hay que sumarle la falta de estrenos blockbuster, “hay muchas productoras que tienen títulos en los cajones, esperando a que la cosa mejore para publicarlos, y otras que directamente optan por lanzarlos a través de sus propias plataformas de streaming”, lo que deja un catálogo poco apetecible para el consumidor. Sin embargo, estas salas cuentan con un as en la manga, “nosotros no sólo proyectamos estrenos, también incorporamos algunas obras de cine independiente que no son tan taquilleras pero cuentan con una audiencia fija y fiel”. Gracias a ello, han ido capeando la falta de novedades en el ámbito audiovisual mainstream.

Finalmente, otro de los obstáculos que este establecimiento, y todos los de su semejanza, han tenido que sortear es la nueva forma de consumir cine y televisión, a través de plataformas como Netflix, Prime Video o Filmin, que ofrecen títulos novedosos y de culto desde la comodidad del sofá de casa, pero Rivadulla está convencido de que no presentan una amenaza: “hay muchos motivos por los que ir al cine no es comparable con estas plataformas. Para empezar, tienen estrenos pero también mucha paja, uno nunca llega al final del catálogo. Además, no importa como de buena sea la televisión, el visionado siempre será mejor en sala. Y por último, ir al cine no es sólo ver un film, es una experiencia por sí misma, un encuentro social”.

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