La libertad de expresión es uno de los derechos fundamentales más importantes. Tener la opción de decir lo que uno piensa, siente o cree es una suerte que valoran como nadie aquellos a los que algún día se le tapó la boca. Sin embargo, cuando uno expresa lo que se le pasa por la cabeza de una forma radical e indebida, avergüenza a quienes lucharon por conseguir que todo el mundo tuviese la oportunidad de defender su parecer. Hace tiempo que distintas asociaciones se unieron en torno al Centro Juvenil La Estación. Disfrutan de distintas aficiones y pasiones, entre ellas el grafiti como modo de expresión artística. Sin embargo, en su terreno y rodeados de parte de su obra, los vándalos decidieron pintar mensajes de muy dudoso gusto, en su mayoría contra la acción policial. Estas pintadas aparecieron en un buen número de columnas.

Lejos de polemizar, desde el centro juvenil se trasladó la intención de seguir obrando de manera constructiva, enluciendo lo que otros afean. Así que se pondrán manos a la obra y volverán a arreglar lo que otros estropean. De hecho, estos jóvenes tendrán también que borrar la huella del vandalismo en la robleda municipal. Después de las horas que integrantes de este colectivo invirtieron en mejorar este entorno para el disfrute colectivo, hubo quien creyó legítimo destrozar el trabajo ajeno. Expresar una opinión es algo muy sano, pero hay que saber escoger las formas y seguir la única regla que pone la libertad: el respeto a los demás.