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En la nueva normalidad seis meses después

Los centros para personas con diversidad funcional retoman su actividad al 100% en octubre y tras un parón que perjudica la inserción laboral de los usuarios - El medio año de cierre de Aranes puede afectar a su subvención

Usuarios y monitores de Aspadeza realizan ejercicios físicos en el exterior del inmueble.

La pandemia no solo cambió el escenario de la vuelta al cole en CEIP e institutos. Los centros para personas con discapacidad recuperan durante estas semanas su rutina, con el agravante de que la nueva normalidad, para ellos no comenzó en verano, con el cese del estado de alarma, sino que lo hace ahora, medio año después de aquel inolvidable 14 de marzo, cuando se decretó dicho estado.

Aspadeza volvió a retomar las actividades en su centro de Mouriscade el 1 de este mes: primero con el 50% de sus usuarios, a mediados de mes ya acudió el 75 y el 1 de octubre estarán ya sus 36 participantes. La directora del centro, Ángeles Baldonedo, explica que trabajan con cuatro grupos burbuja, tanto en el propio inmueble como en el transporte. "Cada grupo tiene su propio baño asignado, su acceso al centro y su turno de comedor". Pero es importante que los usuarios no pierdan el contacto entre sí, aunque sea de forma virtual. Por eso a diario se habilitan espacios para videoconferencias o talleres de percusión.

Las nuevas tecnologías ayudaron a que los usuarios sobrellevasen el confinamiento. y las semanas posteriores al mismo Pero las familias de varios o carecían de internet o de las habilidades para descargar aplicaciones. Así que la dirección optó por llamar a los usuarios por teléfono casi todos los días o por realizar paseos terapéuticos. "En julio, ya pudimos empezar con terapias individuales en el centro, tras la autorización de la Xunta", apunta Baldonedo. El problema es que, pese a que el inmueble tiene una superficie de 800 m2, la Xunta solo permitía un usuario cada vez. Ese espacio sí permite ahora la presencia a la vez de los cuatro grupos burbuja, aunque se hayan acondicionado áreas como la sala de descanso para realizar talleres. "Fue preciso que también reorganizásemos los horarios del personal, porque ahora estamos los mismos monitores con el mismo grupo".

Los usuarios han recuperado la actividad del centro, pero la inserción laboral de las personas que se forman en Aspadeza ha dado un paso atrás. "Antes podían realizar prácticas en empresas, y ahora no podrá ser" para evitar riesgos de contagio de coronavirus. De la misma forma, quedó cancelado el programa de voluntariado en la residencia de As Dores, o las sesiones de hípica y piscina. Pero a cambio, "aprovecharemos para hacer formación en el centro", avanza Baldonedo.

Las salidas al exterior fue una de las cosas que el coronavirus también se llevó en el centro A Braña de la Asociación de Pais de Persoas con Trastorno do Espectro Autista de Centros de Apoio Familiar (Apacaf). María García es la responsable del servicio en A Estrada, en el que residen de forma permanente 10 personas adultas con autismo o un tipo de diversidad funcional afín. "Sí tuvimos que cerrar servicio como el centro de día o propuestas de ocio". Así, los internos tampoco pudieron visitar a sus familiares hasta mediados de julio, tras la desescalada de la pandemia. Aún hoy, y muy acertado dados los rebrotes por toda Galicia, "seguimos medio en aislamiento porque somos un grupo vulnerable". Para adaptarse a esta nueva normalidad, "intentamos mantener las rutinas pese a la cancelación de actividades como el curso de piscina". A Braña dispone de una finca muy grande que permitió a los usuarios estar en contacto con la naturaleza y trabajar la psicomotricidad. Eso sí, hubo que hacer readaptaciones ahora, por ejemplo, en vez de dos turnos de comida hay cuatro, para guardar las distancias.

Mascarillas y personas sordas

Los usuarios de A Braña están exentos de llevar mascarilla. No así los de Aspadeza, que sí se han adaptado hasta el extremo de que se la colocan entre plato y plato, a la hora de comer. Aspadeza, como Aranes, no tiene entre sus usuarios a personas sordomudas o con problemas de audición. Para ellos, el uso de la mascarilla supone un grave problema a la hora de comunicarse. Pero aquí el virus tampoco le ha ganado la batalla a la integración: hay iniciativas, como la de Yo me pongo a coser, en Nigrán, que diseña mascarillas con una parte transparente, en la zona de la boca, que así permite que las personas con problemas de audición pueda leer los labios de quien las lleve puestas.

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