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Fernando Porto, más de 40 años de artesanía estradense

Fundador de la Asociación Galega de Artesáns, junto a su compañera Trinidad Barranco constata que el Covid obliga al sector a reinventarse

Fernando Porto y Trinidad Barranco, en su tienda del número 29 de Iryda en A Estrada. // Bernabé / Javier Lalín

El nombre de Fernando Porto es sinónimo de artesanía estradense de calidad. Pero sus creaciones no solo son fruto de su trabajo, sino también del de su compañera, la catalana Trinidad Barranco, a la que conoció en Barcelona cuando fue a aprender a trabajar esmaltes árabes -como los que recubrían la cúpula del consistorio de A Estrada antes de la reforma- y de la que ya nunca se separaría. Probaron suerte con la marca Atlantiam pero el nombre de Fernando Porto terminó imponiéndose. Ya se había convertido en una marca en sí mismo. Le avalaban muchos años de trayectoria. Hoy lleva más de 40 y atesora un amplio bagaje artístico y un currículo en el que cabe mencionar su condición de habitual en ferias europeas de la mano de Artesanía de Galicia.

Esta es hoy "un referente" en España y el mundo, asegura Porto, agradecido por el apoyo que la Xunta le ha dado al sector para que tenga visibilidad con un stand común en Londres, Estocolmo, París y hasta Milán. Son experiencias que enriquecen una trayectoria de más de 40 años de oficio en la que nunca ha dejado de formarse. Ahora, sabe que tendrá que reinventarse, como todo el sector, al que la crisis del Covid ya le está pasando factura. La caída del turismo le está afectando notablemente. Las tiendas que han aguantado tienen piezas de hace seis meses sin vender. Otras no pudieron volver a abrir tras el confinamiento. Así las cosas, Fernando Porto y Trinidad Barranco se plantean apostar por la venta online. También ellos estarán en la plataforma Merca na Estrada.

Innovar a este artesano le viene de familia. Su abuelo fue Benigno Porto Torrado, el primero en traer la luz a A Estrada. Y su familia regentó varios negocios emblemáticos de la villa. Así, por ejemplo, en la fonda de sus abuelos maternos se hospedaba Castelao cuando -procedente de Santiago- venía en coche de caballos a la localidad a visitar a su entonces novia y posteriormente esposa, Virginia Pereira. Y su madre -María Josefa Mato Hortas, más conocida como Pepiña Mato- regentaba una tienda de telas al lado del actual local de Almacenes Casagrande.

Allí, en pleno corazón de Calvo Sotelo -al lado de la imprenta en la que los intelectuales estradenses de la época imprimían El Emigrado- nació en 1956 -"en la cama de mi madre" , afirma- y se crió Fernando. Se jacta de haber crecido arrullado por los cantos de las golondrinas que entonces llenaban las calles de A Estrada. Su madre -que fallecería a los 95 años- le hablaba de los peregrinos, los arrieiros y los comerciantes de trigo que antaño se hospedaban en la fonda familiar, cuando pasaban por A Estrada en dirección a Santiago. Hijo mayor de Pepiña Mato y el funcionario del Concello Feliciano Porto Torrado, Fernando heredó la creatividad de su madre, que pintaba, repujaba y bordaba a la vez que atendía su tienda de telas.

Perfeccionista hasta la extenuación, Fernando recuerda que cuando a los 10 años fue al instituto y comenzó a dibujar animales, se desesperaba porque no le satisfacían sus dibujos. Hasta que su madre le dio su primera lección difuminando la figura de un perro que él acababa de dibujar. Ahí comenzaría a dibujar y a hacer retratos de todas las personas que pasaban por su casa. Apenas unos años después, dada su pericia y la de su amigo, el artista ya fallecido Miguel Docampo, un profesor les cedería un piso enfrente a la iglesia para que montasen su estudio de pintura.

Fue su primera incursión artística de cierto calado. Pintaron dos veranos enteros sin parar: pintura abstracta informal. Autodidacta, Fernando no abandonó sus estudios. Y cuando inició COU en Santiago, decidió aprovechar las tardes para formarse en la Escola de Artes e Oficios Mestre Mateo. Hizo tres cursos en uno pero no le dieron el título por un examen. Paralelamente, realizaba exposiciones artísticas y efectuaba trabajos como ilustrador para la revista infantil Vagalumes. Especialmente grato para él fue haber ilustrado en 1978 poemas de Neira Vilas.

De espíritu inquieto, al constatar en un examen de Bellas Artes en Sevilla que "no había respeto para los creadores", decidió estudiar Magisterio porque los niños y la enseñanza le apasionan. Aunque es maestro titulado y ha escrito un libro para niños, nunca llegaría a ejercer. Le tiraba más la vena artística.

Decidió dedicarse a la artesanía y, junto a su hermano Nacho (tres años menor que él) decidió asentarse en Carnota. Era el boom de la cerámica portuguesa y empezaron a hacer animales imaginarios. Los empezaron a vender en la Rúa do Franco. Se los compraban los peregrinos, que los asociaban con los animales del Pórtico de la Gloria. Dos años después, comprarían un horno para cocer sus piezas y pocos años después comenzarían a fabricar en serie. Sus animales imaginarios, máscaras y cajas con motivos que el público creía celtas causó furor. Años después, Fernando se sorprendería al encontrarse en un museo de Barcelona una máscara elaborada por él que catalogaban como "fetiche celta". Ni él ni su compañera daban crédito.

Se habían conocido en Barcelona., donde él había acudido durante algún tiempo a la Escuela Libre de Enseñanza Rosa Sensat tras diplomarse en Magisterio en Santiago. La ciudad condal era entonces "una ciudad culta". Fernando viviría durante todo un verano dibujando en la calle y vendiendo sus dibujos.

Miembro fundador de la Asociación Galega de Artesáns (AGA). Con becas de la Xunta se formaría en Barcelona en esmaltes, vidrio soplado, serigrafía aplicada a la cerámica, tornería, esmaltes de gres y modelado del vidrio en caliente. En uno de esos cursos conocería a su compañera, que ya seis años de experiencia en el sector de la artesanía en cerámica catalana. Tuvieron a su primer hijo, David, en tierras catalanas pero luego retornaron a Galicia, donde ya nacería su segundo hijo, Pablo. Este ha heredado su sensibilidad artística. Trabaja en el sector del textil personalizado con las imágenes fractales que hace su padre.

Este y su mujer comparten vida y trabajo en su taller y tienda del bajo del número 29 de la calle Iryda de A Estrada. Allí -inspirándose "en la vida misma"- elaboran piezas de artesanía en loza, telas, bronce y joyería en bronce, plata y hasta mercada con plata. Elaboran piezas decorativas de cerámica, relojes, piezas de adorno personal, foulares de seda y hasta trofeos por encargo. Es el caso de la pieza que diseñó para los Premios da Música e da Poesía Galego-Portuguesa Aritmar o del de la Federación Galega de Síndrome de Down. Son hitos en la trayectoria de un artista cuyo nombre es hoy marca y lleva la artesanía de Galicia y, en concreto, de A Estrada por Europa gracias a las ferias del sector y, merced a los peregrinos, por todo el mundo.

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