El derecho y deber de cumplir con pasarse por un colegio electoral para depositar una papeleta es un hábito que está más arraigado en las zonas rurales que en las urbanas. Aparentemente los ciudadanos más urbanitas tienen a su alcance más medios para conocer tanto el devenir de la actualidad política como las propuestas que presentan las distintas formaciones concurrentes. Pero la participación, poniendo como ejemplo Lalín, ha sido mucho más alta en las parroquias que en la capital o las áreas periurbanas, que se comportan prácticamente en el mismo sentido.

La participación, el domingo, en la docena de mesas del núcleo principal se situó en un promedio del 75,6%, mientras que en el rural este dato aumenta hasta en siete puntos más. La movilización en algunas aldeas fue tal que en el algunas parroquias puede decirse que prácticamente no se quedó nadie en casa sin votar. Ejemplos hay de sobra, pero podemos citar solamente algunos. En la mesa de Gresande votó el 90,5% del censo, Anzo y Sello superaron el 88 y en Goiás y Xaxán la participación rebasó el 85 por ciento. Pero es que es más, en los colegios electorales del rural, salvo en Maceira, Vilanova y Vilatuxe votaron al menos ocho de cada diez electores. Los porcentajes en las mesas urbanas oscilaron entre el 73 y el 78% y la participación más baja se dio en una de las dos mesas de Donramiro, con el 58,59%.