Hay cosas que ni el más repugnante de los villanos, uno que es cobarde y cruel a partes iguales, puede robar. La Navidad es ilusión. No importa cuántos puedan sentarse a la mesa ni cuántos regalos haya debajo del árbol. El coronavirus ha podido volver estas fiestas más nostálgicas y –al César lo que es del César–, también más tristes, pero va a tener difícil llevarse toda la emoción que produce saber que, algún día, será él quien pase a la historia mientras se mantiene vivo el espíritu de una época pensada para celebrar el amor a la familia y para seguir guardando en el cajón de la ilusión la esperanza de que vendrán muchos momentos que celebrar sin distancias obligadas de por medio.
En la primera Navidad en décadas en la que los Reyes Magos no recorrerán las comarcas en su tradicional cabalgata, A Estrada ha querido avivar en los más pequeños la emoción que precede a la mañana del 6 de enero. En la puerta del consistorio se instaló un bonito buzón que el departamento de Cultura ha bautizado como O caixón das ilusións. Este no es el único lugar en el que los más pequeños podrán depositar sus cartas, sino que también se instalaron vistosos buzones reales en puntos como la Praza de Galicia o la Porta do Sol. A mayores, al igual que sucedió en Nochebuena, los niños tendrán ocasión de solicitar que Sus Majestades les hagan una videollamada el día en el que tendrían que estar sembrando las calles de caramelos.
Quien sí pisó ayer las rúas fue O Apalpador, de la mano de la Diputación de Pontevedra. Llegado desde O Courel, se presentó en Silleda, Rodeiro y Cerdedo-Cotobade, teniendo ocasión de hablar con los niños pese a la adversidad meteorológica. Al abrigo del Auditorio Valero Guzmán sonó la música en el concierto ofrecido en estas fechas señaladas por la Artística de Merza. Por su parte, el Teatro Principal emprendió en la mañana de ayer el ciclo Colorín Colorado Nadal, propuestas teatrales que continuarán hoy y mañana sobre las tablas estradenses y que regresarán el 2 de enero.
