El balonmano le debía una celebración al Cisne y ayer se la compensó con creces. El equipo pontevedrés certificó el segundo ascenso de su historia a la Liga Asobal ante un pabellón Municipal en el que se vivió un ambiente de gala y en el que, como anécdota que nunca se olvidará, queda la presencia del rey emérito Juan Carlos I en la grada, que acudió al partido para ver jugar a su nieto Pablo Urdangarín, en las filas del Barça B.

Entrega de un recuerdo a los jugadores que dejan el equipo. | // G. SANTOS

Después de que en 2020 el Cisne consiguiera su primer salto a la máxima categoría del balonmano nacional y no lo pudiera disfrutar en condiciones por la pandemia –los jugadores recordaban cómo tuvieron que celebrar ese éxito por videollamada–, el equipo dirigido por Jabato se dio el baño de masas que merecía, tras ganar a uno de los mejores equipos de la División de Honor Plata, el filial azulgrana, por un contundente 36-29 para certificar así el ascenso a Asobal a falta de una jornada para que finalice la liga regular.

Ambiente en el pabellón Municipal. | // GUSTAVO SANTOS

El de ayer fue también el partido de las despedidas, pues tres jugadores que llevan literalmente toda su vida ligados al Cisne no seguirán la próxima temporada: Álvaro Preciado –que firmó un partido sobresaliente–, Daniel Virulegio y un Pablo Picallo que entró en la pista a siete minutos para el final del partido e hizo que el pabellón se viniera abajo con una ovación cerrada; no obstante, lleva 25 años formando parte del club, los 13 últimos en el primer equipo.

En cuanto al partido, hasta el minuto 10 el Cisne fue por debajo en el marcador, pero en cuanto logró darle la vuelta y llevar la iniciativa ante uno de los rivales más duros de la competición, ya no dejó escapar su ventaja, controlando muy bien los tiempos y, sobre todo, siendo fiel a su estilo y a su entrega característica.