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El coronavirus se cuela en el tobogán

Silleda mantiene sus parques cerrados. En A Estrada y Lalín, abiertos. | BERNABÉ/J.LALÍN

En el ámbito rural los niños no aprecian la misma interrupción de sus juegos.

El coronavirus se cuela en el tobogán

El coronavirus se cuela en el tobogán

¿Cuándo fue la última vez que viste a un niño con un brazo escayolado o al que le hayan tenido que dar puntos? La pregunta surge en una conversación de pareja mientras se repasan las cicatrices “de guerra” de la infancia. En realidad, la reflexión –y también la comparación– llega después de lamentar lo enfrascados que están los hijos en juegos completamente estáticos, con pantalla de por medio. Muchos pequeños ya no juegan: disfrutan viendo en YouTube cómo otros niños se divierten con los mismos juguetes que ellos tienen tirados en su habitación. Así de triste, así de cierto y así de incomprensible para quien creció subiendo a los árboles, estrellándose con la bicicleta y volviendo a subirse, construyendo cabañas o reciclando lo que hoy se consideraría basura. Eran otros tiempos, no cabe duda.

Con frecuencia, madres y padres se sorprenden a sí mismos con observaciones que algún día escucharon a sus propios progenitores. Si yo hubiese tenido esto cuando era un niño... Si en mi época existiesen estos toboganes o estos parques de bolas… ¿Les suena? Está claro que hoy tienen más de lo que cualquiera pudiese imaginar en su niñez, cuando las camas elásticas o los patinetes que avanzan si necesidad de tomar impulso con los pies eran, simple y llanamente, ciencia ficción. Sin embargo, en la era del coronavirus, incluso a esta infancia afortunada le ha tocado encajar un mazazo. Y de los gordos. La pandemia se ha encargado de que no puedan si quiera salir a la calle a cara descubierta, le ha echado el cerrojo a sus casas durante semanas y les impide entregarse al abrazo de los siempre consentidores abuelos. ¿Qué se puede esperar de un tiempo en el que un beso es una amenaza y el distanciamiento social una muestra de consideración? Absolutamente nada.

Después de quedarse sin disfrutar de la cabalgata de Reyes, los niños de Deza y Tabeirós-Terra de Montes han vuelto a clase soñando con el momento de llevar a la calle sus regalos. Sin embargo, el SARS-CoV-2 ha sacado nuevamente su hacha de guerra, y con ganas. Con la situación epidemiológica disparada, entran en vigor nuevas restricciones y empiezan a endurecerse las medidas para tratar de que esta tercera ola no se convierta en el tsunami con el que amenaza. Es por ello que algunos municipios de la zona vuelven a sacar las cintas para precintar sus parques infantiles. Lo han hecho ya Silleda y Agolada, mientras que en las capitales comarcales estas áreas de juego continúan abiertas. Al menos por ahora.

Sin embargo, otras plazas y espacios públicos están sirviendo de alternativa estos días para que los pequeños encuentren algo de diversión en un año gris oscuro. Para muestra un botón: con el parque cerrado, los niños trataban de dar rienda suelta este sábado a su energía en Trasdeza jugando en la Praza Juan Salgueiro. Es posible que el área infantil existente en ese espacio resultase terreno vedado, pero, al final, la felicidad busca alternativas, correspondiendo a los padres poner los límites para garantizar la seguridad. Como ha sido siempre.

En A Estrada, solo en una ocasión se optó por el cierre de parques. Fue durante la primera ola, en los días de confinamiento y primeras jornadas de la desescalada. Sin embargo, los precintos no regresaron, pese a que esta misma semana la Xunta cerró el municipio perimetralmente y le concedió las medidas más restrictivas entre los ayuntamientos de las comarcas. De hecho, estos recintos están funcionando con la normalidad que le ha sido propia estos meses: con usuarios, pero sin pandillas de niños disfrutando de un espacio a su medida. La ampliación de la alameda, y en especial la sucesión de plazas que parte de la Praza da Constitución hasta la Rúa Castelao, favorece pistas perfectas para el patinaje y las bicicletas, una diversión individualizada que facilita la ausencia de contacto estrecho.

Al ser preguntado ayer por esta cuestión, el alcalde estradense, José López Campos, señaló que el gobierno está actuando en todo momento en coordinación con el servicio de Atención Primaria y que, en el momento en que este lo crea conveniente, adoptaría esta medida. Mientras, el parque seguirá a disposición de los niños.

También Lalín mantiene abiertos sus parques, aunque la capital dezana optó por precintarlos en varias ocasiones durante esta pandemia. Por el momento, en esta tercera ola el gobierno local no ha adoptado medidas de esta índole.

La vida se abre paso. Eso es inevitable. Si se puede salir, los niños buscarán dónde jugar. ¿Qué más se les puede sacar? No pueden reunirse con sus primos ni invitar a sus amigos a pasar el rato en casa; se han ido al traste las actividades extraescolares en la mayoría de los casos y los parques de bolas están cerrados a cal y canto; se han quedado sin celebrar cumpleaños y acuden cada día a clase bañados en gel hidroalcohólico, con la mascarilla tapándoles la sonrisa y con la ventana abierta para seguir sus lecciones en pleno invierno. Se ponen la cazadora y tira millas. Los espacios cerrados no son lugar seguro en estos tiempos pero, al aire libre, ¿es mayor el riesgo del parque que el de que acompañen a sus padres al supermercado? Habría que verlo. Los niños ya no se divierten como se hacía hace años, es cierto. Pero en la época que les tocó vivir el COVID se empeña en no dejarles siquiera espacio para jugar.

En el rural

El rural ha dado muestras durante esta crisis sanitaria de ser más afortunado. No en términos epidemiológicos, claro está. Lo demuestran brotes como el de Vea, Agar o el que hizo que el coronavirus campase a sus anchas por Rodeiro en la recta final de 2020. Sin embargo, no cabe duda de que los días de confinamiento o las posibilidades para el sano disfrute infantil demuestran que las parroquias tuvieron y tienen muchas más ventajas que el casco, por mucho que se pueda pensar habitualmente que las opciones de ocio son ampliamente superiores en el contexto urbano.

De hecho, muchos padres de las comarcas aseguran que sus hijos apenas percibieron en el confinamiento más restricción que el hecho de no acudir a clase. A mayores, ahora, pudiendo salir de sus casas, sus terrenos o todo el espacio natural que los rodea son el parque que sueñan aquellos que, con este recinto cerrado y las opciones limitadas, se ven condenados a pasar el día entre cuatro paredes. ¿Dónde jugarán los niños? Donde el COVID les deje.

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